Por Ronald Gamarra (*)
La
proximidad de un nuevo 8 de marzo es un buen motivo para reflexionar
una vez más sobre el estado de los derechos de las mujeres en nuestro
país. La norma constitucional establece la plena igualdad de varones y
mujeres, pero no debemos engañarnos: todos sabemos que este principio
aún representa un objetivo por alcanzar en la realidad. Cabe
preguntarse, entonces, en qué medida se ha avanzado en la realización de
la plena igualdad de varones y mujeres, dónde se encuentran los
sectores que menos han progresado y, sobre todo, dónde se registran
retrocesos y situaciones urgentes.
Por
un lado, es impresionante el avance de las mujeres en cuanto a la
consagración normativa de sus derechos y muy alentador el desarrollo de
una conciencia de respeto que incluye en primer lugar a ellas mismas,
pero también y de manera progresiva a los varones, sobre todo entre los
más jóvenes, pues está creciendo una nueva generación con una mentalidad
que se aleja del patriarcalismo abusivo y engreído. No obstante ello,
hay zonas donde la normatividad protectora de los derechos de la mujer
encuentra una terca oposición reaccionaria, sobre todo en cuanto a su
libertad para decidir sobre su sexualidad y capacidad reproductiva.
Por
otro lado, el progreso en los derechos de las mujeres es muy desigual y
presenta situaciones graves relacionadas con la pobreza urbana y, sobre
todo, rural. De hecho, el peso de la pobreza recae sobre todo en las
mujeres, que quedan postergadas según todos los índices de desarrollo
humano, no obstante ser ellas mismas, paradójicamente, el principal
sostén de las familias para enfrentar la lucha por la sobrevivencia y
quienes hacen posible la manutención del núcleo familiar. Así mismo, el
derecho de la mujer a trabajar significa, en general, un incremento de
sus obligaciones, al no poder contar con sus compañeros, que se niegan a
compartir las tareas del hogar aunque den la bienvenida al dinero que
aporta la mujer a la familia.
Por
cierto, hay aspectos que exigen atención urgente como la mortalidad
materna, así como el embarazo adolescente y la muerte femenina por la
interrupción del embarazo en condiciones precarias, producto del
predominio político de una mentalidad oscurantista sobre la sexualidad
de la mujer. Igualmente el maltrato a la mujer por su pareja, muerte
moral casi siempre sufrida en silencio, que con frecuencia desemboca en
la muerte física: ese abominable asesinato llamado feminicidio. ¡Se ha
avanzado mucho, queridas compañeras, madres, hermanas; pero hay mucho
camino por recorrer!
* Candidato al Congreso por Perú Posible.
Fuente: Diario La Republica viernes 4 de marzo del 2011
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