Tomás Unger
Diario El Comercio
Diario El Comercio
Esta no es una página de espectáculos, deportes, ni arte, menos aun de tauromaquia. Menciono estos rubros porque las corridas de toros podrían, de alguna manera, caer en alguno de los tres primeros y, en este Diario, ya tienen su propia página. Hecha esta aclaración, me permito tocar el tema de las corridas de toros, porque, en mi opinión, toca tangencialmente un tema de mucho mayor importancia: la relación del hombre con los animales.
EL DEBATE
Se trata de limitar la edad de acceso a las corridas de toros por la violencia del espectáculo. Para quienes tenemos un televisor en casa o acceso a Internet –que los chicos manejan mejor que sus padres– el argumento parece surrealista: la violencia y crueldad son omnipresente y de libre acceso. Personalmente, encuentro el box más violento y cruel, sin un ápice de estética o arte, pero es una cuestión de gustos.
Como dato pertinente, una reciente investigación ha demostrado el alto riesgo de muerte temprana o invalidez por lesión encefalocraneana en boxeadores, jugadores de futbol americano y de hockey sobre hielo; pero ese no es mi argumento. No pretendo que se suspenda o limite el acceso a ningún deporte. Solo quiero poner en evidencia la arbitrariedad de las diversas actitudes hacia la violencia y crueldad.
HOMBRE Y ANIMAL
En la corrida de toros se trata de la crueldad del hombre con un animal. Como hemos visto, el espectáculo de la crueldad del hombre con el hombre no tiene aparentemente trascendencia, pues es de libre acceso a cualquier de edad. Ahora veamos la relación del hombre con otros animales.
Nuestra existencia, al menos en los países más desarrollados, está ligada al consumo de miles de millones de animales (cifras de 9 ceros). Solo en pollos cada año se consumen más de 20.000 millones de animales.
El ganado consumido se cuenta en cientos de millones de cabezas al año. La cría de animales para consumo humano es una de las mayores industrias, que ha alcanzado la mayor eficiencia en convertir alimentos, en su mayoría de origen vegetal, en carne. La manera más eficiente de hacerlo supone ignorar totalmente los instintos y naturaleza del animal y mantenerlo vivo hasta que alcance las características más adecuadas para convertirlo en alimento más rentable.
Las condiciones en las que se logra esto van de lo sórdido a lo macabro: patos clavados al piso alimentados por bombeo para hincharles el hígado. Gallinas que no caminan, reses que no pastan, chanchos colgados vivos para desangrar, etc. Es parte de nuestra cultura, como lo son las manifestaciones para que no se usen animales en experimentos biológicos y médicos. Sospecho que cualquier res de hacienda se cambiaria gustosa por un toro de lidia.
LA TECNOLOGÍA
La vida de un animal “industrial”, ya sea ave, cerdo, bovino, etc., es artificial desde la inseminación que la inicia hasta los diversos métodos de terminarla. Durante el tiempo que demora el animal en alcanzar su peso optimo, cualquier actividad física resulta en un gasto no rentable (energía consumida) por lo que es evitada.
Una gallina ponedora no tiene para qué caminar, ni una res de carne moverse. Su vida es metabolizar alimento hasta el punto en que alcanza su peso optimo. En la mayoría de los animales para consumo este se alcanza dentro del primer 25% de su expectativa de vida.
Los miles de millones de animales que criamos para alimento han sido degradados a una existencia miserable. No, no sabemos lo que piensan, si piensan, o lo que sienten. No nos interesa.
Cuando se trata de comer o ganar dinero, cazamos ballenas con arpones explosivos, colgamos animales vivos para que se desangren y vendemos ‘pate de foie’. Son realidades de la vida sobre las que preferimos no hablar y que no van a cambiar.
LA OTRA TECNOLOGÍA
Al otro lado están los animales silvestres. Aquí es otra tecnología la que los agrede. Talamos bosques, construimos represas y gasoductos, echamos sustancias toxicas al agua y alteramos los ecosistemas. Hoy se cuentan por cientos las especies amenazadas y a diario mueren miles de animales en encuentros con nuestra tecnología. Desde pájaros que chocan con edificios, de animales atropellados o electrocutados hasta los envenenados en lagos, ríos y playas.
Sé que muchos tratan de hacer algo al respecto. La conciencia nos remuerde y las señoras, al menos algunas, han dejado de usar pieles. Tenemos excelentes zoológicos y los chinos están gastando millones para salvar al panda, condenado a la extinción por razones evolutivas. Hay preocupación por la conservación de la naturaleza y mucha gente muy bien intencionada lucha por hacer algo…pero un número mucho mayor se preocupa más por hacer dinero. A juzgar por los informes de las diversas sociedades involucradas en la conservación de la biodiversidad, los defensores van perdiendo.
¿Y LOS TOROS?
Me pregunto qué efecto puede tener sobre nuestra relación con los animales, el prohibir el ingreso de menores a los toros, o para el caso prohibir el uso de animales de laboratorio. Porque no prohibir la venta de hamburguesas (si realmente las hacen de carne de res), reduciendo el número de reses sacrificadas. Independientemente del debate sobre si las corridas de toros son un espectáculo que vale la pena conservar, el pretender que defendemos a los animales me parece una total e indignante hipocresía.
En cuanto a la violencia, solo pido que vean cinco minutos de avisos de cualquier canal de cable que anuncia sus estrenos. Hace unos días conté más de 20 muertos (hombres, mujeres y niños) en cinco minutos. Dos acuchillados, uno quemado, otros por explosión y el resto a balazos. No he oído ningún debate sobre una revisión de los programas de TV con miras a impedir que los niños vean violencia.
Enfrentemos los hechos: hacemos lo que da dinero y la violencia en los espectáculos ha demostrado ser altamente rentable.
Personalmente, encuentro una corrida de toros mucho menos violenta o cruel que cualquier película de Tarantino y la mayoría de las de Scorsese.
EL DEBATE
Se trata de limitar la edad de acceso a las corridas de toros por la violencia del espectáculo. Para quienes tenemos un televisor en casa o acceso a Internet –que los chicos manejan mejor que sus padres– el argumento parece surrealista: la violencia y crueldad son omnipresente y de libre acceso. Personalmente, encuentro el box más violento y cruel, sin un ápice de estética o arte, pero es una cuestión de gustos.
Como dato pertinente, una reciente investigación ha demostrado el alto riesgo de muerte temprana o invalidez por lesión encefalocraneana en boxeadores, jugadores de futbol americano y de hockey sobre hielo; pero ese no es mi argumento. No pretendo que se suspenda o limite el acceso a ningún deporte. Solo quiero poner en evidencia la arbitrariedad de las diversas actitudes hacia la violencia y crueldad.
HOMBRE Y ANIMAL
En la corrida de toros se trata de la crueldad del hombre con un animal. Como hemos visto, el espectáculo de la crueldad del hombre con el hombre no tiene aparentemente trascendencia, pues es de libre acceso a cualquier de edad. Ahora veamos la relación del hombre con otros animales.
Nuestra existencia, al menos en los países más desarrollados, está ligada al consumo de miles de millones de animales (cifras de 9 ceros). Solo en pollos cada año se consumen más de 20.000 millones de animales.
El ganado consumido se cuenta en cientos de millones de cabezas al año. La cría de animales para consumo humano es una de las mayores industrias, que ha alcanzado la mayor eficiencia en convertir alimentos, en su mayoría de origen vegetal, en carne. La manera más eficiente de hacerlo supone ignorar totalmente los instintos y naturaleza del animal y mantenerlo vivo hasta que alcance las características más adecuadas para convertirlo en alimento más rentable.
Las condiciones en las que se logra esto van de lo sórdido a lo macabro: patos clavados al piso alimentados por bombeo para hincharles el hígado. Gallinas que no caminan, reses que no pastan, chanchos colgados vivos para desangrar, etc. Es parte de nuestra cultura, como lo son las manifestaciones para que no se usen animales en experimentos biológicos y médicos. Sospecho que cualquier res de hacienda se cambiaria gustosa por un toro de lidia.
LA TECNOLOGÍA
La vida de un animal “industrial”, ya sea ave, cerdo, bovino, etc., es artificial desde la inseminación que la inicia hasta los diversos métodos de terminarla. Durante el tiempo que demora el animal en alcanzar su peso optimo, cualquier actividad física resulta en un gasto no rentable (energía consumida) por lo que es evitada.
Una gallina ponedora no tiene para qué caminar, ni una res de carne moverse. Su vida es metabolizar alimento hasta el punto en que alcanza su peso optimo. En la mayoría de los animales para consumo este se alcanza dentro del primer 25% de su expectativa de vida.
Los miles de millones de animales que criamos para alimento han sido degradados a una existencia miserable. No, no sabemos lo que piensan, si piensan, o lo que sienten. No nos interesa.
Cuando se trata de comer o ganar dinero, cazamos ballenas con arpones explosivos, colgamos animales vivos para que se desangren y vendemos ‘pate de foie’. Son realidades de la vida sobre las que preferimos no hablar y que no van a cambiar.
LA OTRA TECNOLOGÍA
Al otro lado están los animales silvestres. Aquí es otra tecnología la que los agrede. Talamos bosques, construimos represas y gasoductos, echamos sustancias toxicas al agua y alteramos los ecosistemas. Hoy se cuentan por cientos las especies amenazadas y a diario mueren miles de animales en encuentros con nuestra tecnología. Desde pájaros que chocan con edificios, de animales atropellados o electrocutados hasta los envenenados en lagos, ríos y playas.
Sé que muchos tratan de hacer algo al respecto. La conciencia nos remuerde y las señoras, al menos algunas, han dejado de usar pieles. Tenemos excelentes zoológicos y los chinos están gastando millones para salvar al panda, condenado a la extinción por razones evolutivas. Hay preocupación por la conservación de la naturaleza y mucha gente muy bien intencionada lucha por hacer algo…pero un número mucho mayor se preocupa más por hacer dinero. A juzgar por los informes de las diversas sociedades involucradas en la conservación de la biodiversidad, los defensores van perdiendo.
¿Y LOS TOROS?
Me pregunto qué efecto puede tener sobre nuestra relación con los animales, el prohibir el ingreso de menores a los toros, o para el caso prohibir el uso de animales de laboratorio. Porque no prohibir la venta de hamburguesas (si realmente las hacen de carne de res), reduciendo el número de reses sacrificadas. Independientemente del debate sobre si las corridas de toros son un espectáculo que vale la pena conservar, el pretender que defendemos a los animales me parece una total e indignante hipocresía.
En cuanto a la violencia, solo pido que vean cinco minutos de avisos de cualquier canal de cable que anuncia sus estrenos. Hace unos días conté más de 20 muertos (hombres, mujeres y niños) en cinco minutos. Dos acuchillados, uno quemado, otros por explosión y el resto a balazos. No he oído ningún debate sobre una revisión de los programas de TV con miras a impedir que los niños vean violencia.
Enfrentemos los hechos: hacemos lo que da dinero y la violencia en los espectáculos ha demostrado ser altamente rentable.
Personalmente, encuentro una corrida de toros mucho menos violenta o cruel que cualquier película de Tarantino y la mayoría de las de Scorsese.
Fuente: Diario El Comercio, martes 7 de febrero 2012.
1 comentarios:
particularmente creo que el rechazo del gran publico a la tauromaquia se centra en la superioridad del hombre frente al toro por obvias razones mientras que en el boxeo es un enfrentamiento entre dos atletas en igualdad de condiciones y lo mas importante nadie los obliga como si lo hacen con el indefenso torito -- amo el boxeo --
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