Escribe: Milciades Ruiz
Los enajenados viven un mundo distinto a la realidad y no se dan cuenta de ello. Los drogadictos abandonan la realidad bajo los efectos de sustancias alucinógenas pero al recuperar la lucidez saben que han caído en una trampa de la que no podrán liberarse. El daño cerebral es irreversible. Pero hay otras formas de alienación mental provocada artificialmente con fines de dominio de la voluntad ajena mediante la distorsión informativa. Puede ser reversible si la persona reacciona frente al engaño y evita caer en la trampa.
Todos estamos expuestos a los factores alienantes que se desarrollan en un sistema manipulado por los grandes intereses de la dominación capitalista. Pero no todas las personas tienen la capacidad de defenderse de dichos factores externos y por eso vemos a muchos oprimidos que abrazan la ideología de sus opresores. No logran percatarse de la fisiología de los intereses de clase y en la confusión terminan yendo contra sus propios intereses al estar bajo los efectos de una alienación inducida.
El neoliberalismo que se posesionó de nuestro país a partir del gobierno fujimorista puso en circulación la frase “El Perú es un país minero” con una clara intención alienante. Era una trampa para crear opinión pública favorable a los intereses de las transnacionales mineras haciéndonos creer que era lo que más convenía a nuestra patria. De esta manera, nos hicieron perder la fe en nuestras propias capacidades, abandonamos el desarrollo del agro, industria y demás sectores para convertirnos en adictos a la inversión extranjera, minera principalmente.
La extracción (sustracción) de nuestras riquezas naturales se vio estimulada febrilmente por los altos precios internacionales de los minerales lo cual hizo crecer el PBI dándonos la ilusión de una bonanza sin que ella se reflejase en la economía popular. Esa bonaza solo era presupuestal y no estructural. Mientras la enorme riqueza sustraída era remitida al extranjero para enriquecer a nuestros depredadores, contrastantemente por otro lado, los niños subían a los vehículos públicos para pedir ayuda, la delincuencia crecía y la prostitución invadía los hoteles.
El crecimiento artificial del PBI por bonanza de precios mineros llenaba de orgullo a los gobernantes y el país parecía exitoso cuando en realidad gran parte de ese PBI era ajeno y se iba afuera dejándonos solo la carroña de impuestos, canon y otras piltrafas. La falsa impresión de prosperidad creó la convicción de que solo con la inversión extranjera el Perú puede crecer.
Con el padrinazgo del Fondo Monetario Internacional, el MEF tomó las riendas del gobierno regentándolo. La alienación impactó las decisiones del gobierno nacional y el culto a la inversión extranjera se convirtió en religión. Los predicadores repetían el credo político. “La inversión extranjera trae progreso, la minería es la que más aporta al fisco, es la locomotora del crecimiento” etc. La alienación estaba en su furor.
Pero la bonanza por los precios minerales fue pasajera y la inversión extranjera se frenó. Los resultados de este proceso están a la vista. Nunca antes se había visto tanta delincuencia en las calles, oficinas, autoridades de gobierno en todo nivel, autoridades judiciales, fuerzas armadas y policía. El abandono de los otros sectores económicos generó un desborde social incontenible pues la minería no genera empleo significativo. Está en el último lugar del ranking laboral del Ministerio de Trabajo con apenas 1,3% de la PEA en plena bonanza (2012)
Por el contrario, la tendencia es a suprimir personal con la introducción de moderna maquinaria que desplaza cientos de trabajadores que van quedando sin empleo. Entonces, regiones tradicionalmente mineras como Pasco, Huancavelica, Cajamarca están entre las más pobres del país, en los últimos lugares de desarrollo regional.
Actualmente, la población está desesperada por el desborde social delincuencial y pide mayor seguridad ciudadana, mayores efectivos policiales y consiguientemente, más equipamiento, más fiscales y jueces, más infraestructura, mayor presupuesto para la represión que desequilibra los presupuestos para el desarrollo. Pero la represión no resuelve el problema porque la delincuencia es un producto social del imperante modelo neoliberal. No es la causa, es la consecuencia.
No contamos con industrias de gran escala con capacidad de absorber la creciente necesidad de empleo. La sobreoferta de mano de obra en el sector construcción ha creado bandas criminales. El agro fue abandonado a su suerte y los jóvenes huyeron hacia las ciudades mientras que otros migraron a la selva a destruir bosques amazónicos y trabajar para el narcotráfico hasta desplazar a Colombia en el abastecimiento internacional. Gran número se refugió en el extranjero, pero la gran masa flotante de desempleados entró en ebullición explosiva no teniendo otra alternativa que delinquir para sobrevivir.
No obstante, la alienación persiste y por más que se dan paquetazos “reactivadores” que prostituyen nuestra patria, no logramos salir de la recesión ni del desempleo. Bajo los efectos de la alienación, nuestro país se sometió a la estrategia de la dominación internacional firmando los TLC (Tratados de Libre Comercio) condicionándonos jurídicamente a proteger la inversión extranjera bajo represalias y penalidades. La alienación nos hizo festejar la firma del TLC con EE UU como si hubiera sido un gran triunfo nuestro cuando en realidad era todo lo contrario.
Pero la inversión extranjera minera engendró su criatura reversa. Sus daños ambientales hicieron crecer la protesta de los afectados en defensa propia, pero la alienación hizo creer que ello se debía a la infiltración política de “terroristas anti mineros”. Esta tergiversación ha sido contraproducente porque la ira de los afectados los está llevando al otro extremo de negar en absoluto la minería cuando en realidad la protesta es contra la destrucción ecológica del hábitat de los campesinos y la sustracción de nuestros recursos naturales. La minería sigue siendo indispensable pero no en los términos en que se desarrolla en nuestro país. La lucha es contra la contaminación venga de donde venga.
Con la alienación pro minera inducida a todo nivel, nos hemos olvidado de que el agro en otros tiempos, con un solo cultivo daba empleo a toda la costa en la cadena del algodón y era el sostén del presupuesto nacional por sus exportaciones, además de otras contribuciones conexas. Pero lejos de hacernos fuertes este cultivo y otros de carácter estratégico el sector fue abandonado. Hoy el algodón peruano está en estado de extinción e incapacitado para competir con países donde la ciencia y la tecnología han desarrollado variedades de mejor oferta.
El abandono del agro lo ha minusvalizado y después de haberlo postrado se le exige que sea competitivo con las potencias agrícolas internacionales. La participación de la agricultura en el PBI nacional ha ido disminuyendo en las últimas cinco décadas pasando del 11% del PBI a un 5%. Aun así, el agro todavía genera el 30 % del empleo nacional. La minería aporta el 14% con tendencia a la baja pero la mayor parte se va afuera y lo que nos deja no compensa el valor de la riqueza perdida ni el pasivo de daños ambientales. Su aporte al empleo es casi nulo.
La lógica del neoliberalismo alienante siempre ha sido: ¿Para qué apoyar a los agricultores peruanos si los mismos productos podemos importarlos a menor precio? Entonces se abrieronlas puertas de nuestro mercado y se ha continuado eliminando las barreras protectoras. Todo reclamo era contenido con la frase: “Tienen que ser competitivos”. Pero el agricultor peruano es uno de los más competitivos del mundo pues ningún agricultor gringo podría competir con los nuestros en las condiciones andinas de abandono total.
No son los agricultores, sino los precios los que no son competitivos en el mercado globalizado debido a que las potencias mundiales subsidian sus agriculturas y con las riquezas que nos quitan cubren la diferencia vendiéndonos sus excedentes a precios por debajo del costo. Esto es como cambiar dinero verdadero con dinero falsificado de menor valor. Pero si el país que nos vende alimentos hace trampa corresponde al gobierno poner las cosas en su nivel y no permitir el daño económico a los agricultores nacionales.
En anterior artículo “Agro y minería” he demostrado la supremacía del agro sobre la minería a través de la historia y su potencialidad como línea estratégica (Ver “Agro y Minería”https://republicaequitativa.wordpress.com/) con la ventaja del retorno de la riqueza exportada, que se queda como patrimonio nacional. Pero la figura se invierte con la alienación porque después de haber minusvalizado al agro para ponerlo en las peores condiciones ahora se dice que la minería es más importante.
La alienación nos hace ver que las mineras son tan bondadosas que “ayudan” a las comunidades del entorno destinando millones en programas agropecuarios, caminos y otros. Pero: ¿De dónde sale ese dinero? ¿De dónde proviene el dinero que se utiliza como “ayuda” a los gobiernos regionales y locales cómplices para que los “ayuden” a contener las protestas? ¿Y acaso con ello, quedan eliminados los pasivos ambientales? ¿Con ello se resuelve el problema de la contaminación y la destrucción ecológica?
En el balance analítico de costo beneficio, ¿cuál es la rentabilidad económica y social del país? ¿Vale seguir con el modelo que arroja pérdidas en el total? Es urgente el cambio de diseño del desarrollo nacional. Si no lo hacemos, la delincuencia por desempleo seguirá creciendo, los conflictos sociales continuarán con mayor fuerza y la insurgencia ciudadana será inevitable.
Junio 2015
(Remitido por Milciades Ruiz el 6.6.2015)
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