Por Douglas Rojas Zegarra
El tipo era bajo, regordete; diríase más bien, un tipo
característico de país centroamericano o de Colombia; su vestimenta típica así
lo delataba: la camisa floreada de mangas cortas, sombrero vaquero de cuero o
junco y aquel aire inconfundible a músico de ballenato, de tal forma que cualquier
parroquiano por más sencillo que hubiese sido, hubiese dicho sin equivocarse
gran cosa, que el fulano como mínimo era un integrante de la orquesta de
“Lisandro Meza”, ya por el aire divertido que tenía, ya por ese bigote que es
tan característico de los habitantes del cauca o por la gran pulsera de oro
macizo que llevaba en la muñeca izquierda y que sólo lo usan aquellos tipos
cuyos negocios traspasan sus acciones de frontera a frontera dentro y fuera
de los nada seguros países sudamericanos. Pero más allá de estas
honrosas características, lo que más
llamaba la atención a la gente del pequeño pueblo de Bolívar no era tanto aquel
“colombiano” aspecto sino que ¡Válgame
Dios! la facilidad con que iba y venía de viajes ¡y que viajes virgen santa!,
si no más, en lo que va de este año, era
la vigésima quinta vez que se lo veía llegar y partir con su maletín negro y
sospechosamente alargado, sus gafas negras al estilo Ray Ban y su sombrero inconfundible,
junto con aquella sonrisa que siempre dejaba entrever el destello, sino de un
diamante, al menos de uno o quizá dos dientes de oro o de platino… Llegaba
casi siempre acompañado de un tipo mucho
más joven que él pero de aspecto árabe, corpulento, de cejas beduinas, tez
morena como los cedros del Líbano, un tipo inconfundible como aquellos que
siempre aparecen en los diarios que comentan de los atentados en el oriente medio
y estoy casi seguro que, de vérsele merodeando en persona por algún aeropuerto europeo o norteamericano,de
ipso facto hubiese sido detenido por sospechoso de pertenecer a los comandos de Al Kaeda. El
tipo joven, también, casi siempre
llevaba una mochila y un maletincito largo tipo cajón o funda que harto era
para todos conocido y que sólo sugería comentarios e imaginerías en el pueblo, como la que se
trataba de algún arma de casería último modelo o tal vez alguna bazuca lanza
cohetes.
Además
a estos dos personajes, siempre estaba a su espera otro sujeto, de buena edad, moreno, con barba poblada, también de aspecto
Islámico, vestido con ropas flojas a la usanza de los campesinos Betlemitas.
Tenía este sujeto una apariencia hebrea cuasi patriarcal, tanto por lo de su
edad, por su poblada barba y por la
forma holgada de su vestimenta…hasta donde se sabía en el pueblo, este último
sujeto ya residía Bolívar en forma permanente, y se ganaba la vida como
empleado de un banco, además tenía una vida bastante extraña, dado que sólo se
lo podía ver en contadas horas del día, el resto del tiempo lo pasaba encerrado
en su cuarto al cual hacía poner
candado, para que pensasen que no se
encontraba dentro; ayunaba religiosamente todos los sábados (¿Guardaba el
Sabbat hebrero?) y salía a hacer extensas caminatas por lugares raros y desconocidos.
No tenía en absoluto ningún amigo en la región, no cortejaba mujer alguna, tampoco participaba en la vida cívica,
religiosa, deportiva o de otra índole que se llevaba a cabo en este lugar, por lo que surgió el comentario- dicho según algunos - que tal vez se trataba
de un misántropo o un desquiciado “turco” que había llegado a parar por aquella
lejana fría e inhóspita tierra.
Pero
los comentarios no solamente habían infestado la mente de los parroquianos del
pueblo sino que, dentro de los ámbitos castrenses de la Policía Nacional se
volvió motivo de seria preocupación por parte del sargento Ramírez, quien por
culpa de los caprichos del destino tenía en ese entonces la suerte de regentar
la Jefatura de la Institución. Mucha, muchísima más preocupación, desde que en
el ámbito bolivariano ocurrió una desgracia terrible: un ómnibus repleto de
pasajeros que viajaban del oriente por la misma ruta de acceso a Bolívar, hasta
la Provincia de Celendín fue
interceptado por delincuentes y volcado a un abismo…el trágico saldo: Ocho personas
muertas y dieciocho gravemente heridas, entre ellas el equipo completo del Club
deportivo Celendín. Se tejieron un sinnúmero de suposiciones: desde que se
trataba de una banda de delincuentes comunes que buscaban un cupo y…se les fue
la mano en el intento, hasta que se trataba de un ajuste de cuentas ejecutado
por la mafia de “Los Calemares”
traficantes que venían perpetrando serias fechorías y haciendo de las
suyas por esta zona.
El
Ómnibus de la “Condor travel” llegó al pueblo haciendo un tremendo rugido y levantando
una espantosa polvareda; dio un par de vueltas en la placita y ¡bram!...Frenó
en seco frente a la oficina de la empresa de transportes. En la parrilla del
techo del ómnibus se podían apreciar los bultos de los enseres casi descolgados
y entreverados con algún pobre pavo o carnero que amarrados inclementemente
habían hecho una travesía, mejor dicho una larga peripecia a lo largo de aquel
viaje de ciento cincuenta kilómetros y al fin llegaban a destino; luego bajaron unas cuantas personas con sus
respectivas bolsas y enseres a la mano, eran personas inconfundiblemente
lugareñas; luego, como ya estaba casi previsto, bajaron de él los amigos de siempre: el
“colombiano” y el “árabe”. A pocos pasos de la oficina, como siempre, sentado
en la banquita, estaba esperando el “turco” quien, con aire despreocupado
fumaba con la mano izquierda con actitud arrogante un extra largo y fino cigarrillo
Camel, sin apartar de su vista a los enigmáticos visitantes - mientras la mano
izquierda lo mantenía escondida bajo el “sacón”, dando la impresión de que
ocultaba algo… sin precisarse qué…- hay que reconocer que, en este bendito
lugar los únicos cigarrillos conocidos eran los cigarros “Inka”- por lo que a
los amigos lugareños, y sobre todo al policía que se lo habían enviado como
espía llamaba mucho la atención y
provocaba el suave, nicotinado y envolvente aroma de aquel cigarrillo
importado, por el cual hubiese cambiado
hasta los treinta días de su relevo con tal de fumarse tan sólo uno de aquellos
aromáticos “cigarretes” traídos de las
cálidas llanuras de Kentuky.
“Mi
querido Comandante - empezó a decir el
sargento Ramírez en la salita del Sector Departamental Policial - la tesis que yo sostengo es que estos
“fulanos” deben estar involucrados hasta el cogote en el nefasto mundo del
narco –terrorismo o… al menos en el tráfico ilegal de armas, no creo que sean
tratantes de blancas ya que nunca se ha escuchado que hayan inquietado a
ninguna muchacha del pueblo para llevársela con el cuento del trabajo en el extranjero
y ese tipo de vainas… pero de ser… ¡estoy seguro de que son!.. Mi estimado
Comandante, mi olfato policial no me
engaña… estos tipos son…ni más ni menos que… ¡peligrosísimos!... así que por
favor le suplico que de una vez por todas se planifiquen acciones para
investigarlos e intervenirlos…y escúcheme bien mi querido comandante: no será que también los “Calemares” tengan
que ver con estos gracejos y las cosas se nos compliquen peor todavía para
nosotros…mire que ya pesa una grave acusación sobre ellos: la del fatídico Ómnibus
de pasajeros caído al abismo…
Tienes
razón mi querido Ramírez… tienes mucha razón –dijo el comandante mientras
apagaba una colilla de cigarro en un cenicero de vidrio-, de inmediato tengo
que tomar acciones y en ellas naturalmente serás el principal protagonista… ¡piensa
en tu ascenso jovencito… piensa en tu ascenso…! -y al decir esto se levantó de
mullido sillón donde estaba cómodamente sentado y se dirigió al teléfono de la Jefatura.
Aló
capitán Zegarra… de inmediato prepare cuatro efectivos para refuerzo a la
comisaría PNP de Bolívar…bajo responsabilidad… partirán en cualquier momento,
coordine Ud,… todo, con el sargento Ramírez y por favor cualquier problema me
avisa de inmediato OK ¿entendido? ….
¡Bien, así me gusta! … quedamos en QAP -fue la Orden terminantemente precisa
del comandante, jefe de la Policía Nacional del Sector Departamental.
Estaba
completamente lista y planificada la “Operación
Alfaguara”; según su propio gestor y
planificador el sargento Ramírez, el nombre de esta aventura policiaca se
denominaba así debido a que se trataba de un seguimiento y sigilosa persecución
a estos casi explícitos delincuentes y el objetivo era precisamente ALCANZAR A LOS FANATICOS GUERRILLEROS
ARABES, por lo que este operativo de alto calibre policial estaba ya
diseñado, planificado, estructurado, implementado y completamente organizado
hasta el último detalle, hasta se dice que en el documento del plan presentado
por el Sargento Ramírez, inclusive los individuos buscados ya estaban
completamente identificados con sus respectivos “alias” y descritos cada uno de
ellos con lujo de detalles, solamente faltaba que llegase el “día D” en la ciudad de Bolívar y todo tendría que
desplegarse y empezar a funcionar según lo que ya estaba milimétricamente
concebido.
Bolívar, Viernes santo 07 de abril 3.00 P.M.
Hizo
su arribo el estrepitoso ómnibus blanquiazul de la empresa “Cóndor Travel” a la
localidad. Como siempre, después de que hicieron su arribo unos cuantos
despreocupados lugareños, apareció en el
marco de la puerta corrediza del bus, aquella casi mítica figura del
“colombiano” quién, como era de costumbre, ocultaba sutilmente su verdadera
personalidad bajo aquellos lentes oscuros, en cuyos reflejos opalinos
aún se podían mirar las espumosas olas blancas y las azulinas aguas de las playas
caribeñas, de donde seguramente llegaba, después de darse unas muy envidiables vacaciones;
por lo cual, nuestro “héroe”, aún
parecía mantener aquella - nada extraña en él - sonrisa de eterna satisfacción;
diríase que en aquellos labios siempre prestos a tararear alguna melodía
suprema, todavía parecía fresco el aroma de algún apasionado beso de dama de la
noche o de algún puro y nicotinado cigarrito, cuando no, de alguna canabilácea
yerba de efectos aún más interesantes.
Tras
de él -como siempre- y cargando una mochila de gringo a las espaldas y con
dos maletines en la mano, de alargada
catadura y forro inconfundiblemente reforzado, llegaba también nuestro caro e
inconfundible joven “árabe”. Esta vez traía
un gorro de lona al mismo estilo guerrillero de las FARC, hecho que confirmó y
a la vez preocupó un poco más a nuestro querido sargento Ramírez, ya que este
simple detalle significaba para él, que aquellos susodichos elementos no eran
para nada fáciles de tocar.
En
la placita del pueblo -impasible como siempre- esperaba el “turco”, con su
enigmático aspecto patriarcal islámico y como de costumbre disfrutando de un
importado cigarrillo el cual le daba un aire de profundo filósofo idealista,
volviendo su imagen aun más enigmática cuando ocultaba su patriarcal figura
tras las densas volutas del humo que manaban a raudales de su boca.
Después
de un encuentro muy parco entre estos tres peregrinos personajes, cogieron sus
enseres y partieron rumbo a la posada del “turco” en donde fueron a encerrarse y
se quedaron ocultos tras la pesada puerta de madera amazónica que aseguraba
aquel escondido recinto.
Cinco
cuadras más allá, y un poco más tarde de la hora de cena, en los internos
ambientes de la comisaría PNP Bolívar,
el sargento Ramírez, junto a los ahora ocho efectivos, estaban reunidos en
sesión ultra secreta, ultimando los últimos detalles de este tan importante operativo
que seguramente, de ser un éxito, llevaría a todo este destacamento a obtener
sonados honores dentro y fuera de la institución castrense y sobre todo en forma muy especial a quien lo
había concebido y planificado. Significaba alcanzar un ascenso en su carrera policial, ascenso que le
convenía en forma desesperante al sargento Ramírez, no sólo por que necesitaba
mejores logros económicos y personales, tanto como estar más cerca de su
querida familia, sino más, porque sentía
que su presencia en aquel peligroso sitio era necesariamente un blanco muy apuntado
y un cebo muy querido por parte del
tenebroso grupo de los Calamares, quienes desde hacia años que tenían en la zona extorsionados
y sumidos en el pánico a muchas autoridades y personas que por A o por B habían tenido la mala suerte de cruzarse en su camino.
Queridos
agentes -dijo el sargento Ramírez- son ustedes ocho corajudos policías que el
día de mañana tienen que poner fin de una vez por todas, a esta insidiosa
amenaza que para nosotros y para el pueblo significan estos tres bellacos que
han venido a llenar de sombra y terror con sus presencia a estas buenas gentes
que aquí habitan. Queridos amigos…¡nada de mariconadas el día de mañana!...mañana
es un día glorioso para la PNP del Perú y la página que nos ha reservado la
historia se escribirá bajo el manto de este sagrado cielo de Bolívar, nombre
heroico además, que caracteriza a este excelentísimo libertador de América y nuestra
patria, seamos una vez más, émulos de
este héroe nacional y terminemos de una vez por todas con estos mequetrefes que
quieren intimidar a nuestra gente con esa presencia poco más que solapada y
sospechosa que… ¡pongo mi mano al fuego que mínimo son…tremendos terrucos traficantes,
es decir que llevan las tres “tes” del terror! ¡Acabaremos de una vez con
ellos!
Bolívar, sábado gloria 5:30
a.m:
Aquella
mañana surgía en el firmamento con un manto de albores pálidos e infinitos en
el cielo de Bolívar. El Sargento dio un salto de la cama y se puso de pié tal
como se lo habían entrenado en su escuela militar; de inmediato tocó el silbato y todo el mundo
estaba de pié siguiéndole en sus acciones. Cogió los controles del Radio
Comunicador y encendió el aparato, el mismo que empezó su trabajo dando un
chirrido que parecía música de otras galaxias, luego que la aguja del transmisor
indicó que se había alcanzado la frecuencia indicada el Sargento llamó como
quien atisbaba por su ventanilla hacia un amplio y no muy lejano camino que
salía del pueblo: ¡atención escorpio uno… llama águila negra!… ¿me copias? … ¡copiado
águila negra! -contestó una voz que salía lejana desde un trasfondo ruidoso— bien…salimos
tras de ellos, en este momento los “tréboles” se dirigen cuesta arriba rumbo al
noreste…con sus atuendos de siempre…parecen apurados… ¡vaya malditos! –¡síganlos
de inmediato águila negra…! ¿Me entiende?... -contestó la voz del otro lado del
radio - Comprendido escorpio uno…allá vamos –dijo el sargento levantando la
mano cual un líder de comando que señala la movilización de sus tropas.
En
marcha señores, dijo el sargento como alzar su morral y asegurar su armamento - ¡conserven sus posiciones, nada de interceptarse, cada quién en su flanco… ¡no
los pierdan ni un milímetro!
Bosque de Cerro punta, hora y media después:
¡Alerta…
águila negra…informe avance… aquí escorpio escucha…! -volvió a llamar el
comandante desde la base policial a través del radio comunicador portátil que
llevaba el sargento - Los “tres tristes tigres” no se detienen, escorpio…
parecía que llegando al cruce del los caminos entre Uchumarca y Guayobamba era
la cosa, pero están
continuando….cualquier novedad le comunico quedamos en QAP- fue la contestación
del sargento quien para este entonces, al igual que sus pupilos estaban
empezando a sentir los desgarradores estragos de lo que significa caminar una
hora y media de continuo, por las
cumbres del cerro punta a cuatro mil m.s.n.m, mientras los “sediciosos”
parecían no tener fin en sus andares.
Ruinas de Kilca pirka, tres
horas después:
¡Vamos
águila negra…¡¿como estamos con los chicos malos?! –volvió a sonar el radio comunicador- escorpio espera noticias…¿me copias águila?....- por supuesto… por supuesto, escorpio…-contestó
una voz trémula y jadeante que parecía salir de un baúl de antigüedades-
creíamos que aquí en estas ruinas iba a ser la cosa pero nada…los malditos
siguen cuesta arriba…nada los cansa, en cambio nosotros jefe….
Selva del Guayo, cinco horas
después:
¡Alto
camaradas! -dijo el sargento sacando fuerzas de las últimas enjundias que le
quedaban en los recónditos rincones de su cuerpo– paremos aquí….y al decir
esto un ahogo de cansancio lo detuvo de su locución– paremos aquí…que estos
malditos tienen para todo, al parecer saben
que los seguimos y se han propuesto cansarnos, al parecer están bien
entrenados o a lo mejor están dopados
para no sentir el cansancio ¡con el prontuario que se manejan todo es posible… vaya
desgraciados! – es necesario señores reponer fuerzas, sentémonos, descansemos y
tomemos algo de las provisiones… ¡Piensen que tenemos que alcanzar la Gloria…no
nuestro funeral carajo!
¡Atención…
atención… escorpio uno… los “trinitarios” han llegado hasta selva del Guayo…al
parecer se han internado en ella, los perdimos momentáneamente de vista! -exclamó
el sargento, con los últimos alientos que le quedaban en su molido cuerpo– ¡ajá…vaya
truhanes… los han hecho caminar un mapa entero estos desgraciados, cójalos y
denles su merecido carajo! - dijo el comandante quien cómodamente hablaba desde
su desván inclinado en su oficina, a cientos de kilómetros, mientras nuestros
heroicos policías se sacaban la mugre en esta terrible caminata en donde
quemaban no solamente su colesterol malo sino también lo poco que les quedaba
del bueno -
El
sargento Ramírez se tendió rendido en la yerba húmeda de la pluviselva del Guayo,
mientras sus comandos se sentaron en
donde pudieron y no sin asombro pudieron contemplar la maravillosa visión de
aquella copiosa selva virgen que rodeaba a una inmensa laguna azul
perfectamente circular, como un anillo titánico de bosque vivo, pujante,
asombroso, bellísimo; sin embargo, ésta maravillosa visión de la pluviselva y
el lago engarzado en ella, era lo único
que realmente los reanimaba en aquella casi fallida misión, puesto que los
“trinitarios” a quienes tanto seguían, ya se habían escondido en la espesura
del bosque y según los imaginaban estarían seguramente ya en contacto con sus otros
secuaces negociando sabe Dios que tipo de intercambios propios del mundo de la
“Cosa Nostra”…puesto que dada su calaña era muy, pero muy difícil que los
imaginaran contemplando el lago o cazando mariposas por ejemplo.
Ramírez,
en un relámpago de su mente y con una nube de pesimismo en su ánimo,
comprensible en él hombre de cincuenta y cinco años con muchos trajines en su
vida y sin haber alcanzado los logros que hace muchos soñaba y ante la
posibilidad de convertirse en una “baja” ante un fortuito enfrentamiento con
estos “criminales”, en un instante pudo contemplar en dentro de su mente toda
la dramática parodia de su funeral. Vio a su esposa reclinarse deshecha en
lágrimas ante su condecorado féretro, vio
a sus hijos aún pequeños deshacerse en llantos en aquél salón de dolor donde
estarían velados sus restos, vio… y escuchó el discurso del jefe de su
delegación honrándolo como un Héroe de la PNP, vio su ascenso y condecoración póstumas,
etc. etc.….y en eso ¡plap! Una pequeña palmada lo hizo volver a la realidad:
era uno de los comandos quien con voz apremiante le dijo: ¡vamos jefe!... ya
los vimos…están en el claro del bosque frente a la laguna, los divisamos con
los catalejos ¡mírelos! ¡Mírelos!..Los muy miserables parece que estuvieran instalando
armas de largo alcance…
¡Armas
a discreción…! Dijo con voz recuperada el sargento, que Dios nos libre de estos
truhanes….escuchen: sean sumamente sigilosos, hay que cercarlos, son ustedes
ocho, la laguna es circular, nuestras armas son modernas y de largo y preciso
alcance, la laguna no tiene más de quinientos metros de diámetro, dos me deben acompañar de cerca, los otros
seis formarán un hexágono que tiene que irse cerrando hacia ellos más y más sin
perderlos de vista, me entendieron?… ¡vamos carajo… paso de vencedores!
Ramírez
avanzó con la decisión propia de alguien que ve a pocos pasos la oportunidad de
alcanzar la gloria. En su mente despierta, a diferencia de aquella mente subconsciente,
cansada y pesimista, la imagen que
empezó a formarse en su imaginación esta vez, fue mucho más positiva. Para no
sentir las molestias de las yerbas, troncos y los arbustos espinosos y tupidos
que le impedían el paso y como para ignorar la picadura de algún bicho, empezó
a imaginar la pomposa ceremonia de su ascenso, su condecoración como héroe de
la policía nacional, sus entrevistas en los medios de comunicación en donde en
conferencia de prensa se le pedía que narrase los acontecimientos espléndidos de
haber desbaratado a uno de los núcleos narcoterroristas mas terribles del nor oriente
peruano, con nexos en Colombia, Europa y Asia…vio por un momento cómo su rostro
retocado por el “fotoshow” salía en la primera plana de los diarios nacionales
e incluso en los internacionales, vio cómo se le colocaban los galones
nombrándolo a partir de esta trascendente ceremonia ícono de la Policía Nacional
del Perú….cuando en eso y sin darse cuenta, mientras discurrían estas fabulosas imágenes en
su mente de pronto se vio de nuevo ante la realidad y nada menos que a cien
pasos de los tan temidos “trinitis” quienes allá al frente, emplazados en un
hermoso claro del bosque, se disponían a sacar cada uno de ellos de sus maletas
sendos aparatitos que parecían trípodes, los mismos que después de fijarlos en
la tierra sirvieron para que en ellos colocasen hojas de papel grandes con
raras inscripciones. Luego, de las
maletas “reforzadas” los fulanos extrajeron sus instrumentos musicales: el
“colombiano” sacó un clarinete, el “árabe” sacó un saxofón y el “turco” sacó
una flauta traversa y… después de sentarse en calmados y gruesos troncos de
árboles que yacían tumbados en las yerbas, frente a frente de sus instrumentos
a la voz de tres que dio el “colombiano” empezaron a tocar en forma alevosa, desesperada
y con gran vehemencia nada menos que la novena sinfonía de Beethoven a todo pulmón, como para impresionar a las
miles de aves canoras que por ahí volaban.
El
Sargento Ramírez no podía creer tamaña escena dantesca que surgió ante sus
ojos, por un momento pensó que el cansancio, la altura y el hambre lo estaban
volviendo loco y estaba nada menos que alucinando; pero, al convencerse que se
trataba de la cruda realidad, dijo para sí muy alterado: ¡como es posible que
estos miserables ahora se las den de Músicos…seguramente para despistar al
comando que ellos saben muy bien que los persigue!
¡Oigan
miserables… carajo!... - grito el sargento a voz en cuello, no pudiendo
contener más su indignación- ¿Acaso no existen plazas, auditorios, oficinas,
casas, parques etc., para que practiquen
su estúpida música?, antes de venir a la cima de la cordillera de los andes, a
estas tremendas alturas…. ¡seguramente piensan que ya nos comimos el sapo de
que ustedes son santitos que vienen a tocar para los querubines porque estamos cerca del cielo! – les gritó, con no
sé que coraje que tuvo que sacar desde el fondo de sus gónadas…
Los
fulanos sin hacer caso seguían y seguían tocando con más vehemencia aun…
¡Idiotas
de miércoles, que diablos les pasa a ustedes… ¡contesten carajo!... ¡el mando
de la policía les está hablando, no cualquier perro…están locos acaso…o se fumaron
de la mala…estúpidos de miércoles, ¡hablen…!
Pero
los fulanos seguían tocando y tocando cual si llegaran a un éxtasis celestial
sin escuchar ni hacer caso a nadie.
¡Oigan
mierdas…acaso están locos carajo!... ¡que diablos les pasa, delincuentes de
mierda… ¡alto!...¡manos arriba…! –dijo de una buena vez y sin miedo el sargento al verles desarmados y
teniendo en cuenta que ocho fusiles les apuntaban a la frente…así como él mismo
también lo hacía.
En
eso terminó el tema musical con un corte seco del vibrar de los instrumentos y solo
el silencio de la soledad y el viento contrastó ante tal efusivo ruido: Se puso
en pié el “colombiano” y contestó en voz alta en estos términos…
¡Idiotas
son ustedes… estúpidos polizontes! –dijo con una serenidad incomprensible - que
tienen la mente ensuciada con la idea de la delincuencia, la cual ven por todos
lados. Basta que vean a alguien diferente, alguien que no se ajusta a su estrecho
esquema mental y piensan de plano que es un delincuente o un terrorista… Nosotros
- sépalo bien mi querido sargento - somos almas sensibles, almas de músicos y
de genios, que venimos hasta acá a este hermoso santuario a alabar y agradecer a
Dios el creador por haber hecho estas maravillas que ustedes ignoran y pasan
siempre por alto. Ustedes jamás comprenderán por ejemplo que este misterioso
lago que ven aquí abajo, ha sido formado por fuerzas extraterrestres al caer desde el espacio un gran meteoro, cosa que de
por sí lo convierte en un santuario ya que éste origen, al provenir del cielo, nos sugiere voluntad divina…
Hemos
venido aquí a interpretar las más hermosas melodías del mundo… ya que eso y
mucho más Dios se merece, a cantar y disfrutar de la naturaleza…caminando mucho
porque es bueno para nuestro cuerpo y porque comprendemos que es un deber del
ser humano y a la vez una infinita satisfacción del alma tocar y cantar
alabanzas al todopoderoso gracias al cual existe todo cuanto nos rodea, como
son estos bosques, estas flores, estas aves y esta laguna enteramente hermosa…no
como Ustedes que solo los embarga la idea del crimen y la delincuencia y todo
lo ven de color de sangre, de opio, de coca y de marihuana, por eso es que nos
creen raros, por eso es que nos creen malos, por eso es que nos creen locos…¡en
verdad nosotros si estamos locos!, escúchelo bien, ¡sí estamos locos pero…¡Locos
por la Música!....¡Locos por la Música!...¿lo han entendido?...¡Locos por la
Música!.... ¡Locos por la Música!...!...¡Locos por la Música!...iba contestando
y repitiendo el eco surgido del fondo del espeso bosque.
………………………………………………………………………………………………
¡Conteste
águila negra…! -sonaba el transmisor de radio– ¡Conteste águila negra… cómo marcha
la Operación…!
-- Lo
siento estimado jefe… ¡aborte la operación!…el lunes le explico…me jodieron estos locos…pondré mi cargo a disposición…
FIN
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