Acababa de iniciar mi clase en la universidad cuando una alumna levantó el brazo para hacer la pregunta:
-¿Es cierto que en su país los delincuentes se han juntado para revocar a la alcaldesa de Lima?
-¿Es cierto que en Lima ha existido durante medio siglo un mercado de reducidores llamado La Parada?
Una tercera alumna, conocida por feminista, me interrogó:
-¿Es verdad que solamente una mujer, llamada Susana Villarán, ha hecho frente a los ladrones y criminales de La Parada?
No me gusta abordar situaciones difíciles para el Perú y mucho menos hacerlo en el extranjero. A mis alumnos, además, siempre los estoy animando a que conozcan el más bello país de Sudamérica.
Tuve que enjuiciar el problema desde puntos de vista sociológicos. Hablé de la periferia de la ciudad. Les expliqué que la informalidad ha sobrepasado allí a la legalidad. No se debe suponer que los gobiernos o las administraciones municipales han sido ineficientes o cómplices. Decirlo es demagogia fácil.
Les recordé que en Italia, un payaso y un convicto corruptor de menores habían logrado una votación considerable y estaban poniendo en jaque la capacidad de gobernarse en un país que le ha enseñado al mundo cómo hacerlo.
Por último, abordé el problema del poderoso Brasil. La delincuencia ha llegado a un extremo tal que ni con el ejército en las calles se la puede controlar. Las recientes declaraciones del capo Marcola al medio televisivo “O Globo” muestran que la delincuencia también conoce su poder. Cuando le preguntan qué ha cambiado en la periferia de las ciudades, el máximo dirigente de una organización criminal de Sao Paulo dice lo siguiente:
“Hay una tercera cosa creciendo allí afuera, cultivada en el barro, educándose en el más absoluto analfabetismo, diplomándose en las cárceles, como un monstruo Alien escondido en los rincones de la ciudad. Ya surgió un nuevo lenguaje. Es eso. Es otra lengua. Está delante de una especie de post miseria. La post miseria genera una nueva cultura asesina, ayudada por la tecnología, satélites, celulares, Internet, armas modernas. Es la mierda con chips, con megabytes.”
Les expliqué por fin que de ninguna manera se iban a quedar con las manos en alto los conductores bestiales de autobuses obligados a guardar severas leyes de tránsito ni mucho menos los delincuentes vencidos en La Parada y acorralados en el resto de la gran Lima por una mujer valerosa. Susana Villarán tiene la razón, concluí. Ellos tienen la chaveta.
Mis alumnos estaban asombrados. No me habían interrumpido ni un momento. Por fin, levantó el brazo la muchacha que me había hecho la pregunta inicial.
-Perdone profesor. Gracias por sus explicaciones, pero no me refería a esos delincuentes…
Ya sabemos a quiénes se refería. Obviamente, a los políticos que se esconden detrás de las chavetas. Al ex alcalde Castañeda quien trata de prevenir una investigación sobre sus manejos económicos. A los seguidores del terrorista preso Alberto Fujimori. Al expresidente Alan García, quien teme que Lima tome conciencia de los bárbaros crímenes cometidos durante su gestión.
El mundialmente conocido cantautor Joaquín Sabina ha manifestado su respaldo a la gestión de Susana. Sin haberlo pensado, sus canciones describen a los que manejan la campaña de la revocatoria:
Sálvame, dijo el verdugo
No me grites, dijo el sordo
No hablen tanto dijo el mudo.
No mientas, dijo el mentiroso
Ocúpate del alma, dijo el gordo vendedor de carne
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