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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

sábado, 12 de abril de 2014

Mariano Iberico Rodríguez, el infalible vitalista bergsoniano.

Por su 122° aniversario de nacimiento.


Por Carlos Reyes Álvarez.

Mariano Iberico migró de Cajamarca a los 17 años en una lenta mula hasta la localidad cercana de Chilete, para enrumbarse en ferrocarril hasta Pacasmayo, luego a La Libertad y terminar su viaje, como el viaje del espíritu, a Lima. Sus padres fueron Mariano Iberico Noriega y su madre Concepción Rodríguez Risco. Ambos cajamarquinos, aunque su padre tenía procedencia chachapoyana. Emprendió ese viaje para estudiar Filosofía en la Universidad de San Marcos y seguir, a la vez, estudios de Jurisprudencia. Se sabe poco sobre esos años biográficos y no existe, tampoco, una biografía completa de él. Pero sí que a los 21 años presentó su tesis de Bachiller que lo inició en la vida académica con su obra “El Carácter”, de rasgo positivista.

Eran años en la vida agitada universitaria en la que se realizaba un tránsito de una perspectiva de la realidad a otra. El positivismo “que fue posterior a la derrota nacional, y pareció corresponder a la tristeza y desesperación de entonces” (José de la Riva Agüero) fue culminando para dar, en 1909 con la traída del bergsonismo por Alejandro Deustua, “alas al espíritu”. Se estableció la cátedra intuicionista en los salones de San Marcos y es así que Humberto Borja García, Ricardo Dulanto, Víctor Andrés Belaúnde, Javier Prado, Óscar Miró Quesada y Mariano Iberico cultivaron tal doctrina con una honda dedicación.

La tesis de doctorado de Mariano data de 1917, y es una apología a la filosofía de Bergson, le valió honrosísimos comentarios y afamados elogios el que le dispuso a enviar la tesis al mismísimo francés, a través de Francisco García Calderón en Francia. Obtuvo una respuesta de grato agradecimiento y de pedido a que se siga “perfeccionando su doctrina todavía no acabada”. De allí que, en una reedición de su tesis en 1920, Iberico incluyera un estudio sobre la “intuición moral”, estudió que respondió a ese pedido de ampliación, pues Bergson no había todavía publicado su libro “Las dos fuentes de la moral y la religión” (1932).

Según Sobrevilla, después de esta publicación, es que se realiza el tránsito de la “etapa estetizante” a la “etapa religiosa” del filósofo cajamarquino. En 1926 publica su libro “El Nuevo Absoluto” en el que trata aspectos de “realidad nacional” someramente y esencialmente su postulación de un nuevo absoluto, no uno estático y anclado en la tradición, sino uno dinámico. A la par que creía que la etapa de crisis en que la sociedad actual vivía, sólo podía ser superada a través de una voluntad, la voluntad religiosa. En cambio José Carlos Mariátegui creía que era a través del mito de la revolución proyectada en el “alma popular”. En efecto, tuvo una relación cercana Iberico a José Carlos, pues la obra “El Nuevo Absoluto” fue publicada en la editorial Amauta. Y según Sobrevilla también, hubo una cierta influencia de uno sobre otro, por Mariátegui acercarse a Bergson y por Iberico acercarse a los problemas nacionales.

En su etapa de “madurez” publica otras tantas obras, entre ellas “La Aparición”, ejemplar en cuanto restituye el rango de igualdad al “fenómeno kantiano” con el “noúmeno”. Y mediar entre el paso del ser a la aparición por la “creación”, de allí que trate sobre la poesía a la que considera una “fiesta de la aparición”. Libros de corte metafísico y vitalista también encontramos en los demás, cabe contar su libro de poesía “Notas sobre el paisaje de la sierra” y el “Sentimiento de la vida cósmica”, además de publicaciones tardías en las que trata temas referentes al espacio y el tiempo.

Iberico así, destaca entre uno de los pensadores más prolíficos y originales en la historia de la filosofía en el Perú. Sus obras, no menos, deberían reeditarse y estudiarse de nuevo, al alcance de estos nuevos tiempos en los que la razón científica ha cobrado una nueva hegemonía y se ha perdido, como el mismo autor lo dice, un “contacto con el ritmo cósmico”.

Carlos Reyes Álvarez. (1991). Es un joven natural de la provincia de San Miguel, Cajamarca. Estudió la secundaria en el Colegio San Marcelino Champagnat de Cajamarca (2007) En la actualidad cursa el último año de Filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Trabaja en la ONG: Grupo de Formación e Intervención para el Desarrollo Sostenible.

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