Por Mario Peláez Bazán.
El futuro siempre es la preocupación fundamental del hombre a pesar de que consagra todo su ser (deseos y energías) en el presente. Siempre ha sido así, solo que hoy el presente multiplica sus ofertas adheridas a una robótica sensualidad que acosa sin tregua.
También desde los albores se brega por un futuro de doble alcance: el Paraíso Celestial y el paraíso terrenal… Corresponde a la imaginación el protagonismo, que unas veces celebra alianza con la razón, otras con la fe, y que finalmente perduran como factores culturales.
En cuanto al Paraíso Celestial lo imagino (no obstante mi agnosticismo) como un gran escenario rebosante de primavera y de bellas artes. Donde todo fluye como estreno; donde sinnúmero de arco iris pintan y vuelven a pintar con renovados colores los interiores; donde la música con notas excelsas enaltece el alma (pienso en “La pasión según San Mateo” de Bach, “El Mesìas” de Hendel, y por qué no el “Cóndor Pasa” de Daniel Alomía Robles); donde las flores levitan al son de poemas destellantes de amor de Sor Juana Inés de la Cruz; donde el tiempo, no el tiempo físico, sino el tiempo espiritual, trascurre sin impaciencia, con amorosa quietud; y donde el corazón solo sabe de solidaridad.
Entonces cabe preguntar, ¿Qué conductas se debemos realizar en la vida terrenal para gozar de tanta fortuna espiritual y de la gracia divina ?
Es posible (solo conjeturo) que a Dios no le convence la multitud de liturgias, de oraciones, de golpes de pecho, de misas, de retiros, de peregrinaciones y procesiones, pues podrían configurar un excesivo culto al ego, que Dios no lo requeriría. Tampoco bastarían los ocasionales actos de caridad. En cambio la solidaridad efectiva y permanente con los pobres y la defensa de la justicia sí abriría el paraíso de par en par, y Pedro, con la mayor disposición, daría la bienvenida…
Y en cuanto al paraíso terrenal: desde las primeras utopías hasta las ideologías y doctrinas contemporáneas reclaman la igualdad entre los seres humanos, más libertad y justicia: la panacea histórica. Sin embargo esta concepción de paraíso se aleja cada vez más. Actualmente somos 8 mil millones, el 84% vive en la pobreza y extrema pobreza. Así, lo único que de verdad crece son las desigualdades.
En fin: el paraíso terrenal solo es una hermosa posibilidad; pero eso sí, dependerá de lo bueno que hagamos para que sea una viva realidad.
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