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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

martes, 27 de febrero de 2018

(Conciencia crítica) En torno al carnaval GLOBALIZACIÓN Y CULTURA DEMOCRÁTICA

Por Mario Peláez

Bien sabemos que la historia ha traído una nueva presencia con pretensiones de ser conciencia hegemónica, pensamiento único. Que para mejor identificación tiene nombre imperial: Globalización Neoliberal. Presencia que no podemos ignorarla y que obliga a mantenernos en guardia.


Ocurre que la cultura neoliberal está concebida y luego potenciada como mercancía, como negocio, y como mediocre entretenimiento. Lejos, muy lejos del espíritu; pero cerca, muy cerca de los instintos, de las respuestas primarias, de las emociones elementales. Desde luego no se trata de aislarse o de endiosar lo propio como exclusivo. Proceder así terminaría congelando la cultura y consolidando enfermizos nacionalismos. 

El Perú es una potencia cultural. Su diversidad tiene raíces milenarias. Aquí conviven (aunque no amorosamente por culpa del Estado) lo andino, lo amazónico, lo afro, lo español, lo italiano, entre otras culturas. Entonces tenemos garantizada nuestra parecencia universal.

Sin embargo, el acecho del neoliberalismo cultural requiere de reforzar nuestras defensas culturales. No bastan los cientos de fiestas patronales y los escenarios arqueológicos, que muchas veces tienen un rol pasivo, de promoción turística. De allí la necesidad de incorporar nuevos escenarios culturales que afinen nuestro espíritu crítico.


El CARNAVAL es potencialmente uno de ellos. Espacio cultural absolutamente laico, de puertas abiertas y receptivo a nuevas iniciativas sociológicas y al espíritu crítico con el statu quo, sin que nada de ello enturbie su alegría, su coqueto colorido y erotismo (“batán, batán”, dicen los celendinos mofándose del machismo). Desconozco cuánto de andino se ha sumado al carnaval, sobre todo en la Sierra y en los clubs provinciales y distritales con sede en Lima. Pero sí sé que ni la feudalidad, ni el capitalismo y menos el clero pudieron con el carnaval, no obstante los intentos de satanizarlo y prohibirlo. 

El carnaval es una fiesta popular que a todos nos convoca y coteja. ¡Tal es la magia de la calle!

Parafraseando al poeta: todo lo que viene del pueblo debe regresar a él para activar su espíritu crítico y democrático;



(Hasta el próximo domingo amigo lector)

Fotografías de Angela Lindt, carnavales en Celendín y El lirio (Huasmín).

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