Por José Luis
Aliaga Pereyra
Al llegar a Celendín, los primeros
días de agosto, leí en un quincenario local que, año tras año, los ciudadanos
conjuntamente con sus autoridades, se visten de gala y preparan con
anticipación para celebrar su fiesta patronal.
La plaza de palos más antitaurina del mundo |
Recorrí calles, plazuelas, locales
en medio de la actividad festiva y lo único que encontré fue un imperante
desorden, donde predomina el simplismo, la falta de un plan que mire al futuro
y bienestar del pueblo. Todo se hace siguiendo el molde de siempre: la
improvisación y el oportunismo.
Hay quienes caminan como sonámbulos,
envueltos en un mar de contradicciones. Les pasa lo que a nuestros cerdos, con
las disculpas del caso, al los que, después de haberlo alimentado con toda clase de porquerías,
lo conducen al camal y éste camina desconcertado y sumiso.
Los pobladores shilicos saben que la
intromisión minera cambiará radicalmente el ritmo de sus vidas. Algunos sueñan
que al fin llegará el ansiado trabajo para sus hijos; pero cuando les hablas de
la contaminación callan como no queriendo ver lo que está más claro que el
agua.
Han pasado las fiestas y ¡otra vez!,
Celendín se ha salvado milagrosamente de una desgracia que todos rogamos nunca
suceda. ¿Cómo es posible que las autoridades shilicas autoricen la realización
de una fiesta, con la gran concurrencia que sabían tiene, en una ciudad
invadida por ambulantes, con un hospital donde, ante una emergencia, no existe
una sola gasa, con una policía inoperante y, lo peor, con un servicio de agua
potable totalmente restringido?.
El mamotreto de palos felizmente
resistió las tardes taurinas para satisfacción de sus organizadores; un pequeño
temblor, Dios no lo quiera, y todo se venía abajo.
¿Cómo es posible, señores, hablar de
bienestar y futuro si no organizamos a nuestro pueblo, ¡ni siquiera le
informamos!, acerca de la intromisión minera y posible desaparición de sus
principales cuencas hidrográficas?
Nuestras autoridades, en el colmo de
la locura, incluso han aceptado el “apoyo” de Minas Conga para organizar esta
especie de adormecimiento colectivo.
Desde Chungo y batán llamamos a la
reflexión. Que no nos pase lo que a nuestros cerdos; aunque ellos jamás
supieron de semejante hipocresía.
Celendín 09 de agosto del 2011
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