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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

miércoles, 11 de agosto de 2010

Opinión libre: El FMI “autoriza” el impuesto a las sobreganancias


Escribe Pedro Francke

Un impuesto a las sobreganancia mineras y petroleras es una gran necesidad en el Perú. Southern Copper, en los últimos 5 años ha tenido sobreganancias por encima de lo razonable, de 4,300 millones de dólares, suficiente para dotar a todos los peruanos mayores de 65 años de una pensión básica los doce meses del año. Las mineras que extraen oro han quintuplicado sus utilidades en los últimos 5 años; sus ganancias encima de lo normal suman en este tiempo 14 mil millones de dólares, más de 2,700 millones anuales promedio. Compárese eso con el presupuesto aprobado por el gobierno para iniciar el aseguramiento universal en salud, que no llega a 30 millones de dólares: el gobierno podría multiplicar por 50 lo que dedica a su programa estrella en salud si captara la mitad de las sobreganancias mineras del oro. Y falta el petróleo, el zinc, otras minas de cobre, etcétera.
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Último descubrimiento al respecto: el Fondo Monetario Internacional, el mayor defensor del capital trasnacional, el centro internacional que orienta a los economistas que abogan para que los inversionistas reinen libremente, el campeón mundial del neoliberalismo, defiende un impuesto a las sobreganancias.
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El libro que trae esta revolución se titula The Taxation of Petroleuum and Minerals: principles, Problems and practice, que se traduce como Los impuestos al petróleo y los minerales: principios, problemas y práctica. Una veintena de expertos internacionales escriben aquí sobre los distintos aspectos de la tributación a las industrias extractivas. Vean las frases, traducidas por mí, de este libro.
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“Como las rentas de la extracción pertenecen, enteramente, a los ciudadanos, el gobierno, como su agente, requiere un régimen tributario que capture esas rentas, cuando estén por encima del promedio habitual de las ganancias”. Así escribe Paul Collier en una revisión general del tema en los países en desarrollo. Más claro, ni el agua. Pero hay más.
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Otro experto, Bryan C. Land, del Banco Mundial, añade: “El objetivo de un impuesto sobre la renta de los recursos naturales es capturar la renta producto de la explotación de un depósito de minerales o hidrocarburos. La renta se entiende como el excedente de valor generado por esa explotación por encima de los costos de producción, incluyendo los retornos al capital. Siguiendo ese principio, un impuesto a la renta de los recursos naturales grava las ganancias que exceden el mínimo necesario para que el capital sea invertido”.
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¿Son raros estos impuestos? No. Este autor los encuentra en Canadá, Rusia, Australia, Papúa Nueva Guinea, Ghana, Tanzania, Madagascar, Namibia, Zimbawe, Angola, Azebaiján, Kazakhstán, Islas Salomón, Timor Leste, Malawi y Liberia. ¿Son recientes? Tampoco, en Papúa Nueva Guinea se aplican desde hace más de 40 años. Este experto del Banco Mundial hace sus cálculos basado en una tasa de impuesto a las sobreganancias de 50 por ciento, aunque diversos países imponen tasas muy distintas: en Papúa Nueva Guinea es 70 por ciento, en Australia 40 por ciento, en Ghana 35 por ciento, en Angola varía según cada yacimiento.
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Resumiendo su análisis, Bryan C. Land concluye: “Un impuesto sobre la renta de los recursos naturales ofrece un potencial bastante alto para maximizar la recaudación tributaria, al mismo tiempo que genera pocas distorsiones, comparado con otros impuestos sobre las ganancias”.
Hoy, hasta el FMI apoya un impuesto a las sobre ganancias mineras y petroleras. Pero el “perro del hortelano” no quiere. El férreo matrimonio de Alan García con la Sociedad de Minería y Petróleo no quiere que le toquen sus enormes, gigantescas, riquezas. Esos perros del hortelano son los que impiden que los peruanos tengamos un seguro de salud de verdad para todos y que haya pensiones mínimas universales. Hoy, con este libro del FMI, han perdido al último defensor de la absurda idea de que una docena de empresas son más importantes que 28 millones de peruanos.

Fuente: Revista Hildebrant en sus trece número 16, del viernes 6 de agosto 2010, página 13.

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