Con engolado tono y mirada autoritaria, muchos especialistas argumentan que los resultados y consecuencias de la tecnología no depende de ella misma, sino de cómo se la utilice y para qué. Que ella, pobrecita, no es culpable de nada. Afirmación que sería un axioma si fuera producto del azar o un obsequio divino. Pero no, la tecnología es resultado del trabajo de expertos en alianza con quiénes la solventan económicamente, sea empresa privada o el Estado. Proceso que desde su concepción tiene definido los objetivos y propósitos: las utilidades, el consumo masivo, la competencia, la identidad de marca y del país y los comportamientos. Y que como combo cumple una función ética y una tarea ideológica determinadas.
En el caso del Pokémon Go su objetivo ideológico, potenciado con un innegable atractivo, es reforzar el escapismo de las personas, la desrrealización, la desconexión de su problemática. Vale decir, asilar a las personas en el éter, donde ya viven millones… Y son los niños y jóvenes del Tercer Mundo los primeros en ser contaminados, perturbados, pues no cuentan con las defensas culturales, educativas y recreativas de calidad, de las que sí gozan sus pares del Primer Mundo.
Pokémon Go termina cazando al cazador. Depredando su capacidad para imaginar, pues una cosa es desarrollar la capacidad para imaginar con el esfuerzo del cerebro; y otra es la “imaginación” dada por la tecnología, por los contenidos procedurales, que el cerebro procesa hasta el empacho, sin encarar a los “personajes” que actúan por si solos. Estrategia (como quien diría) que discurre adiestrando a los ordenadores a comportarse como humanos, y enseguida enseñando a las personas a comportarse como ordenadores.
A lo mejor ya llegó el día de la involución, de la primera promoción de humanoides que levitan por calles y avenidas tras de ilusas imágenes, sin ninguna compensación intelectual ni espiritual, solo buscando una homeopatía emocional. Einstein decía: “Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. El mundo solo tendrá una generación de idiotas”
Entonces me atrevo a formular una respuesta que para muchos será ilusa, ingenua y trasnochada. Aquí va : que los niños y jóvenes lean un par de cuentos a la semana o unas páginas de libros como, “200 leguas de viaje submarino”, “Los Tres mosqueteros”, “Lluvia de Estrellas”, “La Isla del Tesoro”, “El Principito”, “El Sastrecillo Valiente”, “Querencia”, Canción de Navidad”, “El Niño Junto al Cielo”, entre otros muchos; y a la par jueguen al TROMPO (a ceñir épicamente la cintura del viento) y elevar una COMETA, hasta los aposentos de los dioses.
0 comentarios:
Publicar un comentario