Por Darío Martínez.
Parece increíble pero es
cierto, una loba de mar experimentada en las lides electorales, de pronto
pierde el paso y la seguridad y se deja dominar por la desesperación. Sólo así
se explica el gesto adusto de Lourdes Flores en las pantallas de la televisión,
la voz acusadora, la mano en la que solo falta la espada divisoria de Pizarro
señalando el sur de la democracia y la modernidad, que supuestamente
representa, y el norte del atraso y el
terrorismo que le atribuye a Susana Villarán.
Asi como acusaron a Susana Villarán de senderista por levantar el brazo con el puño cerrado y en alto; así también, con la misma lógica, podríamos decir que Aldo Mariátegui es seguidor de Abimael Guzmán: ¡miren como cruza los brazos!
De pronto, la lid electoral
municipal, que debiera centrarse en las alternativas para resolver los grandes
y acuciantes problemas de la ciudad Capital, se ha convertido en un tema
ideológico, en un debate donde Patria Roja se encuentra en el centro de los
ataques de la derecha, en el mejor estilo macartista, con Lourdes Flores como
su voz política, Aldo M. de Correo como su mentor ideológico y Chichi
Valenzuela como la soplona de oficio.
Alguien diría, el trío de la muerte.
Sólo el miedo puede llevar a construirse su propio laberinto,
como es el caso, con una Lourdes Flores que cree que la mejor defensa es el
ataque, no importa si se sostiene en la mentira, en la demagogia o en el
terrorismo periodístico.
¿Qué espanta a la derecha
neoliberal hasta colocarla en un estado de histeria colectiva? Desde luego que
una probable victoria de Susana Villarán, que no estaba prevista en sus
cálculos, que llega como un aluvión sorpresivo y de consecuencias fatales para
la eterna candidata marcada por el signo de la derrota.
Lima es la plaza fuerte de
la derecha, donde su hegemonía política se creía segura. Por eso la estrategia
inicial de Lourdes Flores orientada a demoler a Alex kouri, el otro candidato
de la derecha vinculada al fujimorismo, marcando la línea divisoria entre decencia y corrupción. Estrategia que
partía del criterio de que la disputa en la Capital tenía sólo dos contendores con
probabilidad de éxito, ambos de la derecha, pues una opción exitosa desde el
lado progresista y de izquierda era
inviable.
Estrategia fallida por el
derrumbe legal de la candidatura de Kouri, pero también porque la “decencia” de
la candidata Flores terminó manchada por sus relaciones profesionales con un
personaje a quien se atribuye vínculos con el narcotráfico, César Cataño, que fuera prominente dirigente y candidato
del PPC al Congreso.
Lo que perdió de vista la
derecha, consecuencia de su soberbia, de la sobrestimación de su capacidad de
manipulación y de su miopía para
entender los cambios subterráneos que se procesan en la sociedad fue, de un
lado, las calidades y carisma de la candidata Susana Villarán, su imagen
democrática y honesta; del otro, el desencanto de crecientes sectores de la
población respecto de las políticas neoliberales, la prepotencia y la
corrupción, su reclamo de cambios y su reencuentro con la izquierda después de un largo período de distanciamiento
luego del derrumbe de IU. La confluencia de estos dos factores, además de los
errores de la derecha, crearon las condiciones para que la candidatura de
Fuerza Social fuera creciendo, beneficiándose además del colapso de la
candidatura de Álex Kouri.
El segundo error de la
derecha que respalda a Lourdes Flores, es su intento de imponer una nueva polarización: entre democracia
y modernidad, por un lado, terrorismo e
ideas trasnochadas, por el otro, colocando en el centro de sus ataques a Patria
Roja, el lobo siniestro que devoraría a la ingenua Caperucita Roja.
Polarización que sólo se explica por el ingreso en una etapa de guerra sucia, donde todo vale,
incluido el terror mediático para introducir el miedo en los electores y para
presionar una división en el bloque que respalda a Susana Villarán.
Pero resulta que ésta es una
campaña fundada en la mentira que no cuenta con la fuerza manipuladora de ayer
para confundir a la opinión pública ni detener el ascenso de la candidatura de
Susana Villarán. Su firme resistencia a esta maniobra le granjea, más bien, la
atracción del elector que ve en ella una posición firme y digna capaz de
“pararle el macho” a la candidata de la derecha neoliberal.
La dureza de la batalla
electoral no cejará. La derecha no está dispuesta a perder su hegemonía
electoral en Lima. Sabe perfectamente
que se ha empezado a jugar un partido mayor: las elecciones del 2011.
La victoria de Susana
Villarán, aún dentro de los límites de las elecciones municipales, tiene así un
trasfondo político mayor. Sus repercusiones se podrán calibrar mejor después
del 3 de octubre. Lo que queda claro es la veloz recomposición de las fuerzas políticas
en el ámbito popular y progresista, que obliga a repensar el proceso de la
unidad, necesaria y obligatoria si se aspira a un triunfo en las elecciones
generales de abril próximo.
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