Por
Nelson Manrique
I
La
República 07/12/2010
Confieso
que El sueño del celta no me atrapó
como las otras novelas de MVLl. Cuando se le otorgó el Óscar a Martin Scorsese
por Los infiltrados, muchos de sus
admiradores lamentaron que ese merecidísimo reconocimiento no hubiera llegado
con algunas de sus obras mayores, como Taxi
Driver o El toro salvaje. Siento
algo similar con relación a Vargas Llosa y el Nobel que premia su trayectoria
literaria.
En
El sueño del celta sorprende que
Vargas Llosa no lograra construir una gran novela escribiendo sobre un
personaje con una vida absolutamente novelesca, como Roger Casement. Las dos
primeras partes del libro, dedicadas a la redacción de los informes de Casement
sobre la inicua explotación colonial de los nativos del Congo Belga y de la
Amazonía, no logran conmover, a pesar de la minuciosa -y por momentos morosa-
descripción de las atrocidades cometidas contra los indígenas. Se trata de
descripciones abstractas, que no encarnan en grandes personajes literarios,
como aquellos que pueblan sus mejores obras. Los negros congoleses y los
nativos amazónicos son seres unidimensionales, aterrorizados e incapaces de
ninguna respuesta, y sus verdugos son igualmente unidimensionales: seres
motivados exclusivamente por la codicia. El antropólogo australiano Michael
Taussig provocó un gran debate académico sobre la naturaleza multidimensional
del terror colonial justamente tomando como caso las atrocidades cometidas
contra los nativos en el Putumayo, pero no existe ningún eco de estas
preocupaciones en los seres que pueblan El sueño del celta.
Esto
acontece también con el entorno del protagonista; Casement está rodeado de
malvados alucinados o de personas bondadosas al extremo, pero estas no
constituyen personajes memorables, como aquellos que forman la fauna humana que
rodea al Consejero en La guerra del fin
del mundo -María Quadrado, el León de Natuba, el Beatito, etc.- o la
corte de los milagros que componen los que rodean a Trujillo en La fiesta del Chivo (Cerebrito Cabral,
el Constitucionalista Beodo, por ejemplo).
Las
motivaciones vitales de Casement en la novela no son convincentes. Las
iniquidades que él observa en el Congo y la Amazonía lo llevan a odiar el
colonialismo y su odio se extiende contra el imperialismo británico que sojuzga
a Irlanda convirtiéndolo en un ardiente nacionalista. Esta conversión resulta
poco convincente. Casement ha sido testigo de innumerables atrocidades en el
Congo y en la Amazonía, pero no hay en la novela un solo caso de atropellos
cometidos por los ingleses. Por el contrario: el gobierno de Gran Bretaña
patrocina las investigaciones de Casement (que es su funcionario) y cuando este
informa a las autoridades de las atrocidades cometidas contra los nativos estas
se horrorizan. Cubren a Casement de honores, lo hacen noble, y se empeñan de
inmediato en encontrar remedio a estos males, denunciando ante la comunidad
internacional las maldades cometidas por los súbditos del rey Leopoldo de
Bélgica (que es cómplice de estas), y sometiendo a un juicio ejemplar a Julio
C. Arana, el peruano propietario de la casa comercial de su nombre, responsable
de las matanzas en el Putumayo. El castigo de este mal individuo se concreta en
su ruina.
No
existe, en cambio, una sola escena que registre atrocidad alguna cometida por
Inglaterra contra los irlandeses y por eso cuando un amigo del protagonista le
señala que no puede comparar el papel de Inglaterra con lo que han visto que
los belgas hacen con los congoleses, Casement se limita a señalar que los
métodos coloniales ingleses son “más sofisticados”. Demasiado poco para la
magnitud de las opciones que su conversión desencadena.
Casement
fue ahorcado por los ingleses, luego de ser declarado traidor por cooperar
activamente con el enemigo, los alemanes, durante la Primera Guerra Mundial,
propiciando hasta la formación de una brigada irlandesa para combatir junto con
ellos contra Inglaterra, lo que le ganó el desprecio de muchos compatriotas y
perder la amistad de entrañables amigos entre los que destaca Joseph Conrad.
Por eso sus motivaciones aparecen poco convincentes.
II
La
República 21/12/2010
Señalé
en un artículo anterior que me sorprendía que en su última novela MVLl no
lograra construir un gran personaje literario escribiendo sobre un hombre con
una vida absolutamente novelesca, como Roger Casement. Escribir sobre hechos
verdaderos no necesariamente produce un texto literariamente convincente porque
la literatura trabaja no sobre la verdad (esa es una preocupación de la
historia) sino sobre la verosimilitud. Que algo haya sucedido en verdad no es
garantía de que un texto literario sea verosímil, y, a la inversa, hechos
manifiestamente falsos pueden ser convertidos en perfectamente verosímiles por
un gran escritor. ¿Qué falló?
Propongo
una hipótesis: MVLl simpatiza racionalmente con Roger Casement, al que en El
sueño… define como: “uno de los grandes luchadores anticolonialistas y
defensores de los derechos humanos y de las culturas indígenas de su tiempo y
un sacrificado combatiente por la emancipación de Irlanda” (p. 449). Pero a un
nivel más profundo las motivaciones de su personaje le son no solo extrañas
sino repudiables.
En
un evento realizado hace un año en Colombia (paralelo a la redacción de El
sueño…) MVLl leyó un discurso, en su condición de presidente de la Fundación
Internacional para la Libertad . Allí, señaló al indigenismo como el gran
enemigo de la democracia en AL. El “indigenismo”, afirma, es una de las
expresiones del colectivismo, que es incompatible con el desarrollo y la
civilización.
El
indigenismo, dice VLl, “está brotando en América Latina de una manera muy
sinuosa y revistiéndose con unos ropajes que no parecen ofensivos sino
prestigiosos”. Este mal amenaza también a nuestra patria: “En el Perú está
brotando con dos o tres hermanitos que en nombre de esa identidad colectiva, la
identidad indígena, autóctona, genuina, la de la verdadera peruanidad, ha
lanzado una campaña que cuando uno la examina racionalmente parece que fuera
tonta, casi cómica, pero que toca un centro neurológico llamado el espíritu de
la tribu, que nunca desaparece incluso en sociedades que han avanzado más en el
camino de la civilización” (debe ponerse esta reflexión en el contexto de los
hechos de Bagua).
Para
MVLl el indigenismo es una amenaza ubicua, “que está detrás de fenómenos como
el señor Evo Morales en Bolivia”, y constituye una grave amenaza para el orden
constituido: “El indigenismo en Ecuador, Perú y Bolivia está provocando un
verdadero desorden político y social, y por eso hay que combatirlo”. Su rechazo
del indigenismo no es solo intelectual sino político; MVLl convoca a una
cruzada para erradicarlo: “Si queremos alcanzar el desarrollo y elegir la
civilización y la moralidad, tenemos que combatir resueltamente esos brotes de
colectivismo. Creo que en el movimiento indígena hay un elemento profundamente
perturbador que apela a los bajos instintos, a los peores instintos del
individuo como la desconfianza hacia el otro, al que es distinto. Entonces se
encierran en sí mismos”.
Este
texto constituye una muestra antológica de etnocentrismo occidental. No en vano
varios escritores europeos han definido a VLl –con el fin de elogiarlo, por
supuesto– como “el más europeo de los escritores latinoamericanos”. Esto es lo
que otro Nobel, el europeo José Saramago, declaró sobre sus posiciones: “Decir
que el movimiento indígena es un peligro para la democracia me parece algo
increíble. Cómo de una cabeza inteligente puede salir una afirmación tan
monstruosa como esa”. Para el etnocentrismo lo propio es “lo humano”, y lo de
los otros “lo inhumano”, y debe ser leído desde nuestra escala de valores:
ellos son desconfiados y cerrados sobre sí mismos en la misma medida en que
nosotros somos confiados y abiertos.
Tampoco
el anticolonialismo de Casement se salva de la condena visceral de MVLl. En el
discurso que vengo citando él señala al nacionalismo y los integrismos
religiosos como parte del mal que se debe combatir. Y los personajes de El
sueño… se encargan de subrayar que las luchas independentistas de Irlanda se
nutren precisamente de estas dos fuentes ideológicas. ¿Cómo podría pues
Vargas Llosa, más allá de lo racional, identificarse con su personaje?
1 comentarios:
Lo mas inteligente para tener una opinion propia de una novela es leerla integramente
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