Vistas de página en total

"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

martes, 19 de abril de 2011

Opinión libre: Mi país resort

 Escribe Juan Manuel Robles

No me gusta en lo que se está convirtiendo mi país. Mi país se está volviendo un país resort y eso no me agrada ni un poquito. Porque los países resort existen para venderle tres días de gloria a un tipo con mucho dinero y a su secretaria romántica. Los países resort ofrecen muy buena comida, comida del mar y las montañas, y tienen construcciones monumentales, modernísimas. Pero no tienen nada más.

La soberanía no es una política opcional; es la obligación de todo país que se respeta, un gesto esencial que los niños merecen ver en sus líderes. A los países resort la soberanía les importa tres pepinos. En los países resort, el concepto de soberanía es reemplazado por otro más concreto, el de propiedad privada.

No me convence que mi país se sienta más desarrollado que hace veinte años, sobre todo si tomamos en cuenta que los niveles de ignorancia son los mismos. Me parece sospechoso el reciente asunto de la marca país. Me suena a embuste. Un país no es una marca. Marcas son Coca-Cola y Magia Blanca. Podremos tener una idea distinta, es posible que yo no haya tenido acceso a ciertas ideas de la modernidad, pero estarán de acuerdo conmigo en que un país no es una bebida burbujeante, ni un detergente con cristales saca-manchas. Estarán de acuerdo en los riesgos de confundir un país con una gaseosa.

Me preocupa el país. Me preocupa la ignorancia, me preocupa que la televisión parásita prospere y que al mismo tiempo no haya un solo líder de opinión cultural. Me preocupa que un ridículo comentarista deportivo diga que quiere agarrar a golpes a unos gays y que la radio en la que trabaja no lo mande de vacaciones. Ciertamente, eso es coherente con los países resort, donde la lucha por las igualdades civiles puede esperar, no así la privatización de los puertos.

Entiendo que la gente tenga pésimos recuerdos del terrorismo pero me parece muy cojudo que eso anule todo vestigio de rebeldía. La rebeldía es buena, hace bien al alma y mantiene a raya a los peces gordos. Si hay un adjetivo que detesto es el de “resentido”. En mi país, un país con castas y playas sin acceso universal, el resentimiento es un derecho colectivo, una patología probable y atendible. Si un resentido hiere tu paisaje con su resentimiento, harías bien en oír sobre su infancia.

Considero que nadie de mi país debe ir a la embajada de los Estados Unidos para acusar a un ciudadano peruano de “amenaza nacional”. Eso es de acusetes y de cretinos. El Perú y el mundo han cambiado, pero no tanto: una superpotencia no puede dictarnos la agenda ni administrar la moral. La soberanía no es una política opcional; es la obligación de todo país que se respeta, un gesto esencial que los niños merecen ver en sus líderes. A los países resort la soberanía les importa tres pepinos. En los países resort, el concepto de soberanía es reemplazado por otro más concreto, el de propiedad privada.

En los países resort coexisten el jacuzzi del resort y la escasez de agua potable de la periferia. La idea es que el habitante de la periferia puede arreglárselas con los chorros residuales. La idea, también, es que el hijo del habitante de la periferia podrá, con el tiempo, insertarse en la cadena productiva, ahorrar, abandonar la periferia e irse a un mejor barrio o a un mejor país o, incluso, crear su propio resort. Las probabilidades de que eso ocurra son mínimas, pero los países resort son expertos en convertir la lotería en esperanza.

En los países resort la policía cuida el resort y no al país. La delincuencia es vil y despiadada, pero a las autoridades no se les ocurre que las razones de tal delincuencia pueden tener que ver con la escasez de oportunidades. Los países resort terminan, tarde o temprano, fomentando que su gente porte armas. En los países resort la gente se mata entre ella, por subversión o por codicia. Ninguna autoridad asume la responsabilidad cuando eso ocurre.

En los países resort hay buena comida, la mejor comida del mundo. De hecho, el cocinero es una figura respetable, un líder de opinión y un ejemplo a seguir. Los habitantes de los países resort viven alucinando con la aceptación de los países ricos, por eso cocinan tan bien y por eso se preocupan mucho cuando esa aceptación se ve amenazada. Los países resort cuidan su imagen. Mucho. Pagan dinero por mejorar su imagen.

Los países resort tienen aeropuertos que están al nivel de los mejores del mundo. Tienen también suites presidenciales que están al nivel de las más lujosas del planeta. Esos recintos son tan importantes como el Congreso o el Poder Judicial, lo que tiene sentido pues, justamente, hablamos de países resort. En las suites se deciden los negocios que mejorarán la infraestructura del resort, los porcentajes y las comisiones. Son reuniones llenas de luz, con paisajes hermosos a través de las mamparas. La geografía de los países resort es envidiable.

En los países resort reina el pragmatismo y la inmovilidad. Las cosas son de un modo porque no podrían ser mejor. Si tu mente imagina una forma en que las cosas puedan ser mejor, las autoridades te acusarán de querer incendiar el resort. El resort es un lugar sagrado donde la gente es feliz. El resort es la prueba de que la felicidad es posible cuando hay plata, buenos arquitectos y buenos cocineros. Pronunciarte contra algo tan hermoso como un resort es censurado duramente por la Oficina de Prensa del resort. Pocas cosas pueden hacerte tan impopular en un tiempo tan corto.

En los países resort la Educación importa poco y toda ciencia es ciencia ficción. Los países resort nacen de la renuncia a ser productores de pensamiento.

El pensamiento se importa, siempre en los términos de selección de las autoridades del país resort. En los países resort el racismo no se censura, nadie diseña leyes antirracistas porque se entiende que eso sería forzar la realidad y porque eso atenta contra la libertad de empresa.

Lo mismo ocurre con las normas laborales. Los países resort sostienen que el inversionista debe sentir que la inversión es una experiencia-resort: placer puro y cero disgustos, el mínimo número de requisitos. Los países resort viven con pánico a ahuyentar a los inversionistas.

Yo no quiero que mi país sea un país resort. Los países resort, y con esto termino, son bombas de tiempo.

Fuente: Diario La Primera 17 de abril 2011

0 comentarios:

Publicar un comentario

Chungo y batán Copyright © 2011 | Template created by O Pregador | Powered by Blogger