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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

viernes, 9 de noviembre de 2012

Al fin

Por Beatriz Isabel Pontoriero

Laguna Azul

Atroz la revelación apocalíptica, si hubiera quedado algún sobreviviente para ser testigo de aquel hallazgo décadas después, cuando los terremotos hirieron los asfaltos con grietas que derrumbaron a los edificios sobre sus cimientos. Bloques resquebrajados de hormigón fueron arrastrados hasta las bocas inmensamente oscuras de los agujeros silenciosos. ¿Cuántos esqueletos humanos bajo metros de tierra y oscuridad? Cientos, miles, millones… Esqueletos que se convirtieron en polvo apenas el aire del exterior los rozó con su aliento. Esqueletos de victimas cuyas muertes nada tenían que ver con catástrofes como aquella.

No tuve otra alternativa que utilizar los mismos venenos que ellos utilizaron en mí. No me dejaron otra opción. ¿Hasta cuando iba a gritar que se detuvieran sin que me escucharan? Huracanes, incendios, terremotos, desiertos, epidemias, calentamiento global... ¿Cuántas oportunidades más iba a brindarles? ¿Cuántas advertencias más iba a dejarles? Al límite de mis fuerzas…

Eran ellos... o yo.

Laguna El Perol
Muertos los últimos parásitos que, por siglos deambularon sobre mi cuerpo dejándolo exhausto y de él se alimentaron hasta el hartazgo, puedo decir ahora que soy libre.

Ver nuevamente el sol sobre mi cabeza sin que brumas negras y asquerosas de toxinas enturbien mi visión y ser testigo de miles de aves que extienden sus alas para volar sin temor a la libertad...

Sentir otra vez el calor de sus rayos acariciar y besar mi piel sin dañarla ni lastimar a aquellos que se desplazan mansos sobre ella...

Oír el fluir de mi sangre en las venas sin contaminar que navegan desde fuentes diversas para dirigirse a los mares y, de allí, buscar aquellos cristalinos océanos repletos de sobrevivientes exhaustos de tanta lucha...

Laguna Alfarjococha
Percibir mi respirar limpio en la exuberante vegetación que comienza a elevarse sobre mi cuerpo marchito con timidez...

Escuchar nuevamente cada latido fortalecido de mi corazón...

Sí, al fin ese parásito llamado “humanidad” ha muerto: extinto completamente.

Al fin he dejado de agonizar para resurgir nuevamente a la vida.

Fotos: tres de las lagunas que el gobierno yanacochino de Humala quiere destruir

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