Por Mario Peláez
No hay manera de que Lima disimule su gordura de cemento y empacho de avisos publicitarios. Realidad que solo genera menos espacios públicos y menos vegetación. Aunque muchos incautos a este despropósito llaman modernidad, y otros pobres de espíritu, posmodernidad (y hasta sueñan verla parecida a Miami…).
Pero es a nivel de la cultura que Lima deja ver su carencia absoluta, su devaluación espiritual. El centralismo crece en arrogancia y la informalidad ha terminado lumpenizada. Al criollo, al vivaso, al maletero (enquistados en el poder político y económico) no le interesa la cultura, esa que porta pensamiento crítico, que defienden las identidades y fomenta el cambio. Lo que patrocina es la “cultura” de entretenimiento, del vedetismo, que no exige al cerebro reflexiones, dudas, preguntas y sensibilidades.
Y mucho peor, hoy los capitalinos o limeños viven “menos en sus cuerpos y más en el interior del ordenador”.
De allí entonces las superlativa importancia de las provincias. En ellas todavía hay tiempo, espacio, disposición y querencias por lo propio. Es decir todavía hay tiempo para pensar, defender y crear.
A modo de ejemplo me referiré al patrimonio cultural de la provincia de Celendín, en su recodo de la literatura y de las artes plásticas, de los dueños de la belleza, “sin la cual la cultura no podría vivir”, dice Freud.
Empezaré nombrando a sus “clásicos”, Armando Bazán, Julio Garrido Malaver y Alfonso Pelaéz, todos con premios nacionales y traducidos a varios idiomas. Con iguales pergaminos y calidad, Alfredo Pita, Jorge Díaz Herrera y Gregor Díaz Díaz. También Antonieta Inga y Malena Pelaéz.
Ídem en calidad, Gutenberg Aliaga Zegarra, Tito Zegarra Marín, Jorge Horna, José Luis Aliaga Pereyra, (seguro que son muchos más, lamentablemente no los he leído).
En cuanto a artistas plásticos, Alfredo Rocha, cuyos cuadros andan por todo el mundo. Miguel Díaz Dávila, escultor y pintor de obras extraordinarias. Sin duda uno de los mejores artistas plásticos del país.
No podría dejar de mencionar a un científico cuyos libros se leen y discuten en las mejores universidades del país y del extranjero. Me refiero al neurocientífico social Pedro Ortiz Cabanillas.
Ahora bien. ¿Cuánto hemos leído y gozado de todos ellos?. ¿Cuánto se difunden su creación a nivel regional y nacional?. ¿Cuántas otras expresiones culturales han sido investigadas?. Etcétera.
Así, entonces, como Celendín, hay muchas provincias con valiosos aportes. Contribuciones que enriquecen la diversidad y fortalecen la resistencia al neoliberalismo cultural.
(Me permito formular una sugerencia: crear LA CÁTEDRA CELENDÍN para el desarrollo cultural, para el amor a la lectura y de la investigación del patrimonio intelectual y artístico de la provincia, al seno del proceso intercultural. CÁTEDRA a donde pueden concurrir amas de casa, estudiantes, profesionales y trabajadores en general. Ya es tiempo de nutrir los afectos con otras riquezas espirituales que trasciendan lo puramente decorativo y del adjetivo emocional… ).
(Hasta el próximo domingo, amigo lector)
0 comentarios:
Publicar un comentario