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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

miércoles, 2 de julio de 2014

Vallejo, en la encrucijada del drama peruano (III)

(Conferencia ofrecida por Ernesto More en la Facultad de Química de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en diciembre de 1966)

(...)

¿Quiere decir que Vallejo, humilde peregrino por los campos peruanos, captó la esencia peruana mejor que los que poseían todos los atributos del saber y todos los instrumentos de la publicidad? Así fue, Vallejo captó en su ser el reverso del tejido, y fueron el desdén, la privación, la cárcel y prácticamente el destierro los elementos que le revelaron las causas del sufrimiento de este país. Él percibió el origen de su descoyuntamiento, de su inestabilidad de torbellino, de la duplicidad psíquica del peruano, del estado de suspensión en que vivimos, de la carencia de una fe nacional, de una responsabilidad en la acción, de una perspectiva histórica. Quien busque, hallará en su probeta estos elementos. Tal cosa la sintió ya Vallejo en 1928, antes de su viaje a Rusia. Los párrafos de la carta que desde la capital francesa escribiera el 18 de ese año a su amigo Pablo Abril de Vivero, son reveladores de lo que pasaba en el alma del poeta en cuanto se ponía a pensar en su patria. "...a medida que vivo dice y que me enseña la vida (la letra dice el adagio—, con sangre entra), voy aclarándome muchas ideas y muchos sentimientos de las cosas y de los hombres de América. Me parece que hay la necesidad de una gran cólera y de un terrible impulso destructor de todo lo que existe en esos lugares. Hay que destruir y destruirse a sí mismo. Eso no puede continuar; no debe continuar. Puesto que no hay hombres dirigentes con quienes contar, necesario es, por lo menos, unirse en un apretado haz de gentes heridas e indignadas, y reventar, haciendo trizas todo cuanto nos rodea o está a nuestro alcance. Y, sobre todo, hay que destruirse a sí mismo y, después, lo demás. Sin el sacrificio previo de uno mismo, no hay salud posible..."

Estas palabras reflejan la parte consciente del poeta, que se hacía cargo del estado poco menos que primario en que se encontraba nuestra patria, tan preñada de apóstoles. Fue esa conciencia lo que le hizo exclamar sin duda por aquellos días estas palabras dignas de Isaías: "Volverá al Perú cuando no quede piedra sobre piedra". Mas la parte subconsciente, aquélla que llena los conductos creadores del artista y del poeta, va a producir sus frutos en su obra poética. Esa obra significa el negativo del Perú, diré para evitar confusiones, la película del Perú, no revelada todavía.

Vallejo pertenece a un país, cuyo destino histórico ha sido truncado como el de ningún otro país, excepción sea hecha de México. En ninguna parte, en efecto, surgieron civilizaciones tan extraordinarias como a lo largo de nuestro suelo, a base de las cuales, en un proceso de capilaridad sorprendente, los incas forjaron el más admirable sistema políticosocial de este hemisferio. Nuestra diversidad física, inigualada también, creó platabandas para la proliferación de sociedades que se distinguieron en la cerámica, el tejido, la arquitectura y la administración de las cosas, todo este humus que está latente en nuestro subsuelo y del que hemos sido privados violentamente. La conquista se mostró aquí más severa que en otras partes. Y eso es explicable, tanto por la grandeza misma de nuestro suelo, capaz de causar temor a los españoles, cuanto por la existencia de una savia nativa penetrada de un principio activo superior al que podía animar a otros organismos. Había que terminar con ello, extirpando sus raíces. Y vinieron el saqueo y la destrucción de los templos, la quema de los quipus, la desarticulación de un sistema de trabajo y de producción.

Vallejo sintió todo este proceso en su propio ser, ya que el poeta, viviendo más allá de su tiempo mortal, tiene el privilegio de resumir el pasado para proyectarlo en los espacios todavía nublados del porvenir.

"Yo soy el coraquenque ciego / soy el pichón de cóndor desplumado / por latino arcabuz... A veces en mis piedras se encabritan / los nervios rotos de un extinto puma".

Este tremendo traumatismo histórico fue mucho más violento y grave en el Perú que en otras partes de nuestro continente, por la sencilla razón de que aquí encontraron los españoles mucho más objetos y razón de destruir que en otras regiones.

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Páginas 132, 133 y 134 Vallejo, en la encrucijada del drama peruano de Ernesto More


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