Por: Ernesto Toledo
Bruckmann
Resulta irónico que a 90
años de su partida del Perú, César Vallejo nos dejó como último legado un
peruano con profundos traumas psicológicos. Con el vapor Oroya, el 17 de
junio de 1923 quedaron atrás los poemarios Los heraldos negros – escrito
en 1918 y publicado en 1919 – y Trilce, de 1922; muy fresco estaba su
encarcelamiento en Trujillo y la muerte de su madre; si Más allá de la vida
y la muerte, en 1922, constituyó su primera experiencia con la narrativa,
incluyéndola en Escalas, de 1923, ese mismo año Fabla Salvaje lo
acercaría aún más a la psicología humana.
Un mes antes y en vísperas
de un nuevo año académico, el reajuste económico en el colegio Nuestra Señora
de Guadalupe hizo que Vallejo perdiera su puesto como profesor auxiliar de la
sección primaría. Con sentido del humor y completamente opuesto a la imagen
depresiva que se pretende adjudicársele, dio como respuesta a la interrogante
acerca de su futuro: “Me voy a sembrar papas a la huancaína”.
Pero 50 soles de la época
no le caerían mal y es que ese fue el pago por derecho de autor que recibió en
mayo por Fabla Salvaje. Pedro Barrantes Castro inició la publicación
quincenal de breves novelas de autores nacionales bajo el título de La
novela peruana.
Vallejo accedió a
colaborar para el número 9 de su serie. El 16 de mayo apareció el libro en
formato de octavo, 49 páginas, cinco ilustraciones de Raúl Vizcarra y el
retrato del autor; el valor de cada ejemplar era de 0.20 centavos.
En breve prólogo Barrantes
Castro expresaba “recomendar al lector la presente novela de César Vallejo
por ser un notable acierto de creación original sobre motivos rurales andinos,
cosa que mucho se ha intentado sin éxito, debido a la miopía y falta de vuelo
creador en los circunstanciales aficionados de la literatura”
Pero ¿qué encontramos de
innovador en Fabla Salvaje que se diferencia de su anterior producción?
Ya en marzo de ese año Vallejo había incursionado por primera vez por los
ámbitos de los relatos fantásticos. Al igual que en el libro de cuentos Escalas,
sus personajes son seres que acusan anormalidades psicológicas. Se trata
siempre de situarlos en una línea irregular de lo real y lo irreal, de la
fantasía y el absurdo. Balta Espinar no será la excepción.
En sus páginas Fabla
Salvaje pinta un panorama campesino con su respectiva dosis de
idealización. Describe “la escoba de verdes y olorosas hierbasantas” con
que se hace el barrido en los hogares del campo; “el caldo matinal de rica papaseca
festoneada de tajadas de áureo rocoto perfumado”, que la mujer sirve al
marido que madruga al quehacer de la chacra; ahí las gallinas escapadas del
corral aprovechan el trigo lavado para el almidón; es época de siembra en medio
del cielo ventoso, rosado y apacible del julio otoñal.
Balta Espinar es un joven
campesino, pálido, anguloso, de sana mirada agraria, lapídea expresión en el
vivaz continente, alto, fuerte y alegre; en él se produce la obsesión de los
celos; ello desplaza paulatinamente a los demás personajes del espacio textual
y excluye los contornos del hogar, del trabajo, a su esposa Adelaida, a su hijo
que va a nacer, a su cuñado Santiago y a su suegra Antuca. Vallejo dramatiza la
paranoia de Balta y la transformación de amor a fastidio.
La ruptura de un espejo,
que al ser descolgado del clavo de un pilar se hace trizas en el pavimento
enladrillado y la impresión de haber sentido a alguien agitarse en torno suyo,
inician en Balta un proceso de desequilibrio, una paranoia que irá creciendo galopante
hasta acabar con su felicidad hogareña y su vida. Al espejo roto le sigue el
canto de “una gallina del bardal que turba el grave silencio de la tarde,
lanzando un cántico azorado y plañidero”. “Mala suerte, exclama
Balta, supersticioso y recuerda: para que muera mi madre… días antes de la
desgracia cantó una gallina vieja color de habas…”
Delirio psicológico
Vallejo nos recuerda que
el peruano del Ande es en su mayoría creyente de lo mágico- religioso. El
pago a la tierra, las fiestas y costumbres paganas como el baile y el
festejo junto a la virgen religiosa, es una demostración de fe en lo religioso
y mágico, aunque para más de uno no deje de ser parte de la superestructura
social condicionada por las relaciones de producción. Pero Vallejo también
enfatiza en cuan creyente puede ser el ser humano, a tal punto que esas
“fuerzas mágicas” tomen control de los pensamientos, organizándolos, provocando
alucinaciones y sensaciones, convirtiendo elementos de la naturaleza en
evidencias palpables y visiones que guían el delirio.
Aunque las creencias
religiosas y su influencia en el destino del hombre no forma parte de un
problema psicopatológico, sí se convierte en una amenaza cuando estas toman
forma material en la explicación “causa – efecto” y llevan a cierto
comportamiento, relaciones y degeneración. En el caso de Balta, se hace
estrecha la relación entre manifestaciones mágicas -como la rotura del espejo-
y sus percepciones alucinatorias. De otro lado, la conexión “pensamiento
supersticioso – realidad” recibe influencia del poco interés de Balta por
los contactos sociales, al rechazar la petición de su esposa Adelaida, de dejar
el campo y establecerse en el pueblo.
Balta asume que las
manifestaciones mágicas toman fuerza material e influyen en el amor de
Adelaida, dándole poder físico para abandonar su cabaña, subirse a un risco y
contemplar el paisaje que parece tranquilizarle por un momento, cuando al borde
del peñasco siente la presencia del ser misterioso y “algo le roza y lo hace
caer al abismo”. En este caso, Vallejo deja al lector en la duda acerca de
un posible accidente o el asesinato perpetrado por algún miembro de la familia
de Adelaida. La misma mañana en que Balta cae al abismo, nace su hijo,”
quien da sobresaltos sin motivo mirando largamente a la puerta “;
queda la duda que si Vallejo buscó una conexión entre el espíritu de Balta y el
recién nacido.
Psicoanálisis en Fabla
Salvaje
Cabe preguntarnos: ¿Qué
tanto conocimiento tuvo Vallejo respecto a la teoría del psicoanálisis? ¿Ya la
práctica terapéutica fundada alrededor de 1896 por Sigmund Freud era un recurso
para el poeta?
La investigadora Irene
Vegas García, doctora en Literatura y Lenguas Romances de la Universidad
Berkeley- California, realizó en el 2007 un extenso ensayo titulado: La
tensión Eros/Tánatos en la obra poética de César Vallejo: Un estudio
hermenéutico-psicoanalítico.
Eros (dios griego,
primordial responsable de la lujuria, el amor y el sexo) y Tánatos
(personificando la muerte no violenta y la mortalidad)
En la obra específicamente
poética de Vallejo Vegas García dijo encontrar cinco manifestaciones de
la tensión erótico/tanática, como una unidad inseparable:
1. Dios/Hombre (el Yo y su relación con la
divinidad)
2. Madre/Hijo (objeto amoroso sublimado)
3. Hombre/Mujer (objeto amoroso sexual)
4. a.
Yo/el Mismo (el individuo consciente/inconsciente)
b.
Yo/el Otro (el individuo y su relación con la colectividad)
5. Resurrección/Tánatos
que se manifiesta en dos relaciones también binómicas:
a. Solidaridad/Tánatos
(sublimación de la muerte por el amor de la colectividad) y
b. Poesía/Tánatos/
(relación de la poesía con la muerte).
Si en Trilce
expresa principalmente el absurdo de la existencia humana y curiosamente casi
no menciona a la muerte, salvo al referirse a la madre en el LXV (65), Seríamos
muy injustos circunscribir el estudio de la obra vallejiana a la poesía y no a
la narrativa; Fabla Salvaje será todo lo contrario y la muerte, en este
caso será violenta.
Los indicadores del
trastorno psicológico demuestran que Balta Espinar sufría de delirio.
Balta expresaba una idea o
una creencia con una persistencia o fuerza inusual; esa idea parecía ejercer
una influencia excesiva y su vida se alteró habitualmente hasta extremos
inexplicables.
Balta tendía a estar sin
humor y eventualmente era hipersensible, especialmente respecto a su creencia.
También tenía un carácter
de centralidad: independientemente de lo improbable que sean las cosas
que le ocurrían, Balta lo aceptaba sin casi cuestionárselo. Finalmente la idea
delirante de los celos ocupaba una gran parte de su tiempo.
Shakespeare en Vallejo
El artículo de Carlos
Eduardo Zavaleta titulado “La prosa artística de César Vallejo”, aparecido en
su libro El gozo de las letras (Lima: Univ. Católica, 1997) El autor se refiere
a los “celos imaginarios” de Vallejo y su inspiración en William Shakespeare;
los celos de Balta Espinar son de tal modo injustos e irrazonables que él no
necesita de nadie que le perturbe la mente o los oídos: una especie de Otelo
sin Yago- personajes de la obra Otelo: el moro de Venecia. Balta es un Otelo
casi por naturaleza, sin ningún signo exterior que lo produzca, además de que
su esposa Adelaida es tan fiel y honesta como Desdémona. El final del celoso
Balta es tan trágico como el de Otelo, quien también muere pero en una escena
dudosa en que parece que, o bien se suicida, o bien alguien invisible lo empuja
al abismo.
A Balta lo asesinó
(su otro yo) Vallejo mantiene el arrebato lírico del narrador modernista,
afecto a lo sobrenatural y lo extraño en una escena realista y muy creíble ya
que resulta rutinario en nuestra sierra peruana hablar del Mal, del destino y
lo maligno.
Carlos Eduardo
Zavaleta también hace un paralelo entre la obra de Vallejo y la literatura
anglosajona; insistiendo en una posible influencia de Edgar Allan Poe. Vallejo
confesó tener un “corazón delator” (frase que es título de un cuento de Poe) en
carta del 2 de agosto de 1918 a su amigo el poeta Oscar Imaña: “Dos
golpes de mi “corazón delator”, suenan en la casa…” Pero ello será materia de
un posterior trabajo.
Trasposición Vallejo –
Balta
Nadie sabe a ciencia
cierta si Fabla Salvaje refleja los amores tormentosos, angustiados y
cargados de celos por los que pasó Vallejo, según biografía de su amigo Juan
Espejo Asturrizaga, quien además asegura que en repetidas oportunidades la
propia imaginación Vallejo lo llevaba a construir hechos o situaciones que
infundadamente magnificaba hasta llegar a lo absurdo y lo enfermizo.
“Con frecuencia se interrogaba si no se burlaban de él; si no había la
intensión de cubrir alguna falta que desconocía, aprovechando de su
bondad, su aparente candorosidad; su condición de hombre puro, limpio, sano,
ignorante de la maldad y la intriga humana.” señaló Espejo Asturrizaga.
Tampoco hay que olvidar
que la narrativa de Vallejo no se parece en nada a su poesía anteriormente
publicada; a ello le sumamos que si bien su mente estaba puesta en Europa, a
donde viajaría semanas después, para nunca más volver, el Ande peruano lo llevó
en las entrañas hasta su última creación intelectual.
Aunque muchos
estudiosos de su obra ven en Trilce un poemario que por su complejidad
significó una ruptura con la literatura tradicional, el paso del género
Modernista al Vanguardismo no se dio de un día para otro; es casi seguro que Fabla
Salvaje, aunque amenace y desafíe la seguridad normal, subvirtiendo los
códigos clasificatorios producidos por y para la crítica, resulta mucho más
entendible por la mayoría de aficionados a la obra del peruano universal.
Como si fuera poco y
de forma irónica, Vallejo se lleva a Francia la superstición andina y un
paisaje serrano rodeado de animales que alcanzarán protagonismo en Fabla
Salvaje. Pero Vallejo se despide del país dejándonos a Balta Espinar, el
último peruano psicológicamente acomplejado.
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