Poetiza.
Nació en Celendín, en el último cuarto del siglo XIX. Colaboradora del diario
“El Perú" de Cajamarca y de periódicos y revistas extranjeros. Hay un dolor
inmenso en sus poemas. Supo ser madre y esposa.— Murió en el año 1953.
Doña Vicenta Bazán de Araujo |
DOLORA
El
placer y el dolor son primicias de
la vida, pero la
senda del dolor nos
conduce a la
superación del espíritu.
¡Cómo se me rasgan
las carnes
Dios mío!
—las carnes de mi
alma!
El áspid planta su
veneno,
la sierpe avieza
ensortijóse en espiral,
indolente, rastrera,
indómita,
se enclavó en el
pecho mío,
—de oro y perderías
engalanado—
diluíase,
en el horizonte azul
de la vida.
Fue todo esto una
tarde violeta
con esplendores de
misterio
con doblar de
campanas,
con agonías de
cisnes.
Desde entonces
presiento sus extorciones;
vigilo su rugir;
y cuando menos lo
espero
el dardo horada en el
pecho mío.
Palpo la herida con
mano trémula,
la miro —aflora;
una rosa púrpura
de pétalos de seda
sobre su cáliz
inhiesto.
Cómo me duelen las
carnes
¡Dios mío!
¡Las carnes de mi
alma!
¡Miserere! Exclama
de Israel el Monarca
—siervo de Jehova—
en uno de sus
inmortales Salmos.
¡Misericordia! Repito
yo
¡Pobre artista
cósmica dolorida!
Vicenta H. Bazán de
Araujo.
Del libro “Cajamarca”
tomo V de Nazario Chávez Aliaga (octubre 1958), página 207.
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