Por David Roca
Basadre
Un manto de humo cubre el
Perú entero. No es humo ocasional, no se trata de nublar la asquerosa operación
narcoindultos ni la podredumbre que todos sentimos que procede de palacio de
gobierno o los caseritos del lodo fujimorista, porque la verdad es que todo eso
encubre la poca importancia que se brinda a la vida cotidiana de los otros, de
los que se percibe ajenos, de los que no cuentan para las voces atipladas del
concierto público de políticos y opinadores frecuentes.
Ninguno de estos políticos u
opinadores es pariente de doña Margarita Ccahuana, que el año pasado murió con
cáncer en Espinar, por contacto con metales en las aguas que dan de beber a su
familia y sus ganados. No viven en las comunidades de Alto Huancané y Huisa,
donde han detectado cadmio, arsénico, plomo, mercurio entre tantos metales en
la sangre de personas y ganado. Tampoco se dan cuenta –porque nada los vincula-
de que en Hualgayoc, Cajamarca, todos deben tratarse por problemas derivados de
la concentración de plomo en sus organismos.
Me imagino lo que algunos de
los personajes conocidos o leídos dirían si saliera agua envenenada del caño de
sus casas, y sus familias terminaran enfermas y si, además, luego de quejarse,
nadie les hiciera caso. Pero ninguno de ellos vive en la serranía de Ancash, ni
toma agua de la laguna de Huachucocha donde ha arrojado sus miasmas la minera
Antamina que, además, ha tratado de ocultar el daño echando un químico
dispersante y destructor llamado biosolve sin que nadie se interese. Tampoco
viven al lado del basurero de tóxicos de Conococha, de la misma empresa
Antamina, por el que se pudre y envenena el agua, sin que nadie diga nada.
¿Saben que para la reunión
informativa de Odebrecht sobre hidroeléctricas en el Marañón, hace unos días,
se llenó el lugar del evento con personas traídas de fuera, y a la población
realmente concernida le impidieron ingresar con el apoyo de la policía? Allí
hubo humo hecho varas, rifles, golpes, amenazas, violencia contrea personas que
sólo luchan por su vida.
Los indígenas de las tres
cuencas del Pastaza, Corrientes y Tigre, para disipar el humo, han debido hacer
tomas de locales, movilizarse, gritar lo más fuerte posible, no para pedir que
entre Petroperú al lote 192 que no es tema sino que cumpla la declaratoria de
emergencia ambiental declarada por este mismo gobierno y se ejecute la
remediación de la tierra en que viven hasta donde sea posible, que se brinde
atención en salud a tanta gente enferma por la contaminación y se les dé la
compensación justa por tanto daño causado durante ya cuatro décadas de
destrucción de esas que fueran las tierras de sus antepasados.
Humo fue acusar de
terrorista a un sacerdote, el padre Ricardo García, que en la selva central, en
Pichanaqui, se solidarizó con su grey que rechaza a la empresa Pluspetrol –de
pésimos antecedentes- porque se estaba asentando en la región sin permiso.
¿Quién quiere a una empresa intrusa que viene de destruir otras cuencas? Humo
de incienso al diablo fue el del propio obispo de la zona que expulsó al hombre
que cumplía de verdad con su misión evangélica.
Humo es el silencio que pesa
desde hace años sobre sufridos pobladores de Paramonga, aquicito nomás, a
cuatro horas de Lima, que piden que se declare en emergencia sanitaria a su
comunidad para que ya no siga muriendo
gente por el aire contaminado por la empresa Quimpac, sin que le importe
a nadie.
Humo es el que sigue
habiendo en torno a las preocupaciones cotidianas de los pobladores indígenas
de Cañaris, a los que se les dice que vivimos en un país democrático mientras
se niega validez al voto con el que, cumpliendo todas las normas vigentes y con
valedores legales, le dijeron no al proyecto minero Cañariaco.
Hay humo en el silencio con
el que se deja hacer a unos fiscales que en Bagua acusan a los indígenas awajún
y wampís que hace seis años resistieron la embestida mortal de las actividades
extractivas que, tal y como previeron, se están llevando de encuentro no sólo
el bosque de Condorcanqui sino que, sin escrúpulos, a sus hijos e hijas
mediante la mayor plaga de VIH de todo el país, la que trajeron los
trabajadores que vinieron con las empresas depredadoras.
Hay humo en torno al empeño
terco, nacido de la evidencia inmediata, que fortalece la lucha de los comuneros
en El Tambo contra el proyecto minero Tía María, y a los que se niega el
derecho sobre su propia tierra.
Hay humo cuando se habla
todos los días de delincuencia, de inseguridad en las zonas más pobres de las
ciudades, para que no se note la impudicia de una seguidilla de gobernantes
tahúres y de funcionarios con sueldos de oro que, además, niegan presupuesto a
las necesidades mayores de la misma gente que desprecian.
Los olvidados suman
millones, están en todos los lados, dispersos, ocultos por el humo de los que
son felices gracias a ese crecimiento hijo del infortunio de los que no tienen
voz.
Pero ya somos varios los que
estamos empeñados en que ese humo se disipe y que los olvidados digan lo que
tienen que decir. Y fuerte.
Fuente: Revista Hildebrant en sus trece. Viernes, 18 de septiembre de 2015.
0 comentarios:
Publicar un comentario