Por Arturo Bolívar Barreto
1. La cultura burguesa —heredera del pensamiento progresivo humanístico y de la Ilustración— devino definitivamente evasiva, agnóstica, irracional, negadora de esa herencia, por reacción al pensamiento revolucionario y a las insurrecciones sociales en el siglo XIX que habían hecho temblar el orden burgués recientemente consolidado. En adelante toda la elaboración ideológica de esta nueva cultura de élite se basó en el escamoteo de la realidad o en su uso utilitario, por ello en una construcción intelectual que fundamentaba el agnosticismo, el pragmatismo y, en sus consecuencias extremas,el irracionalismo. En el fondo de toda esta ideología estaba el individualismo a ultranza que sustentaba y garantizaba el dominio de los poderes fácticos del orden capitalista. Y en consecuencia contra todo lo que implicara democracia sustancial o que obedeciera al interés colectivo. Ya Nietzsche había proclamado que las ideologías igualitaristas, humanistas, incluso la moral cristiana, no habían traído más que desgracias a la humanidad, por eso llamaba a renunciar a los valores democráticos, libertarios, etc., todo lo que se pretenda igualación social, a la que consideraba una “moral de esclavos”, cuando lo que se requería para el progreso social era la“saludable” moral del más fuerte, del superhombre. Los burgueses que preservaban cierta herencia humanística, que valoraban los conocimientos científicos “sintieron extrañeza”, pero este individualismo extremo y radical, este irracionalismo, no era más que la quintaesencia de sus propias concepciones liberal burguesas. Como ahora sienten extrañeza los propios cultores de élite ante la cultura lapidaria de mercado que hace exclusión de sus sutilezas intelectuales, y no ven que esa totalizadora cultura de mercado no es más que la quintaesencia y realización de sus propias ideologías individualistas extremas, irracionales, llevadas a la cotidianidad de la vida social por el despótico capitalismo actual.
3. Pero al llegar a este punto todo el orden burgués convencional anterior es subvertido. Por eso ese humor escalofriante de la época, el sentimiento de que todos los valores civilizatorios han sido barridos. La fascistización cotidiana y la dictadura global del capital no sólo ha desterrado a la cultura progresista y revolucionaria, hace innecesaria también como dijimos la propia cultura de élite, la propia cultura convencional burguesa. Toda la gran cultura intelectual sutil y erudita de la evasión, y de la justificación e idealización implícita o explícita del sistema, pero de retórica construcción intelectual, ha sido dejada de lado, y con ello a sus propios cultores, a los eminentes y excanónicosartistas e intelectuales, que hoy saltan escandalizados, como nuestro Premio Nobel Mario Vargas Llosa, uno de sus últimos representantes. Cuando lo que existe en la actual “civilización del espectáculo”, que hoy critican y temen, no es sólo la quintaesencia de sus propias ideas, sino el cumplimiento constante y sonante de sus viejas aspiraciones ideológicas.
4. De manera que esta captura de la economía capitalista sobre la creación cultural, este control sobre el arte y la literatura a través de su mercantilización hegemónica, no hace más que desnudar la implicación directa entre poder fáctico y arte y cultura. Todo lo que antes había negado la cultura burguesa de élite para defenderse y atacar a la cultura progresiva que desvelaba y planteaba esta realidad, ahora queda en evidencia, la dependencia clasista del arte y la cultura ya es imposible de ser negada, solo que esa desnudez se ha dado al vencer, al entronizarse totalitariamente el poder burgués.
No obstante, esa misma condición implacable, ese omnívoro dominio capitalista, que crea también su propia inviabilidad —por su irracionalidad social y económica, revelada hoy como crisis sistémica— plantea las posibilidades, también insoslayables, por simple necesidad de sobrevivencia humana, de su derrocamiento y cambio. Pero esta lucha planteada en esta condición de globalización y dominación social y cultural integral capitalista, solo puede ser respondida también integralmente. Es decir la lucha por la defensa de la cultura, del arte, de la literatura, es directamente lucha política, pues no hay posibilidades de salvación cultural ya dentro del actual sistema social, sólo en otro alternativo. La lucha contra este sistema de dominación implacable comprometepor eso a todos los pueblos y a la mayoría de los sujetos sociales, y directamente a intelectuales, artistas honestos en la lucha antisistema. La exclusión elitista del artista o del escritor, del intelectual, en relación a las luchas sociales y políticas es, hoy más que nunca, ridícula, lamentable, anti histórica, arcaica. En quienes se da no hacen más revelar su abierta, oportunista y grosera postura pro sistema y anticultural.
El abrazo, la lucha, la difusión de la cultura progresiva no es sólo que esté vigente, es la única alternativa, y precisamente con mayor potencialidad democratizadora e integridad expresiva en esta era tecnológica; con todo lo que había implicado estacultura de humana, crítica, desveladora, revolucionaria, es la que, para revertir este orden y hallar la continuidad del progreso humano, está puesta a la orden del día para la presente y las nuevas generaciones.
Arturo Bolívar Barreto. Maestro y escritor peruano. Ha publicado narrativa, poesía, así como ensayos sobre crítica literaria y cultural. Es miembro del Gremio de Escritores del Perú.
0 comentarios:
Publicar un comentario