Se
celebra hoy en el mundo el Día del
Trabajador. En el Perú podríamos más bien conmemorar el día del despojo a
los derechos del trabajador. Sobre todo desde Alberto Fujimori, nuestro país se
ha convertido, por orden del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial,
en un desierto de los derechos
laborales.
El
balance es cruel. Hace 106 años, en 1905, en la primera celebración peruana del
Primero de Mayo, mi abuelo Manuel Caracciolo Lévano trazó el primer programa de
reivindicaciones obreras. Lo hizo en la Federación de Obreros Panaderos Estrella del
Perú, que desde ese momento se convertía en la primera organización sindical del país, la cual
enarbolaba en sus flamantes estatutos los principios de su acción: “aumento de jornales, descanso dominical,
ocho horas de trabajo, supresión del trabajo nocturno, auxilio en los
accidentes, invalidez y ancianidad”.
Una
lucha heroica de masas arrancó
precisamente esas conquistas. La jornada
de ocho horas se impuso gracias
al paro de los días 13 a 15 de enero de 1919. Hoy, por obra de Fujimori, Alan
García y Alejandro Toledo, todo eso ha
sido borrado del mapa social.
Más
tarde, en octubre de 1928, José Carlos Mariátegui enumeró un conjunto de
derechos. La mano firme del Amauta exigió en los Principios Programáticos del
Partido Socialista:
“Reconocimiento
amplio de la libertad de asociación, reunión y prensa obreras.
“Reconocimiento
del derecho de huelga para todos los trabajadores.
“Establecimiento
de los Seguros Sociales y de Asistencia Social del Estado.
“Cumplimiento
de las leyes de accidentes de trabajo, de protección del trabajo de las mujeres
y menores, de la jornada de ocho horas en las faenas de la agricultura”.
Obreros y empleados
conquistaron en la primera mitad del siglo XX esos y otros derechos, siendo los principales la jornada de
ocho horas y el seguro social. Los trabajadores más jóvenes quizá no saben que
sus padres gozaron de vacaciones pagadas de un mes, pago de horas extras,
estabilidad en el empleo, compensación por tiempo de servicios.
En el Perú el trabajador
es un paria. Cuando
busca defenderse mediante el sindicato, enfrenta el despido. El despido es en
el Perú el arma de destrucción masiva de los sindicatos. Lo es desde el gran paro general de 1976, cuando el
general Francisco Morales Bermúdez emitió un decreto que autorizaba el despido
de los que habían encabezado esa lucha. Más de cinco mil dirigentes sindicales
fueron arrojados a la calle.
Hoy
mismo, debido a la rebaja del 1% en el impuesto general a las ventas que ha
recortado gastos en el presupuesto aprobado en 2010, hay una ola de despidos.
Frente
a esa marea antisocial que los Fujimori y los García encarnan sólo cabe la
santísima trinidad de una respuesta: unidad,
organización, lucha.
César Lévano
Fuente: La
Primera.
Lima, 1 de mayo de 2011
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