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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

viernes, 24 de diciembre de 2010

Opinión libre: El sueño del Celta


Por Nelson Manrique
I
La República 07/12/2010

Confieso que El sueño del celta no me atrapó como las otras novelas de MVLl. Cuando se le otorgó el Óscar a Martin Scorsese por Los infiltrados, muchos de sus admiradores lamentaron que ese merecidísimo reconocimiento no hubiera llegado con algunas de sus obras mayores, como Taxi Driver o El toro salvaje. Siento algo similar con relación a Vargas Llosa y el Nobel que premia su trayectoria literaria.

En El sueño del celta sorprende que Vargas Llosa no lograra construir una gran novela escribiendo sobre un personaje con una vida absolutamente novelesca, como Roger Casement. Las dos primeras partes del libro, dedicadas a la redacción de los informes de Casement sobre la inicua explotación colonial de los nativos del Congo Belga y de la Amazonía, no logran conmover, a pesar de la minuciosa -y por momentos morosa- descripción de las atrocidades cometidas contra los indígenas. Se trata de descripciones abstractas, que no encarnan en grandes personajes literarios, como aquellos que pueblan sus mejores obras. Los negros congoleses y los nativos amazónicos son seres unidimensionales, aterrorizados e incapaces de ninguna respuesta, y sus verdugos son igualmente unidimensionales: seres motivados exclusivamente por la codicia. El antropólogo australiano Michael Taussig provocó un gran debate académico sobre la naturaleza multidimensional del terror colonial justamente tomando como caso las atrocidades cometidas contra los nativos en el Putumayo, pero no existe ningún eco de estas preocupaciones en los seres que pueblan El sueño del celta.

Esto acontece también con el entorno del protagonista; Casement está rodeado de malvados alucinados o de personas bondadosas al extremo, pero estas no constituyen personajes memorables, como aquellos que forman la fauna humana que rodea al Consejero en La guerra del fin del mundo  -María Quadrado, el León de Natuba, el Beatito, etc.- o la corte de los milagros que componen los que rodean a Trujillo en La fiesta del Chivo (Cerebrito Cabral, el Constitucionalista Beodo, por ejemplo). 

Las motivaciones vitales de Casement en la novela no son convincentes. Las iniquidades que él observa en el Congo y la Amazonía lo llevan a odiar el colonialismo y su odio se extiende contra el imperialismo británico que sojuzga a Irlanda convirtiéndolo en un ardiente nacionalista. Esta conversión resulta poco convincente. Casement ha sido testigo de innumerables atrocidades en el Congo y en la Amazonía, pero no hay en la novela un solo caso de atropellos cometidos por los ingleses. Por el contrario: el gobierno de Gran Bretaña patrocina las investigaciones de Casement (que es su funcionario) y cuando este informa a las autoridades de las atrocidades cometidas contra los nativos estas se horrorizan. Cubren a Casement de honores, lo hacen noble, y se empeñan de inmediato en encontrar remedio a estos males, denunciando ante la comunidad internacional las maldades cometidas por los súbditos del rey Leopoldo de Bélgica (que es cómplice de estas), y sometiendo a un juicio ejemplar a Julio C. Arana, el peruano propietario de la casa comercial de su nombre, responsable de las matanzas en el Putumayo. El castigo de este mal individuo se concreta en su ruina. 

No existe, en cambio, una sola escena que registre atrocidad alguna cometida por Inglaterra contra los irlandeses y por eso cuando un amigo del protagonista le señala que no puede comparar el papel de Inglaterra con lo que han visto que los belgas hacen con los congoleses, Casement se limita a señalar que los métodos coloniales ingleses son “más sofisticados”. Demasiado poco para la magnitud de las opciones que su conversión desencadena. 

Casement fue ahorcado por los ingleses, luego de ser declarado traidor por cooperar activamente con el enemigo, los alemanes, durante la Primera Guerra Mundial, propiciando hasta la formación de una brigada irlandesa para combatir junto con ellos contra Inglaterra, lo que le ganó el desprecio de muchos compatriotas y perder la amistad de entrañables amigos entre los que destaca Joseph Conrad. Por eso sus motivaciones aparecen poco convincentes. 

II

La República 21/12/2010

Señalé en un artículo anterior que me sorprendía que en su última novela MVLl no lograra construir un gran personaje literario escribiendo sobre un hombre con una vida absolutamente novelesca, como Roger Casement. Escribir sobre hechos verdaderos no necesariamente produce un texto literariamente convincente porque la literatura trabaja no sobre la verdad (esa es una preocupación de la historia) sino sobre la verosimilitud. Que algo haya sucedido en verdad no es garantía de que un texto literario sea verosímil, y, a la inversa, hechos manifiestamente falsos pueden ser convertidos en perfectamente verosímiles por un gran escritor. ¿Qué falló?

Propongo una hipótesis: MVLl simpatiza racionalmente con Roger Casement, al que en El sueño… define como: “uno de los grandes luchadores anticolonialistas y defensores de los derechos humanos y de las culturas indígenas de su tiempo y un sacrificado combatiente por la emancipación de Irlanda” (p. 449). Pero a un nivel más profundo las motivaciones de su personaje le son no solo extrañas sino repudiables. 

En un evento realizado hace un año en Colombia (paralelo a la redacción de El sueño…) MVLl leyó un discurso, en su condición de presidente de la Fundación Internacional para la Libertad . Allí, señaló al indigenismo como el gran enemigo de la democracia en AL. El “indigenismo”, afirma, es una de las expresiones del colectivismo, que es incompatible con el desarrollo y la civilización. 

El indigenismo, dice VLl, “está brotando en América Latina de una manera muy sinuosa y revistiéndose con unos ropajes que no parecen ofensivos sino prestigiosos”. Este mal amenaza también a nuestra patria: “En el Perú está brotando con dos o tres hermanitos que en nombre de esa identidad colectiva, la identidad indígena, autóctona, genuina, la de la verdadera peruanidad, ha lanzado una campaña que cuando uno la examina racionalmente parece que fuera tonta, casi cómica, pero que toca un centro neurológico llamado el espíritu de la tribu, que nunca desaparece incluso en sociedades que han avanzado más en el camino de la civilización” (debe ponerse esta reflexión en el contexto de los hechos de Bagua). 

Para MVLl el indigenismo es una amenaza ubicua, “que está detrás de fenómenos como el señor Evo Morales en Bolivia”, y constituye una grave amenaza para el orden constituido: “El indigenismo en Ecuador, Perú y Bolivia está provocando un verdadero desorden político y social, y por eso hay que combatirlo”. Su rechazo del indigenismo no es solo intelectual sino político; MVLl convoca a una cruzada para erradicarlo: “Si queremos alcanzar el desarrollo y elegir la civilización y la moralidad, tenemos que combatir resueltamente esos brotes de colectivismo. Creo que en el movimiento indígena hay un elemento profundamente perturbador que apela a los bajos instintos, a los peores instintos del individuo como la desconfianza hacia el otro, al que es distinto. Entonces se encierran en sí mismos”.

Este texto constituye una muestra antológica de etnocentrismo occidental. No en vano varios escritores europeos han definido a VLl –con el fin de elogiarlo, por supuesto– como “el más europeo de los escritores latinoamericanos”. Esto es lo que otro Nobel, el europeo José Saramago, declaró sobre sus posiciones: “Decir que el movimiento indígena es un peligro para la democracia me parece algo increíble. Cómo de una cabeza inteligente puede salir una afirmación tan monstruosa como esa”. Para el etnocentrismo lo propio es “lo humano”, y lo de los otros “lo inhumano”, y debe ser leído desde nuestra escala de valores: ellos son desconfiados y cerrados sobre sí mismos en la misma medida en que nosotros somos confiados y abiertos.

Tampoco el anticolonialismo de Casement se salva de la condena visceral de MVLl. En el discurso que vengo citando él señala al nacionalismo y los integrismos religiosos como parte del mal que se debe combatir. Y los personajes de El sueño… se encargan de subrayar que las luchas independentistas de Irlanda se nutren precisamente de estas dos fuentes ideológicas.  ¿Cómo podría pues Vargas Llosa, más allá de lo racional, identificarse con su personaje?

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo mas inteligente para tener una opinion propia de una novela es leerla integramente

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