A mi única, obviamente.
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Estos
días te he pensado con intensidad, aunque tal vez menos que en días pasados. En
mi mente, he reconstruido una y mil veces nuestra historia. Te he pensado,
¿sabes?, incluso fuera de mis pensamientos. Y te he visto lejana, imposible.
¿Cuánto
pueden cambiar nuestras vidas con un acto existencial? Y cuánto he cambiado yo.
Al punto de no ser más el mismo que un día te amó con locura y, no obstante,
amarte todavía. Amar todavía a aquella imagen que vivió conmigo, que fue mi
amante, mi mujer, mi compañera y que tal vez ahora ya no exista; o exista sin
todo lo que fue a mi lado, que es lo mismo.
Y en
mis visiones, en mis recuerdos, te he visto intangible, etérea, como un ser
celestial. Te he sentido fuera de este mundo; y de ser asidero para mi
existencia, pasaste a ser ideal: un oasis ficticio en el desierto de mi vida.
He
sentido tu recuerdo más presente que nunca: entre las hojas de mis libros, en
la nostalgia de la lluvia crepuscular, en el sol de mis amaneceres. Y me he
visto indefenso, inerme. Además de ubicua, tu imagen se me ha vuelto
ineluctable.
Estos
días te he pensado con intensidad, y te he
visto así – debo confesarlo - : fuera del mundo terreno.
Y
cuando he visto en el calendario acercarse tu cumpleaños, he vuelto a sentirte
terrena y no celestial; mujer y no quimera. Y te he sentido, ¿sabes?, mortal.
Otra vez tan cerca a mis sentidos. Y te he mirado sin mirarte; y he intentado,
amándote, no amarte.
Me
he comprendido fuera de tu vida y he deseado, con todo mi amor, el olvido. Y me
he propuesto arrancarte de mí de una vez y para siempre. Arrancar de mí tu
existencia terrena y quedarme con tu ser celestial, aquel que he construido día
a día después de tu adiós impronunciado, aquel que dejó de ser tuyo cuando dejaste
mi amor. Y es que, si es imposible arrancarme del alma este amor; he de amarte,
pero sin amarte. Amaré a la que fuiste conmigo: la que era más sueños que
realidades, que valoraba más el perfume que el color de las flores, y se
entregaba pura, sin restricciones. Amaré a la que fuiste, que a la que eres la
ignoro.
Me
quedo sin ti, pero contigo, con la que pude ver con el cristal de mi amor. Me
quedo con la imagen santa que tengo de ti y te dejo tu realidad, ¡ya no la
quiero!
Por César Chávez... REZA
1 comentarios:
Hermoso texto. Siempre nuestro amor ve distintas a las personas.
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