Por Mario Pelàez
El diálogo conlleva (además del ceño fruncido…) reflexiones y responsabilidades de calibre mayor, al decir de los griegos. Más tratándose de un tema tan sensible y controversial como la igualdad de género.
Los amigos Benjamín, Mateo y Ramiro, muy sueltos de huesos y locuaces, se enfrascaron en una discusión sin interesarles un comino el “señorío académico”. Entonces mejor sería afirmar que solo se trata de una conversación de fin de semana, en una tarde de verano. Escuchémoslos.
- En fechas trascendentales, Lima se viste de gala espiritual. No es para menos tratándose del Día de la Mujer. De esa santa mujer- dijo emocionado Benjamín.
- Por qué no decir con propiedad que se trata del día de la comercialización de sus encantos, de la servidumbre doméstica y de la desigualdad salarial – precisó con tono calmo Mateo.
- Ya empiezas con tus arrebatos ideológicos, cual letanía- replicó Benjamín.
- Por mi parte celebro a todo dar el Día de la Mujer. Al menos ese día la mía no me jode. Posiblemente porque siente, más que otros días, su rol de madre, de esposa. Y si las observamos bien, este día multiplican sus atenciones, y hasta lucen mejor sus atributos, a la medida del infernal verano; entonces la calentura de los cuerpos empiezan a escalar y el Don Juan asoma presto- dijo sonriendo Ramiro.
- No vulgarices la reunión. Tú vas al extremo, a la mujer objeto y Mateo al otro extremo, al de idealizarla- reiteró Benjamín con gesto adusto.
- En cambio tú Benjamín solo quieres condenarlas de por vida en el rol de abnegadas esposas, de sacrificadas madres y de superlativo ejemplo para las hijas. Argumentación penosa, injusta y cínica. En tales condiciones la mujer pierde su libertad, deja de ser ella, pues solo vive a través de los otros, del marido y de los hijos, sin emociones propias, y así hasta el fin de sus días. Situación que empeora con la otra explotación, la de su centro laboral, donde el peaje carnal sigue siendo requisito de empleo y de ascenso. En buena cuenta, la mujer pierde su identidad. Repetiré lo que dice una extraordinaria mujer: “NO SE NACE MUJER: LLEGA UNA A SERLO”- argumentó pausadamente Mateo.
- Y sigues con la misma cantaleta. Escucha, y bien: Dios precisó el rol de la mujer, inclusive su sacrificio y el dolor le fueron asignados. Escucha: “PARIRÁS CON DOLOR, TU MARIDO SE SEÑOREARÁ SOBRE TÍ”, Génesis 3:16- contestó a viva voz Benjamín.
Hubo una pausa, quién sabe para mejor afilar sus argumentos.
- En el fondo los dos hablan cojudeces. Si en este momento tendríamos un detector otro sería el dictado de sus conciencias. En los dos, y yo me sumo. Entonces en los tres predomina el interés carnal. Salvo que hayan decidido entrar al convento, ni así… -dijo Ramiro sonriendo.
- Lo que manifiesta Ramiro, más allá de la ironía, no deja de tener razón. Por eso la igualdad entre hombres y mujeres en esta sociedad patrialcal, solo será posible si los hombres derrotamos el machismo. Si dejamos de considerarnos dueños y señores de ellas. En el fondo de privatizarlas, como “señora de…”. Inclusive la prostitución existe por el machismo. El problema no es de vaginas más o de vaginas menos, tampoco de penes más o de penes menos o quién lidera (incluyendo el orgasmo), sino de la igualdad entre seres humanos, igualdad de géneros. Para lo cual también se requiere una suerte de revolución doméstica, cuya primera conquista sea un nuevo contrato sexual, diferente de lo establecido en el patriarcal derecho canónico y del propio derecho civil - dijo Mateo.
- Pero acaso la mujer no ha logrado ya derechos importantes de carácter laboral y político. Hoy hay cientos de gerentas, de presidentas, y hasta de futbolistas, solo la demagogia de los comunistas desconocen estas conquistas democráticas – replicó Benjamín.
- Por supuesto. Las mujeres han logrado derechos, sobre todo en Occidente. Salvo uno: decidir su destino por ellas mismas. Entonces la mujer seguirá siendo mujer desde que se levanta (a preparar el desayuno y demás tareas domésticas) hasta que se acuesta (más el tiempo suplementario de la emboscada carnal del marido). Por lo tanto las mujeres seguirán siendo el segundo sexo, como las denomina Simone de Beauvoir - dijo pausadamente Mateo.
Esta vez se impuso una larga pausa. Ramiro aclaró la voz, levantó el mentón y dijo:
- Brindemos por las Evas, sin ellas no disfrutaríamos los supremos placeres, y no tendríamos la imprescindible mano de obra en casa.
Los amigos sonrieron y sus labios deletreaban, “s a l u d, s s a l u d…”.
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