Por Arturo Bolívar Barreto
Siempre me cayó bien Diego Armando Maradona, alguien que si se callara la boca podría obtener los más jugosos contratos con cualquiera de los poderosos medios de prensa mundiales. Pero no, él tiene que hablar, él tiene que tomar partido y él tiene que estar en el lugar político con el que se identifica ideológicamente. Desde la cadena TeleSUR habló de fútbol pero también volvió a denunciar a la FIFA.
“El de la FIFA es un poder feo, porque si gana cuatro mil millones de dólares y el campeón se lleva 35, hay una diferencia que no se puede creer. Y eso lo tiene que saber la gente”.
Más allá de los datos, precisos o no, lo que dice de la FIFA -naturalmente manejado por el gran capital mundial- es cierto y lo sabemos. Pero con repetirlo él, una gran figura mediática, tiene la virtud de llamar la atención para no separar el bello deporte del control monopólico de las grandes inversiones y sus efectos. Como el hecho de haber convertido al fútbol en una competición previsible: los clubes multimillonarios acaparan copas y campeonatos y la venta del espectáculo, porque con el dinero concentran a los mejores jugadores de todo el mudo en un solo club, o en dos o tres. El capitalismo también nos está robando el fútbol, como nos ha robado la educación y otros derechos sociales, lo está atravesando completamente de su carácter antidemocrático, monopólico y frívolo. Mientras organiza e invierte en los grandes espectáculos, poco hace para la difusión de la práctica popular y masiva del deporte.
No obstante, el fútbol en sí mismo sigue siendo hermoso. En el Mundial, donde se enfrentan países, quizás esa previsibilidad se atenúa algo: pues países de buen pie social pero no necesariamente del primer mundo económico, como Brasil y argentina, son temidos y pueden llevarse la Copa (precisamente porque son exportadores de esa materia prima que nutre el fútbol mundial: los jugadores. En nuestro continente, el talento humano tiene al fútbol como una de las pocas posibilidades de despliegue).
Pero Maradona dijo más. A propósito de las protestas sociales en Brasil, solidario pero también identificado con los gobiernos latinoamericanos que han roto con la dominación política tradicional, dijo: “Soy hincha de Dilmar (Rosseff), pero el cemento se llevó a mucha gente que no tenía que haber llevado… Estamos hablando de huelgas… eso me preocupa. Pero éste es un país futbolero y será un gran Mundial, PERO NO HAY QUE OLVIDARSE DE LA GENTE”.
Grande Diego. Sus detractores, que no son pocos, preferirán a ex genios del fútbol más ecuánimes aunque oficialistas como Pelé, o que se remitan estrictamente al ámbito deportivo como muchos de las ex figuras europeas. Pero a Maradona no se le puede pedir ni mesura ni neutralidad. Como en el campo de juego, ya sea con su irrefutable destreza o con la mano, se la va jugar entero por su equipo. Igual en el campo social, siempre va a tomar partido y jugársela por el ideal político que cree. A eso se deberá que sea tan odiado, pero acaso también tan amado.
(ABB, 12/06 2014)
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