Autor: Fernando Berckemeyer
Han
prohibido las corridas de toros en Barcelona. Lo que equivale a decir que una
serie de personas a las que no les gustan las corridas han conseguido, porque
son mayoría, que el Estado use su fuerza para impedir verlas a aquellas otras
personas a quienes sí les gustan.
Es difícil exagerar qué tan graves pueden ser las consecuencias cuando se acepta que la ley se pueda formar así, con el argumento de la “repugnancia moral”. Así se crea la dictadura de la mayoría, que, para efectos de quienes no pertenecen a ella, es tan dictadura como cualquier otra (y cuidado que en las muy escindidas sociedades modernas nadie está libre de ser minoría en su visión moral de un tema que le importa).
Por lo demás, la “repugnancia moral” de la mayoría que ha impuesto esta prohibición tiene una sustentación bastante pobre. Por un lado, no es cierto que los aficionados vayan a las corridas morbosamente atraídos por la crueldad del espectáculo: si ese fuese el caso, podrían ir a los camales a ver un espectáculo bastante más sangriento –y, muchas veces, más doloroso– por un precio bastante menor. Por el otro, si asumimos que lo inmoral vendría de hacer sufrir a un animal para servir fines humanos, habría que prohibir también todos los otros usos animales, como los alimenticios y gastronómicos, que pasan igualmente por brutales formas de sufrimiento animal. ¿O es que los toros, como se pregunta Vargas Llosa, tienen más derecho que los pobres crustáceos, cerdos, gansos o pavos? Salvo, claro, que se suponga que los fines artísticos del hombre pertenecen a un nivel inferior, lo que, desde luego, es insultar la naturaleza humana.
Con su prohibición, en suma, los parlamentarios catalanes han atropellado, además de a las corridas, a la coherencia y a la línea que separa a la moral del Estado. La misma línea de la que depende la libertad de casi todas las minorías del mundo, incluyendo esas en las que sin saberlo, muy bien podrías estar tú.
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Publicado en el diario Perú 21 el 4 de agosto del 2010.
2 comentarios:
Estoy totalmente de acuerdo co lo expresado por el columnista acerca de que se prohiba por ley alguna afición y se recorte la libertad de las personas. Primero sucedió con los fumadores que ahora están compelidos a buscar un desierto para fumar; ahora sucede con los toros y mañana puede suceder con el derecho a criticar o a rebelarse contra lo que no nos parece bien y luego se prohibirá pensar, en fin. Las mayorías suelen equivocarse, especialmente cuando se dejan llevar como carneros, recuerdese el caso del gobierno de la dupla fuimori- montesinos y la prensa chicha o la carta de sujeción firmada por los militares y policías, honestos y deshonestos. Es peligroso cuando la mayoría pretende imponer su manera de pensar. Eso es una forma de totalitarismo. Por mi parte,pese a lo que digan los "amigos" de los animales, que suelen ser más crueles con los humanos que el común de las gentes, yo seguiré asistiendo en cuanto pueda a las corridas de toros.
Bueno, yo creo que tanto el columnista de Perú 21 como el amigo que hace su comentario están totalmente equivocados. Parece que no saben, a pesar de no ser analfabetos, lo que es vivvir en democracia. Las mayorias en estos casos votan por lo que es mas razonable en cuanto a los daños que tal o cual situación puedan ocasionar. Me parece que deben pensar un poco más halla de sus intereses y deben acudir desde ya a un especialista.
Saludos
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