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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

martes, 9 de octubre de 2012

La metáfora Cisneros

Por Javier
Fuente: BLog: 
http://lapizymartillo.blogspot.com
/2012/10/la-metafora-cisneros.html

Ha muerto Antonio Cisneros, con él se va otro de los grandes poetas del Perú y la lista sigue creciendo: La lista de una época aún dorada de la poesía del Perú, época que va apagándose poco a poco y que sus últimos fulgores los reconocemos en los obituarios que leemos cada vez con mucha mayor frecuencia.


No quiero caer en jorgemanriquianos lloros. No, por supuesto que no todo pasado fuera mejor. Pero, en los viejos chicos de mi edad, que ya peinamos orgullosas canas, esa poesía anterior tenía un aura mítica, esperanzadora, una poesía de espíritu deportivo, jocundo, a veces imprecatorio, a veces bohemia, pero que no quería perder su status de auténtica poesía. No se trataba solamente de poetas individuales o de grupos de poetas: ambos eran conscientes de la autoridad de una poesía que no cayera en la banalidad o el fácil aplauso. Eran tiempos donde aún se pensaba que la poesía podía hacer cosas, podía generar voluntades, incluso que podía cambiar el mundo. Bueno, eran los años sesenta. Miren nomás la foto de este post.


Cómo no querer esa poesía coloquial, de habla de barrio pero que trataba de asuntos serios. Poesía que se reclamaba joven pero que no rehuía de debatir agendas complicadas. Que bebía de la poesía mundial (señaladamente, la poesía anglosajona) pero que abordaba orgullosamente temas peruanos. Que, siendo criollos de pura cepa, buscaron un mestizaje ingenuo abrazando a ese otro Perú que, culturalmente, podía estar incluso en sus antípodas.

Pero esos años maravillosos en algún lugar del tiempo murieron para siempre. Y los jóvenes del ayer se convirtieron en los adultos de hoy, en el peor sentido del término. Acumular facturas, pagar la cara educación de sus hijos, mantener un tren de vida exigente, acariciar relaciones sociales especialmente importantes, cuidar la fama de una forma puerilmente publicitaria, seguir a flote en un escenario harto frágil como es el mundo de la literatura e intentar decirse todos los días que eres alguien que tiene que decir algo en este mundo. Y, si te queda tiempo, hacer poesía.

La adultez en el Perú no solamente es el simulacro de resignación realista al mundo que tienes. Significa, además, traición. En una de las últimas escenas de la inmortal película de Ettore Scola C'eravamo tanto amati, uno de los protagonista dice "nuestra generación se ha comportado vergonzosamente". En nuestro país, podríamos decir cosas bastante peores. Una de nuestras tragedias nacionales es la reiterada defección de nuestras generaciones, de un acomodo trivial e irresponsable con el sol que alumbra: ¿Cuántos demócratas de toda la vida, se aprovecharon de trabajar en las organizaciones velasquistas, para luego medrar cargos en el sector público, postular incluso como candidatos de izquierda y luego mutarse como -¿cómo se dice?¡ ah, sí!- consultores de empresas privadas y transnacionales? El joven poeta Toño Cisneros que rubricó su Canto Ceremonial Contra un Oso Hormiguero, jamás soñó con terminar de director de un centro cultural de una cancillería regentada por el genocida aprista.

No voy a negar su generosidad ni su bonhomía. Con probabilidad, muchos de sus contemporáneos también son. No es nada personal. Solamente la rabia que da una intelectualidad oficial siempre propicia a las migajas del poder. ¿Con cuántos gobiernos el gran Julio Ramón Ribeyro se sintió cómodo como representante del Perú en la UNESCO? Con todos.

Una vez más, y aunque suene como un macabro ejercicio, deseo que su partida signifique más libros suyos y más baratos. Signifique que los niños del Perú puedan leerlo.

Antonio, quizá esa sea la gran razón de tu existencia. De la existencia de la poesía.

Aquí la poesía del joven Cisneros:

TÚPAC AMARU RELEGADO

Hay libertadores

de grandes patillas sobre el rostro
que vieron regresar muertos y heridos
después de los combates. Pronto su nombre
fue histórico, y las patillas
creciendo entre sus viejos uniformes
los anunciaban como padres de la patria.

Otros, sin tanta fortuna, han ocupado
dos páginas de texto
con los cuatro caballos y su muerte.

(De Comentarios reales, 1964)


Todavía yo no había nacido. Lo que son las cosas.

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