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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

viernes, 20 de marzo de 2015

Dichosos los que saben llorar

Una lágrima es eso que humedece los ojos del mundo. Y que el mundo se empeña en ocultar.

Es eso que nos tragamos tantas veces por soberbia, por orgullo, por demostrar fortaleza y queda atorada en la garganta, aprtetada en el corazón, comprimiéndolo todo.

Es tan profunda, que no sabemos con certeza de dónde nace, ni si podrá morir alguna vez.
A veces una lágrima cicatriza una herida, lava una pena y ablanda.

Una lágrima es un recuerdo, una angustia, una desesperación, una interogante.

Una lágrima puede ser a veces el comienzo del perdón, la primera luz de rectificación, que hace estrechar una mana.

Una lágrima puede ser el sueño desvanecido que rozó nuestros párpardos o el amor perdido que aún está dulce, húmedo.

Una lágrima es a veces la gota mágica que hace cambiar por dentro.

Cuando tenemos que pagar nuestra cuota de dolor, la lágrima ayuda.

Cuando la derramamos en el corazón querido, o en la intimidad de la amistad, la lágrima une, estrecha, funde.

La lágrima transforma, enseña, disuelve los rencores, las espinas, las malas yerbas que van creciendo en la amistad e impidiendo acercarse, abrazarse, comprenderse.

La lágrima descubre.

El que ignora los motivos por los que las derramas, no te conoce.
¡Dichosos los que saben llorar!



Autor anónimo.

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