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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

lunes, 15 de julio de 2013

GUACRAYO



Por Tito Zegarra Marín

Sumbat
Por coincidencia, programamos nuestra visita de campo al caserío La Florida (la onceava en el presente año), los días en que  pequeños pueblos de la parte alta del distrito de Sucre,  se preparaban o ya celebraban la festividad en homenaje a su patrón religioso: San Juan Bautista. En efecto, pasado el medio día  del 22 de junio, ingresamos desde  Cruzconga a esos amplios y ondulados territorios que conducen al mencionado  caserío, antes Guacrayo, nombre chocante y enigmático.


Atardecer límpido y frío al recorrer las verdes pampas de Tincat y al  llegar al bello villorrio La Quinuilla, done sus pobladores conmemoraban la antevíspera del día central, también en pleitesía al patrono San Juan; departimos  leche chocolatada con pan familiar y nos contagiamos del entusiasmo  por su festividad, que incluía  animación por una  orquesta cajamarquina.

Al día siguiente, muy temprano, reiniciamos el recorrido pasando por el borde alto, lado derecho, del centro poblado de Calconga. Al observarlo, comprobamos que aún conserva rasgos  tradicionales e históricos, y, lo más importante, circula dentro de ella sangre de origen  prehispánico, las familias Yupanqui y Quisquiche, aunque ya pocas, hacen ese honor. 

Calconga
Pronto descendimos a la antigua comunidad de Muñuño, a cuyo  costado derecho luce inmensa la planicie de Zumbat, otrora hacienda renombrada dedicada a la ganadería, cuyo último propietario fue el hijo sucrense  Hildebrando Aliaga Zavaleta. Una amplia y alargada  avenida cruza a esa antigua comunidad, en cuyos filos, por decisión de sus moradores se han construido   pequeñas casas dándole una tenue sensación de urbanidad. Como en otros casos, erróneamente se le ha cambiado de nombre, por  San Francisco de Zumbat.

Luego de recorrer  la avenida y voltear la suave pendiente, sorprende a la vista otra de las extensas y llamativas llanuras, cubierta de pastizales y de ganado vacuno, de nombre Zumbatillo, conformante de la hacienda Zumbat. Su propietario, Hildebrando Aliaga y José David Reyna Rojas, dueño de la hacienda de Tincat, incursionaron, poco después y con éxito, en la actividad  comercial  y  empresarial, en la ciudad de Chachapoyas. Ambas haciendas fueron lotizadas.

Atravesamos las pampas de Zumbatillo por el antiguo camino de herradura, respirando  aire limpio que casi ya no se tiene en las ciudades y disfrutando de ese sosiego y ternura de ambiente que aún nos depara la madre naturaleza. Trepamos luego por un caminito angosto    orlado de plantaciones de quiñuales, alisos y zarzales,  en cuya cima del lado derecho, un  picacho  de nombre Chunchulca se alza imponente que a decir de los moradores, esconde a los “gentiles”. Al   remontar la cima nos pusimos frente a otro escenario natural realmente deslumbrante: las enormes pampas ganaderas de Tallambo  conformantes de la legendaria hacienda  La Pauca (propiedad de la familia Puga Estrada de Cajamarca), y del histórico predio El Sauco (propiedad  de la municipalidad de Sucre), de tantos recuerdos, por su origen y gestas por su recuperación, grabados  en la memoria imborrable de  sus hijos.

Ya  en terrenos escarpados de Guacrayo, al caminar cortando cercas y superando alambradas, encontramos, entreverados con  maleza y tierra, restos de cerámica  parecidos en su contextura y color a los de la zona, en especial La Lechuga, centro principal de una importante llacta preinca.  Nuestra meta era llegar al predio de Bernabé Sánchez, donde sabíamos se  guardaba dos litoesculturas  representativas de cabeza de felinos con los órganos exagerados (boca, orejas, dientes),  conservados y de cierta similitud a la piedra de Múyoc y de evidente influencia chavínica. No lo logramos por ausencia del mencionado propietario.  

Pero, ¿por qué el nombre Guacraryo? Cuentan que tiempos atrás, cuando tupidas montañas y bosques nativos se extendían por los alrededores de ese lugar, un gruñido estridente emanaba de las entrañas de esas montañas en medio de la oscuridad de la noche, ocasionando temor y espanto. Al parecer,  un ave desconocida y misteriosa a la que denominaron guacrayo era la causante, pero no era un ave cualquiera, se dice, era un animal endemoniado y maligno. El lugar, por mucho tiempo quedó identificado con ese nombre.

Después de casi 6 horas de caminata agotadora pero reconfortante, regresamos a Calconga, que  hacía gala de alegría y colorido en tributo a su patrono San Juan. Los amigos Yupanqui, mayordomos del año, nos brindaron grata hospitalidad,  la preparación de las vísperas centrales se aceleraba: castillos para los fuegos artificiales, cohetes y música  para alegrar el ambiente y apuros para  acondicionar el altar en la modesta capilla y el espacio para el baile popular.

Nuestros pequeños pueblos  con esas nuevas prácticas sociales (oriundas o incorporadas)  y el hermoso  paisaje en que se dan,  también nutren sus tradiciones y cultura. Gracias a la mamapacha por permitirnos, de nuevo, haber estado allí. 

Fotografías: Blog Movimiento de Unidad Sucrense.

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