LITERATURA REGIONAL ( II )
Antonio Gálvez Ronceros. Nació en Chincha. Ejerció la docencia universitaria en la facultad de Letras y Humanidades de la Universidad Mayor de San Marcos. Es autor de: Los ermitaños (1962), Monólogo desde las tinieblas (1972), Historias para reunir a los hombres (1988), Aventuras con el candor (1989) y Cuadernos de agravios y lamentaciones (2003).
En la contratapa del libro que publicara la Secretaria de Educación y Cultura de la Municipalidad de Lima, el año 1986, en la gestión del alcalde Alfonso Barrantes Lingán, aparece la siguiente apreciación
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“Con Monólogo desde las tinieblas Antonio Gálvez Ronceros es responsable de la apertura de una nueva vertiente en la literatura peruana, a partir de una fresca interpretación del habla popular de raíz afro de su tierra costeña. En esta deliciosa colección de relatos recoge, con espontaneidad y fluidez sin precedentes, una versión llena de humor, y por momentos, agria de la vida de los campesinos negros chinchanos, a quienes en su propio lenguaje, gracias a las anónimas intervenciones del autor llegan a insospechados niveles filosóficos. La Municipalidad de Lima Metropolitana presenta esta edición, a precios populares, en el marco de su campaña de difusión de la lectura”.
Carátula de la publicación de la Municipalidad de Lima, el año 1986.
Para nuestras lectoras y lectores, una selección de relatos de Antonio Gálvez Ronceros:
TRE CLASE DE SO
Por el callejón del Guayabo venían de un sembrado de yucas dos negras encima de sus burras. Las burras caminaban medio agachadas del lomo porque debajo de la carga negra traían los serones reventando de yucas. Era el mediodía y el sol quemaba como candela.
Como les habían cobrado un sol por cada planta de yuca, una de las negras empezó a quejarse:
-Cómo etán lo tiempo… ¡A só cada planta e yuca!
Y mirando al cielo agregó:
- Y con ete só.
Como en ese instante su burra se desvió del camino, demandó colérica:
-¡Só, borica!
Enderezó al animal y prosiguió la marcha.
La otra anduvo largo trecho pensativa. Al cabo habló en tono de sentencia:
-En eta vida hay tre clase de só: só de prata, só de cielo y só de borica.
YA TA DICHO
En cualquier momento llegaría al caserío el diputado de la provincia. Y el negro Froilán, que en nombre del pueblo debía pedirle que se asfaltara el camino principal, estaba malhumorado: le habían advertido que no hablara mucho porque los diputados pensaban que los negros hablan mal.
Cuando llegó el diputado con su comitiva, Froilán le salió al paso y le dijo:
-Como verá uté, seño diputra, ete camino e güeno. Pero como lo camione se golpean con tanto güeco que tiene, necesita su afartrao.
-¿Cómo, cómo?
-Ya ta dicho.
ETOY RONCA
Por un camino solitario iba una negra montada en su burra: trus, trus, trus, trus, cuando de repente “¡Ay, Jesú!” gritó la negra dando un brinco junto con su burra: de las chacras vecinas había entrado en el camino un negro montado en un burro. Pero en seguida la negra se dio cuenta que era su compadre y, abanicándose con la mano y al mismo tiempo resoplando, le dijo:
-Qué suto mia dao uté, compaire.
-Hola, comairita, como etá uté.
Y montados sobre sus animales se fueron juntos por el camino.
-Compaire- dijo más adelante la negra mirando al negro por el rabillo del ojo-, el camino ta solito.
-Ujú- dijo el negro sin mirarla.
Siguieron avanzando y la negra nuevamente habló:
-Compaire, yo le tengo miedo a uté.
-¿Ujú?- dijo el negro, esta vez también sin mirarla.
Al llegar donde el camino trazaba una curva prolongada, la negra volvió a hablar:
-Compaire, uté me quiede tumbá.
Entonces el negro la miró y le dijo:
-Comairita, si yo la tumbo en ete camino, ¿uté grita?
-No, compaire, poque hata ronca etoy.
(De: Monólogo desde las tinieblas)
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