Por Rodolfo Salazar (*)
De años he vuelto a contemplarte
Sentado a la vera de tu cause,
Contemplo con ternura corriente,
tu transparencia cristalina
de misterioso ensueño;
Contemplo tus aguas que proyectan
pálidos destellos entre los peñascos
y rojizos brillos en la claridad matinal.
Quintilla, tú sigues siendo el mismo,
las mismas a guas que en mi niñez jugué,
aguas que fluyen y fluyen sin cesar
y, son las mismas de ayer , de antes,
Aunque se renueven a cada instante
deslizándose suavemente en silencio
por las verdes pampas aromáticas
jugando al compás del sol radiante.
Quintillas, eres el canto polifónico
que llegas suavemente hacia mí,
Lanzando tu batalla de afectos
Con el follaje que cae de los árboles.
Eres música de vida sucrense,
Alegría de niños inocente,
Canto orquestado de mil voces,
de lamentos y de risas atado a mi ser.
Y ahora que estoy junto a ti
Veo tu fresco rostro sonreír,
acariciar las rudas de viejos molinos,
reflejando en tu travieso corazón
el romance de las piedras que besas,
y en tus espumas, remolinos de fe,
amor y esperanza venidera,
esperanza que será realidad.
Eres ejemplo para el sucrense,
incansable viajero de rutas inciertas,
Inmenso dolor de ausente en viaje
que va llevando secretos de vida
Junto con el tiempo lento, muy lento
dejando lágrimas regado en tu cause
cause infinito de días pasados
como ejemplo de tu inmensidad.
Respiro en el aire tu perfume,
Perfume que embriaga mi ser.
bebo tus aguas hialinas y puras,
aguas que arrastran mis sueños,
los anhelos de mi alma inquieta .
Al ausentarme, todo se va conmigo,
sólo Dejo mis deseos que dice:
“Te espero en la orilla de tu partida”
.
(*) Macaredo
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