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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

domingo, 5 de marzo de 2017

¿Solos en el Universo? ¡QUE TAL ARROGANCIA LA DEL SER HUMANO!

Los medios de todo el mundo acaban de informar el descubrimiento de un nuevo sistema solar en torno a la estrella TRAPPIST-1 que cobija “señales de vida”. Por fin nuestra arrogancia de considerarnos los únicos protagonistas del Universo sufre un primer jaque, y seguro que más temprano que tarde será jaque mate.

¿Estamos solos en el Universo?

Estupenda ocasión para filosofar (todos podemos hacerlo sin necesidad de ser filósofos o astrofísicos). En mi caso lo haré con arsenal casero, con el leal sentido común, la audaz imaginación, más una dosis de irruptiva y de lecturas.

Empezaré reflexionando sobre el origen del Universo en tanto “totalidad del espacio-tiempo y de la unanimidad de las formas de la materia”. Veamos:

O el Universo es hechura de la casualidad (a partir del Big Bang) que hace posible que se junten, el sinnúmero de elementos constitutivos; se mesclen, se complemente, se articulen, se separen y antagonicen. Sin un plan ni causa que lo determine. Puro azar. Absoluto azar.
O el Universo es creación de Dios, de su sabiduría: de su omnisciencia, omnipresencia y omnipotencia. Al modo y estilo que explicitan las “sagradas escrituras” (Biblia, Corán y Torá). 

O (tercera posibilidad) que el Universo sea el resultado de la casualidad y de Dios, pero Dios como resultado también de la casualidad. Y que luego de creado, Dios convierte el primigenio y artesanal Universo en maravillosa creación, con los hermosos detalles como el arco iris y las infinitas metáforas del cosmos.

En cualquiera de los casos, el tiempo y el espacio no existieron antes del Universo. Siendo esto así es coherente preguntar dónde se encontraban las fuerzas que movilizaron a la casualidad. Pero entonces también es pertinente preguntarse dónde estaba Dios y qué estaba haciendo antes de la creación del Universo, antes de la existencia del tiempo y del espacio. En cuanto a la dimensión o tamaño del Universo ni todas las matemáticas ni físicas, más millones de imaginaciones del calibre de Dante podrían darnos un aproximado del tamaño del Universo. Pero lo que sí sabemos es que la Tierra es más diminuta que un átomo al seno del Universo.

Con tan insignificantes credenciales resulta arrogante y oportunista sostener que la Tierra es el único lugar donde florece la vida. Como tampoco es leal que las religiones consideren al creador del Universo un Dios solo para un minúsculo predio llamado Tierra, con un puñado de fieles adoradores. Si este es el caso se trataría de un Dios menor y no del creador del Universo; dejando desiertas, deshabitadas trillones de trillones de trillones de galaxias. Entonces recuerdo la locución adverbial “por angas y por mangas” y apuesto por que sí hay vida en sinnúmero de ámbitos del Universo.

¡Qué bien que no estemos solos! Así podremos intercambiar experiencia de vida.

Mientras llegue ese feliz día, concretemos la conquista social de la Tierra para todos; y así también lograr que solo muera la muerte, como dice César Vallejo. (Hasta el próximo domingo, amigo lector).

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