“Alejado el hombre de la naturaleza progresivamente pierde su salud”
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Después del aire, el agua fría es el mejor alimento y “medicamento”. El hombre puede vivir sin comer cuarenta o más días, pero no puede resistir mucho tiempo sin beber. Nuestro cuerpo en más de sus dos terceras partes es agua y, renovándose este elemento en él, se favorece también la renovación orgánica.
Así como no todo aire es favorable para nuestro organismo, no lo es tampoco cualquier agua. El agua de mar, cargada de substancias minerales corrosivas intoxica, lo mismo que el agua detenida que hemos calificado como “agua muerta”, en contraposición de “agua viva”, que es la de vertiente, estero o río y especialmente la que, naciendo de la montaña, se despeña golpeándose en su camino. Esta es la mejor agua para mantener la salud, pues en su elemento lleva disuelto aire, energías magnéticas, solares y eléctricas.
El "agua viva" nace de la montaña
Estos elementos energéticos del agua son absorbidos por el organismo principalmente en la boca, por cuyo motivo debemos beberla a pequeños sorbos y como mascándola, nunca de golpe porque puede producir trastornos en los pulmones y en el estómago por reacción nerviosa y térmica. Por su propiedad absorbente, la piel aprovecha también, además de los elementos químicos del agua, sus energías en disolución, de aquí la importancia que tiene el no secar el cuerpo después de su aplicación parcial o total de él.
El agua más pura y al mismo tiempo vitalizada es la que se contiene en frutas y verduras crudas. Este es el motivo porque los crudivoros nunca sienten sed.
Como agente externo el agua fría es estimulante de la fuerza vital porque, colocando al organismo en conflicto térmico, lo obliga a desarrollar mayor actividad para defenderse del frío. Este esfuerzo llamado reacción, trae a la piel el calor interior, acelera el cambio orgánico, pone en acción las defensas naturales y favorece las eliminaciones morbosas. Siendo la propia fuerza vital el agente que realiza la vuelta a la salud, el agua fría sabiamente aplicada estimula al organismo en su tendencia curativa.
El aire, el agua y la tierra son elementos más a nuestro alcance como agentes vitales, ya que donde ellos faltan el hombre no puede vivir tampoco. Para servirse del agua no se necesita más que un depósito que la contenga y una toalla o la misma mano para aplicarla sobre la piel, siendo por tanto la “medicina” más al alcance de pobres y desvalidos.
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