UNA REGIÓN IMPREDECIBLE
Por: Fernando Vivas Periodista
El sendero discurre entre cerros reforestados con pinos queme
tele transportan al hemisferio norte. En cada curva hay carteles de madera con
salmos y citas bíblicas que subrayan que Dios recibe con los brazos abiertos a
quien siembra la buena semilla para el mañana. Al final del sendero, la
comunidad campesina de Porcón está reunida en el templo. Es sábado, día de
fiesta evangélica, pero las tiendas están abiertas para el turismo, al igual
que el zoológico con cóndores, otorongos y osos de anteojos. Compro los célebres hongos que son
la metáfora del éxito local, pues no fueron sembrados como sí lo fueron los
árboles a cuya sombra crecen. Recuerdo los carteles en el sendero: la
bienaventuranza no está solo en planificar sino en sembrar con buena fe. Le
comento a mi compañero de viaje que esta comunidad campesina necesitó una
religión distinta a la católica para prosperar. “¿Y el catolicismo qué les ha
dado?”, me replica. “Al padre Marco Arana”, bromeo.
La broma tiene dos antecedentes, uno trágico, otro místico y
romántico. La tragedia comenzó cuando Atahualpa fue ejecutado tras tirar al
suelo la Biblia que le dio el fraile Vicente de Valverde, donde hoy queda el
centro de Cajamarca.
Ese violento arribo del catolicismo, jamás procesado por sus
descendientes, difícilmente podría devenir, a través de los siglos, en una fe
que convoque sin fisuras al pueblo cajamarquino. El catolicismo devino en
iglesia oficial, mayoritaria y respetable, pero poco ha podido hacer por
conciliar en los conflictos provocados por la explotación minera. Y también
devino –aquí entra a tallar lo místico y romántico– en una nueva religión verde
que llega a plantear que se prohíba la minería por ser irremediablemente
destructiva del ambiente. Un radicalismo verde que descree de compensaciones,
tecnología que mitigue el daño ecológico, regulaciones firmes. El ex sacerdote
Arana es exponente de esa fe tan nueva como la Iglesia Evangélica de Cristo en
Porcón. Y su compañera de ruta es Rocío Silva Santisteban, presidenta de la
Coordinadora Nacional de Derechos Humanos (CNDH), quien ayer, en entrevista en
“La República”, confirmó su relación de pareja. Rocío es hija de Fernando Silva
Santisteban, quien fue un connotado antropólogo e historiador cajamarquino de
proyección nacional. Juan Luis Ossio, autor de una tesis sobre la sociedad
cajamarquina, me comentaba que unvisible efecto de la minería ha sido el
desplazamiento de la élite local con prestigio intelectual. Mi amiga Rocío
tiene una personalidad fuerte e independiente de nociones de casta, pero no
puedo dejar de ver en su romance con Arana el abrazo de dos desplazados del oro
que plantean otra fe y otra vía para la región.
El desenlace del drama romántico cajamarquino es imposible de
pronosticar. Yanacocha se estableció con unas relaciones públicas tan malas
como las del fraile Valverde, de modo que le costará muchísimo conciliar su
proyecto Conga. El presidente regional, Gregorio Santos, líder antiminero por
encima de Arana, podría tentar una aventura nacional y dejar terreno libre al
ex ministro fujimorista Absalón Vásquez, quien, tal vez, se mostrará verde en
la campaña, para ganar y luego conciliar con los mineros. Mientras, la
evangélica granja Porcón, vecina de Newmont Yanacocha, seguirá progresando y
elevando salmos al cielo, con una armonía que solo podría perturbar el hallazgo
de un atisbo de mercurio en sus pródigos hongos.
Fuente: El Comercio, martes 3 de setiembre de 2013
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