LA BANCARROTA DE LOS MANDAMAS…
Por Mario Peláez
La historia republicana registra una cadena de acontecimientos deplorables, vergonzosos. Los culpables los mismos de siempre: la clase política y los grandes propietarios. Quienes desde el primer momento supieron protegerse y mimetizarse. Hicieron de la impunidad su divisa. La propia Independencia se concreta en contra de su voluntad. Por eso la presencia de San Martín y Bolívar. Y es a partir de esa fecha que el establishment conduce al país al despeñadero. Ni siquiera intentaron promover sentimientos colectivos. El patriotismo recién surge como consecuencia de la derrota con Chile; y la peruanidad (el Perú como pertenencia) solo crece gracias al sentimiento de identidad de las provincias por lo suyo. Entonces se es peruano por ser en primer lugar provinciano. El centralismo no cesa de cuestionar la peruanidad pluricultural nacional.
Ahora con el “caso Odebrecht”, el Perú oficial vive en bancarrota y contaminando la vida nacional. Sus mejores exponentes ruedan con carga pesada como escarabajos.
Son millones de millones de dólares en danza y fuga. Cientos de tecnócratas, funcionarios y periodistas diligentemente acompañan a empresarios como Graña y Montero, y a la élite política Fujimori–Toledo–García–Humala-Castañeda. ¿Y PPK?. Él fue ministro de economía y premier durante el gobierno de Toledo. Es decir, el Perú oficial en pleno. Todos expertos en construir trampas, recodos, recovecos, bifurcaciones y triangulaciones de corte bancario.
Temo que una vez más triunfe la impunidad. Lamentablemente el país no cuenta con organizaciones sólidas, solventes y con capacidad moral. Los “partidos políticos” están en remate, y no hay señales de compradores.
Desde luego, no significa abdicar y constituirse en presa del pesimismo. No. Allí está la calle como respuesta y allí las redes sociales (no obstante su fragilidad, su falta de consistencia y continuidad para el discurso público.
Pero también podemos convertir el caso odebrecht en letanía cívica, en pregón cotidiano, y consiguientemente en lección ética. Comentémoslo en el hogar, en la escuela, en clubs provinciales, en polladas, en canchitas de futbol, en ceremonias patronales. Con el lechero, el tendero, el emolientero y recicladores: con la reserva moral del Perú. Pero sin olvidar la autocrítica, pues también ellos son culpables. Acaso no los elegimos como gobernantes una y otra vez. (Hasta el próximo domingo, amigo lector).
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