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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

miércoles, 8 de junio de 2011

Nazario Chávez Aliaga y la literatura celendina: Libro "Cajamarca", Tomo V.



Como dijera nuestro amigo Jorge Horna en un artículo sobre Nazario Chávez Aliaga (*), pareciera que el autor de Huerto de lilas había estado esperándonos, para decirnos por intermedio de los avizores ojos de Jorge Antonio Chávez "Charro": "Aquí estoy para participar también en la tertulia".

Compramos el libro “Cajamarca” Tomo V del escritor sucrense y deshojamos sus páginas en el interior de un café-bar del Jr. Quilca, con la sorpresa de que era, para suerte nuestra, el Tomo dedicado a la literatura cajamarquina donde, entre otros, habla de algunos escritores y poetas celendinos, los mismos que, desde hoy, publicaremos en Chungo y batán de acuerdo al orden que NChA escogiera. Gracias don Nazario y ¡Salud! (NdlR):


Armando Bazán

Escritor y poeta. Nació en Celendín, el 4 de noviembre de 1901. Sus viajes por los diferentes países de América y Europa, le han permitido adquirir una vasta cultura literaria. Asistió a Congresos periodísticos y pedagógicos en Inglaterra, España, Bélgica, Francia. Presencio la caída de Alfonso XIII en 1931; el Ascenso de Hitler en 1933 y la Guerra Civil Española 1936 – 1939. A lo largo de su fecunda carrera literaria ha publicado los siguientes libros:

“La Urbe Doliente” (Poemas) 1924.

“Urbes del Capitalismo” (Crónicas) 1930.

“Unamuno y el Marxismo” (Critica Filosófica) 1937.

“A Madrid por Berlín Y París” (Crónicas) 1938.

“Biografía de Isabel La Católica”, 1940.

“Biografía de José Carlos Mariátegui”, 1941.

“Biografía del Inmortal de los Andes”, 1942.

“Antología del cuento Peruano”, 1942.

“Prisiones Junto al Mar” (Novela), 1943.

“San Martin Y Bolívar” (Paralelo de sus Vidas), 1949.

“Vida y Obra del Maestro Enrique Molina”.

“Sera un Vagabundo”. “Cesar Vallejo: “Dolor y Poesía”.


MARCHA Y OBRA DE BOLIVAR POR AMERICA, ANTES DE SU MUERTE PREMATURA

Cuando Bolívar llegó otra vez a Lima, después de su jira por el Alto Perú, encontró ya liquidada la resistencia de Rodil en los castillos del Callao, el ambiente completamente en calma, y el mismo entusiasmo para recibirlo. Entonces pudo concretarse a sus labores legislativas, sin abandonar ni descuidar por eso sus aficiones a las fiestas y a los amoríos, que dieran tan estupendo material para la crónica y la anécdota a tradicionalistas e historiadores desde los tiempos de Ricardo Palma hasta los de Heliodoro Valle.

El fruto de esa labor legislativa fue una constitución que, con ligeras modificaciones que, sigue asentándose sobre los mismos principios políticos y administrativos que fueron esbozados es su célebre discurso de Angostura

Bolívar no ha abandonado, en efecto, su esperanza de establecer en América el régimen de la presidencia vitalicia y el senado hereditario, a pesar de que estos puntos han sido rechazados, como lo hemos visto, tanto en el congreso de Angostura como en el de Bogotá. Mantiene sus proyectos en alto, porque está convencido de que esta forma de gobierno es el único recurso para evitar los golpes de Estado y la anarquía.

En el Perú, donde Bolívar es el árbitro de la situación, y en Bolivia, donde Sucre ha asumido la dictadura militar. La Constitución es adoptada, por los respectivos congresos, con algunas ligeras modificaciones o adiciones

Y entonces el Libertador dirige la vista hacia más amplios horizontes y trata de realizar un proyecto que ya fuera esbozado por el precursor Miranda y el que consiste en agrupar a los países americanos de habla hispana en una vasta federación, O por lo menos, de organizar una asamblea internacional, anticipación de la Liga de Naciones europeas, en cuyas manos estuviera la solución de los problemas hispanoamericanos.

Bolívar convoca a las naciones por medio del Gobierno colombiano, a una reunión que debe realizarse en Panamá. Pero los trabajos preparatorios se hacen con demasiada prisa y sin habilidad, de tal manera que, realmente, el Congreso resulta un fracaso.

En realidad, Bolívar fue el jefe predestinado para dirigir y llevar a feliz término la lucha por la independencia; pero una vez que esa obra fue consumada, veremos al Libertador, que a veces por motivos que radican en su impulso desmedido, o en su falta de capacidad para adaptarse al medio, otras veces por falta de una gran visión histórica en los hombres que lo secundaban y que en un instante dado fueron sus adversarios irreconciliables, ir de caída en caída, de fracaso en fracaso hacia un desastre definitivo en este aspecto.

El congreso de Panamá reunió apenas a tres repúblicas americanas, y sus decisiones no tuvieron como es natural, la más mínima repercusión, ni en ese momento ni después, en la vida política americana. Y casi al mismo tiempo, cuando Bolívar gozaba otra vez, en Lima, de las últimas satisfacciones de glorificación, se sintieron los primeros síntomas del gran sacudimiento que echaría por tierra el edificio de la Gran Colombia, su obra capital de estadística.

Efectivamente: los tres departamentos, Ecuador, Nueva Granada y Venezuela conviven y se administran a regañadientes; el poder carece de autoridad para imponer sus resoluciones en Caracas o en Valencia; la resistencia de los venezolanos para aceptar a Bogotá como capital se hace cada vez más tenaz y se convierte en rencor contra los colombianos. De esta manera la corriente autonomista va tomando un impulso que, días después, será incontenible.

Miguel Peña, el líder del autonomismo en Venezuela, trabaja sin descanso y con visibles resultados Y en un momento dado, Páez se insubordina abiertamente contra el gobierno central, dirigido por Santander.

Ante tales acontecimientos, Bolívar se decide a enviar un representante para que se entreviste con Páez y ponga las cosas en regla. Pero el enviado retornará pronto con su misión enteramente fracasada. Entonces Bolívar se apresura a constituirte en el terreno de los sucesos y, rehuyendo, esta vez sinceramente, las súplicas que le hacen los peruanos y las peruanas para que siga honrándoles con su dirección en la presidencia, monta a caballo, en Lima, el 10 de agosto de 1826, pasa por el norte del Perú continua por el Ecuador y, después de recorrer, siempre en cabalgadura, mil trescientos leguas, llega a Bogotá el 10 de enero de 1827.

Su presencia conserva aún la magia de sus mejores días y eso le ayudara a solucionar los conflictos que encuentra planteado; pero lo hará, ciertamente, de manera muy precaria. Sus cinco años de ausencia han significado la realización de un acontecimiento grandioso en la historia del mundo. “El continente de Colón ha dejado de ser español” y el héroe, como dice Martí, “ha recorrido más tierras con la bandera de la libertad, que ningún conquistador con la tiranía”.

Por el instante todas las voluntades se doblegan ante su presencia y parece que la Gran Colombia no seguirá su proceso de desintegración. Páez, que ha convocado ya un Congreso Constituyente en Venezuela, y que ha aguzado su astucia y festividad diplomática, al darse cuenta del efecto que ha producido la llegada de Bolívar, se apresura a lanzar un manifiesto de adhesión incondicional al recién venido. Mientras tanto, prepara ocultamente sus armas para la batalla que presiente y prevé. Bolívar, por su parte, sabe también cabalmente lo que son, y lo que quieren, Páez y los generales que han surgido al calor propicio de la revolución “Me causa espanto – ha sentenciado ya, a manera de profecía – pensar en el día que hayamos dado en tierra con el poderío español”. Por eso quiere entrevistarse inmediatamente con el caudillo de los Llanos. Su tacto político adquiere entonces extraordinaria delicadeza. En todas las poblaciones donde se detiene en su trayecto, exhorta, perdona indulta a los presos insurrectos. “Ahoguemos –les dice– en los abismos del tiempo, del año 26. Que mil siglos lo alejen de nosotros y que se pierda a las más remotas tinieblas”.

Páez sale a su encuentro y lo recibe rindiéndole aparatosa pleitesía. El Libertador, a su vez, le corresponde obsequiándole dos caballos peruanos y una de sus espadas. El llanero hace alarde de su satisfacción y exclama una frase llamada a perdurar en la historia: “Ya el Libertador no puede darme más. Puesto que me ha dado la espada con la que ah libertado a un mundo”.

En ese estado de ánimo, qué manifiesta la más amplia comprensión, la más encendida cordialidad se dirigen juntos a Caracas. Allí al sentirse en su ambiente, más endiosado que nunca por sus amigos y familiares, pronuncia discursos de exaltación patriótica que no son comprendidos en Bogotá y que provocan una reacción favorable para el autonomismo. Decididamente, los días de la Gran Colombia estás contados.

Instalado transitoriamente en Caracas, apenas tiene tiempo para reorganizar ciertas ramas de la administración política. Pero hace muy poco, ciertamente, porque en todas partes “no hay más que bandoleros” y “todo no es más que contrabando y saqueo”, según sus propias expresiones. Las noticias alarmantes que llegan de Bogotá le hacen apresurar su retorno. Cuando llega, el 4 de julio de 1827, encuentra ya formados y definidos con carácter de oposición y lucha a muerte dos partidos políticos: los santanderistas o liberales y los bolivarianos o “serviles”.

Pero eso no es todo. En Lima también, y poco después de su salida ha sido derrotado Santa Cruz, que le sucediera en el poder, y ha sido abolida la Constitución bolivariana. En Ecuador y Bolivia no tardarán en producirse acontecimientos parecidos. La idea de la presidencia vitalicia está condenada a tener la misma suerte que la idea monárquica sustentada por San Martín con parecida intención política: se la desacredita y denigra en todas partes. El afán de libertad, los movimientos democráticos son tan impetuosos que no toleran, por lo menos en la letra constitucional, ningún atentado contra la democracia modelada en los fuegos de la Revolución Francesa. Sin embargo, los militares ambiciosos aprovecharán precisamente de la agitación que producen estas ideas y del gran peso de ignorancia y analfabetismo de la inmensa masa americana para servir sus propias pasiones, a veces simplemente sus mezquinos intereses, desnaturalizando las verdaderas esencias liberales e instaurando sangrientas tiranías. Fue aquello una crisis social de crecimiento, inevitable, que no pudo superarse sino con el transcurso del tiempo y la enseñanza de dolorosas experiencias.

Cuando Bolívar llega a Bogotá, está ya de antemano vencido. El partido que se levanta frente a su obra no hace más que robustecerse bajo la habilísima dirección de Santander. Sin embargo, su prestigio legendario le sostendrá aún en pié, beligerante.

La Convención de Ocaña, convocada para reformar la carta fundamental de Cúcuta, será en realidad la arena de una lucha enconada y violencia entre los dos partidos.

Bolívar, con su impulso acostumbrado, asesta, desde que llega a Bogotá, golpes de retórica admirable a la obra Legislativa y gubernamental de Santander, Presidente de Colombia durante la ausencia del Libertador. Santander responde también con gran habilidad.

El día que se reúne la convención, Bolívar se instala en Bucaramanga para seguir sus deliberaciones e incidencias. Y lo primero que conoce es su situación de inferioridad en el número de parlamentarios adictos. Santander tiene la mayoría absoluta desde las votaciones iniciales. Entonces, sin esperar mucho tiempo, el grupo bolivariano opta por abandonar la Convención, la cual no tiene más remedio que clausurarse sin haber tomado ninguna resolución de trascendencia, por falta de quórum.

Casi simultáneamente, el Libertador se dirige a Bogotá. Su impotencia lo ha enardecido, lo ha hecho perder la ecuanimidad, y no quiere ya más que imponer, sea como sea y cueste lo que cueste, su voluntad. Y como cuenta con el apoyo incondicional de gran parte del ejército, asume el poder con carácter dictatorial, sin ningún respeto a las fórmulas convencionales.

Es su primera gran falta política, el salto a ciegas que le conducirá irremediablemente hacia la pérdida final. El mismo, en uno de sus instantes de clarividencia, lo sabe, y exclama: “Compadezcámonos mutuamente, el pueblo que obedece y el hombre que manda solo”.

Por medio de un decreto supremo, constituye un Consejo de Estado, integrado por gente de su círculo íntimo. De esta manera, es él quien ejerce el poder absoluto, como lo había ejercido otrora en Venezuela, en el Perú. Pero como de la revolución y de la lucha contra el enemigo común ya ha pasado, sus actos arbitrarios, cuando clausura cátedras en la Universidad, cuando reabre conventos y devuelve sus privilegios al clero, no hacen más que socavar aceleradamente su prestigio y engrosar las filas de sus adversarios.

Como medida de transacción, en un instante que se siente tambalear, nombra a Santander ministro plenipotenciario en Washington. El ex - vicepresidente acepta hábilmente el cargo, pero permanece en Colombia, avivando en forma subterránea y organizando de mil maneras la rebelión contra el dictador. Poco tiempo después las cosas parecen maduras, y el 25 de octubre estalla el golpe. El grupo principal de los conjurados, generales y antiguos políticos, se reúne en casa del poeta Luis Vargas Tegeda, y antes de salir en son de guerra, copian apresuradamente en el papel que encuentra a la mano, el verso que acababa de componer el vate, y que revela hasta qué punto había subido el rencor contra el Libertador:

Sí a Bolívar, la letra con que

(empieza

y aquella con que acaba le

(quitamos

Oliva, de la paz símbolo hallamos.

Esto quiere decir que la cabeza

al tirano, y los pies cortar debemos,

si es que una paz durable

(apetecemos.

Los insurrectos asaltan en diferentes puntos. En el cuartel principal no tienen éxito y son rechazados enérgicamente. Pero el grupo mandado por Corujo penetra el recinto del edificio donde se encuentra Bolívar, desarma a la guardia, hiere al edecán y está a punto de penetrar en la habitación que les habría entregado la presa buscada. Al sentirse perdido, Bolívar quiere morir valientemente, quiere tomar la espada, como lo hiciera siglos atrás el fundador del Imperio Español en el Tahuantinsuyo, Francisco Pizarro, cuando fueron en busca suya los almagristas, en Lima; pero Manuela Sánz, que allí se encuentra, procede con más astucia, logra imponer criterio y le obliga a saltar por una ventana.

Esta hábil maniobra femenina no hará más que prolongar, no por mucho tiempo, la lucha, y aplazar la caída irremediable del Libertador.

(Parte de un capítulo del libro “San Martín y Bolívar”, publicado en Buenos Aires el año 1949, editorial Claridad, por Armando Bazán).
Armando Bazán.

Del libro “Cajamarca” (Tomo V), página 161, 162, 163 y 164.

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(*) Nazario Chávez nació el 22 de septiembre de 1891 en el pueblo de Huauco (hoy llamado Sucre), localizado en la Provincia de Celendín en Cajamarca, Perú.

Fue profesor de literatura y castellano en el entonces prestigioso Colegio San Ramón en Cajamarca. Además de su vocación pedagógica, Chávez Aliaga fue periodista y en 1923 empezó a editar el diario El Obrero el cual por sus ideas por las clases trabajadoras fue clausurado por el gobierno de Augusto B. Leguía. Sin embargo, tres años después, en 1926, vuelve a su carrera periodística gracias a una estrategia inteligente de posicionarse a favor del gobierno anticivilista de Leguía a través de algunos contactos y así tener el control de un periódico con el fin de consolidar sus ideas progresistas. Viaja a Lima y con una subvención del gobierno compra una imprenta y luego vuelve a Cajamarca desde donde editaría un nuevo diario llamado El Perú cuya primera edición aparece el 28 de julio de 1926. Este periódico le sirvió a Chávez Aliaga para poder llegar social y políticamente al pueblo. El Perú tenía un contenido algo ambiguo pues por un lado se pronunciaba a favor de la política de Leguía, pero por otro publicaba artículos de José Carlos Mariátegui de la revista Amauta que éste mismo le enviaba a Chávez Aliaga como por ejemplo "El problema del indio". El periódico mostraba una clara tendencia indigenista con críticas al gamonalismo e ideas que favorecían la protección de trabajadores y artesanos en Cajamarca. La trascendencia de Chávez Aliaga no se limita a su rol periodístico sino que toma liderazgo en algunas iniciativas políticas como la reestructuración del más importante gremio de Cajamarca, la Sociedad Obrera Libre Artesanos y también participó activamente en la creación de la Sociedad Obrera de Hualgayoc, la Sociedad Obrera de Bambamarca,la Asociación Fraternal Obrera de Hualgayoc, entre otros. Estas organizaciones cobraron vida y, en algunos casos, se reorganizaron en 1928 y 1929.

En estos mismos años, el entonces joven Víctor Raúl Haya de la Torre y sus ideas progresistas emergen en la política peruana para crear un partido, y en este afán trata de llegar a varios puntos del país contactando algunos líderes claves, siendo uno de ellos Nazario Chávez Aliaga. Haya de la Torre conocía a Chávez Aliaga a través de su diario El Perú y de Antenor Orrego. Es así como en 1929 Chávez Aliaga es invitado a ser secretario general del Partido Aprista Peruano (APRA) en Cajamarca. Participó activamente en la difusión de las ideas del APRA y en levantamientos a favor de los obreros y campesinos. Fue prefecto de Cajamarca.

Posteriormente, las bases ideológicas del partido aprista se fueron alejando de las expectativas de Chávez Aliaga quien decidió tomar otros rumbos políticos y toma las filas del Movimiento Democrático Pradista dirigido por el que sería presidente del Perú Manuel Prado Ugarteche. Chávez Aliaga fue invitado por Prado en su primer gobierno (1939 - 1945) a que ocupara varios cargos como el de Secretario y asesor del Consejo de Ministros de la Presidencia de la República. Luego fue diputado al Congreso por Cutervo (1950) y secretario de la Cámara de Diputados.

Para el segundo gobierno de Prado (1959-1962) éste lo nombró en 1956 Secretario General de la Presidencia de la República.

Falleció el 14 de noviembre de 1978 en la ciudad de Lima.

Fuente de la biografía
: Wikipedia.
Fotografía: (1) Carátula del libro Cajamarca, Tomo V. (2) Armando Bazán. (3) Don Nazario Chávez Aliaga, junto al Presidente Prado, en el avión que los conducía a los EEUU de Norte América. (Mayo de 1942)

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