Por Carlos Reyna
Richard Webb ha escrito un artículo en El Comercio bajo el título “Disciplina Social”. Sostiene allí que en el Perú sufrimos un exceso de democracia y de capitalismo.
Webb asegura que el régimen político y el sistema económico necesitan de una mejor fiscalización de las libertades en ambas esferas. En ambos existiría libertinaje y eso malograría su funcionamiento.
Webb asegura que el régimen político y el sistema económico necesitan de una mejor fiscalización de las libertades en ambas esferas. En ambos existiría libertinaje y eso malograría su funcionamiento.
¿Hiperdemocracia? Recuerdo a los miles de soldados y policías tomando Cajamarca para frenar la protesta social. Al Primer Ministro llegando a esa ciudad con el comandante general del Ejército a su lado. Y al Presidente declarando el Estado de Emergencia.
Esas no son escenas que respalden la tesis de un exceso de democracia en el Perú. Al contrario, la nuestra parece una democracia escasa, necesitada del auxilio militar para sostenerse.
Los conceptos del artículo de Webb me traen a la memoria otro reciente en The Washington Post. Su columnista Harold Meyers lo titula así: “La creciente tensión entre capitalismo y democracia”.
Se refiere sobre todo a Europa: a los ajustes de derechos sociales que está viviendo, a la ola de protestas, a la inestabilidad de sus gobiernos y a la propia crisis que remece a la Unión Europea.
Meyers apunta: “A lo largo del último año, el capitalismo se ha llevado buenamente la democracia por delante”.
El autor abunda: “Están surgiendo conflictos entre capitalismo y democracia por todos lados. Y puede que los europeos –y hasta los norteamericanos– tengan pronto que encarar una pregunta … ¿de qué lado están?”.
Las ideas de un cierto conflicto entre democracia y capitalismo no provienen solo del marxismo.
También la sostienen en el campo neoliberal. Huntington, Watanuki y Crozier la expresaron en 1975 en su mentado Informe de la Trilateral, que luego inspiró al Consenso de Washington.
Según ellos, la democracia, y algunos de sus elementos como la participación política o los derechos sociales, podrían no ser compatibles con una economía de libre mercado ni con la gobernabilidad.
Si eso se afirma para países de capitalismo desarrollado, nos toca preguntarnos por el Perú, cuyo capitalismo de sesgo extractivo tiene como principal bastión a la minería, un sector que exporta bastante pero distribuye poco e integra menos.
Acaso el sesgo extractivo de nuestro capitalismo, y sus dificultades para distribuir beneficios y articular al país, determina varias de nuestras taras políticas: marcado centralismo, carácter elitista del poder y un sistema político muy cuestionado.
Entonces, por qué extrañarse del escaso margen de juego que tienen un Presidente o sus ministros frente a las presiones contrapuestas del mundo agrario o regional, por un lado, y de las empresas extractivas por otro.
Y si se ponen de este lado del pleito, el de menor capacidad persuasiva, por qué extrañarse de que terminen poniendo Estados de Emergencia. Así, la nuestra quizás no es hiper ni infra pero sí una democracia bastante minada.
Fuente: Diario La República, diciembre 2011
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