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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

sábado, 28 de agosto de 2010

POESÍA: LUCEROS MADRUGADORES DE MAYO

 
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                                                                         Por Jorge Horna

Cobijados bajo el sugestivo cielo de nuestra tierra, nacieron en el siglo XIX: don Pedro Ortiz Montoya, Pedro García Escalante “El Búho”, Nazario Chávez Aliaga, David Sánchez Infante; y se dieron a la tarea de escribir, a versificar los torrentes de imaginación e ideas para traducirlas en palabra embellecida.

Teniendo en cuenta la cronología de las fechas de nacimiento de estos poetas, aquí estos breves apuntes.


Pedro Ortiz Montoya (Celendín, 1853) es el primer poeta del que se tiene noticia; dedicado a la docencia en su tierra fue uno de los impulsores de la creación del colegio particular “Celendín”, que años después dio origen al colegio “Javier Prado” (hoy IE. “Coronel Cortegana”)

De su inspiración, un fragmento del poema A Celendín:

Lirio gentil que floreces
en las hermosas praderas,
que extiende a las riberas
del coloso Marañón.
¡Celendìn! patria amada
precioso edén encantado
por ti siempre enamorado
latir siento el corazón

Del inca en la tierra clásica
formas la mansión querida
preciosa perla escondida
en la región andina;
y un porvenir luminoso
te sonríe patria amada,
en la tierra afortunada
el Perù septentrional.

Pedro García Escalante (Huacapampa, José Gálvez, 1886) solía usar el seudónimo “El Búho”. También fue docente y director de educación primaria en su lugar de origen. Dirigió publicaciones periódicas: “El Cometa”, “El Progreso” y otras.

Aquí dos estrofas de su poesìa:

           PRELUDIO (Canto épico)
Yo, ante el recuerdo de tu patria historia
templar mi lira con fervor quisiera
si de la musa el cantar tuviera
el ritmo dulce que eterniza gloria.

Mi pobre musa con su ignota  lira
apenas puede preludiar su canto,
y sólo la fuerza del deber levanto
mi voz escasa que sin eco expira.
Y sólo acepta por su hazaña el canto
que es un poema que a tu historia adhiero,
y el recuerdo de tus glorias quiero
sublime lira mi poder no es tanto.
Nazario Chávez Aliaga (Huauco, Sucre, 1891). Se abocó al periodismo y dirigió el periódico “El Perú” en la ciudad de Cajamarca; ensayista y cronista de su época, devino en la actividad política, sus fluctuaciones al respecto son controversiales y polémicas. Publicó varios libros de poesía y abrazó la corriente Vanguardista.

De don Nazario mostramos un fragmento de su poema:

            HORA GRIS

Es tarde. La lluvia cae lenta
Las sombras se acuestan muellemente en los llanos
La luz va muriendo en mi propia presencia
Y en mi alma ha clavado sus garras la tristeza…

Es tarde. La lluvia cae lenta,
el dolor golpea mi casa como un mendigo
el silencio grita como ganso en mi pecho
y una noble amargura se hospeda en mi alma.

Es tarde. La lluvia cae lenta,
no sé que soledad me ha invadido,
que al querer protestar de esa amargura,
agonizan mis palabras
como cisne en la sangre.
David Sánchez Infante (Sorochuco, 1895); este gran sorochuquino, para gloria de todo Celendín, desplegó en su corta existencia una actividad fructífera en aras de la justicia social y las reivindicaciones y las esperanzas populares. Fue docente en el colegio “Celendín” de aquellos años; propició en la ciudad un espacio educativo-cultural denominado “Asambleas Sabatinas”. Una de sus producciones literarias más logradas es “El Nuevo Evangelio de Celendín”. Dirigió con coraje, en Lima, la revista “Integridad”.

De Sánchez Infante esta muestra poética:

            MI ANHELO

Si tú me preguntaras patria mía
cuál es única gloria que anhelo,
para que tú con amoroso celo
me la concedas, como madre, un día.

Emocionada el alma de alegría,
a ti que eres mi amor y mi consuelo,
con filial devoción y sin recelo
sólo de morir por ti, te pediría.

Morir, por defender tu sacrosanto
e inmaculado honor, en cruento duelo,
para que, en premio de que amo tanto

Y al brindarte mi vida toda entera,
me des por tumba tu bendito suelo,
y por mortaja tu feliz bandera.

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