Su
canto persiste e insiste en la defensa del mundo natural, cuya diversidad
biológica, hoy más que nunca, está amenazada por la codicia e insensibilidad
humana. Emanaciones desmesuradas de gases tóxicos de las industrias
transnacionales, talas y deforestaciones perversas de los bosques,
explotaciones mineras envenenadoras de la tierra y el agua, con el
consentimiento de Estados y gobiernos sometidos al imperio del poder económico.
Tal es el afán de acumular dinero para unos pocos, en desmedro de toda la
humanidad y nuestro hogar natural: el
planeta Tierra.
Ante
esto, tres voces femeninas alzadas y honestas:
Irene Pereyra de Vásquez (Celendín 1904. Falleció el año
1986)
Las pencas
(…)
Resignadas e inmóviles
reciben las caricias de los vientos
y, con alerta en ristre,
custodian con desvelos vigilantes
a los solares, setos y caminos.
Su austeridad a la tormenta burla
Su austeridad a la tormenta burla
y, en su facción extática
de tallos empinados,
ofrece al arco iris sus colores.
(…)
Con actitud de heraldos en desfile
erizan sus espinas defensoras,
saludando al anónimo pasajero
con verde paz e inclinación solemne.
(…)
Y los magueyes épicos
son de las pencas corazones e hijos
que del centro materno
nacen, para crecer altos y esbeltos.
(De Cajamarca la bella)
Antonieta Inga del Cuadro (Celendín, 1939)
Cómo estarán los eucaliptos
Cómo
estarán los eucaliptos de mi tierra
Por
entre qué hojas volará la tierra amada
Cómo
estarán los sauces
con sus
lágrimas bebidas por el río
Cómo
estarán las pencas del camino
y cómo
hincarán ahora noche y día
Cómo el
cielo, el sol y el empedrado
el
balcón de la casa, el camino
Cómo
andará el silencio empolvado
de
tristeza
Qué se
hará de nuestros nombres
sin tus
voces
Por
dónde huirán las aguas
Qué se
dirá de la luna
Qué será
de tus pasos
“Adiós”
a quién le dirá tu mano
a la
altura de tu frente bienamada.
(De Otra armonía todo)
Elba del Carpio Merino (Celendín, 1944)
El Mirador
He
subido a San Isidro
tu
cerrito atisbador
y desde
allí yo contemplo
tu
paisaje encantador:
Chacras
cual libros abiertos
mensajes
de labrador
de
eucaliptos escoltados
de
pencas y ruiseñor.
Hileras
de blancas casas
con
romántico balcón
ponchadas
de rojos techos,
y de
humeante fogón.
Dentro
de cada casita
adivino,
hay un corrillo
de
mujeres que trenzando
sombrero,
charlan y ríen.
Por las
calles menudean
pasito
delator
en
busca del rico queso
de
chocolate y de pan.
Y yo,
bajo saboreando
del
paisaje el suave olor,
y un
manto de luna baña
a
Celendín con amor.
(En revista Bicentenario, 2002)
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