Un rara avis en la cinematografía peruana es este destacado documental
de Javier Corcuera. ¿Por qué impacta y emociona tanto a los asistentes esta
película, como se ha visto en las salas de Lima donde se ha exhibido
recientemente? Precisamente el mérito de Javier Corcuera es haber puesto en
imagen, sonido y escena, una cultura, la nuestra, en su real revelación
artística, humana, creadora. Una cultura tantas veces vilipendiada,
menospreciada, lapidada desde la Colonia y luego por la aculturación global, que
hasta sus propios herederos, el contingente mayoritario de mestizos de hoy,
hijos de quechuahablantes o de afrodescendientes, fuimos inducidos
a descreer y avergonzarnos de ella. De pronto la pantalla nos la descubre bella
como era, creativa, profundamente humana, revelando la fuerza de nuestros
antepasados, la fuerza de nuestros paisanos actuales, nuestra propia fuerza
cultural.
Pero para lograrlo Javier Corcuera no ha sidosólo un recopilador más o
menos acucioso pero imparcial, culturalista, no, Javier Corcuera logra estos
efectos porque parte de una visión definida y de una postura no ambigua, sino
comprometida con nuestra realidad cultural y social, por ello el discurso
narrativo resume la resistencia de nuestros pueblos visto a través de esas
expresiones artísticas y musicales. No por gusto el hilo conductor que
atraviesa la película está basada en la concepción de José María Arguedas: la
validez de la cosmovisión de nuestras culturas originarias (la escena comunal
de la Fiesta del Agua por ejemplo), pero que empieza remitiéndose a lo más puro
de nuestra Amazonía; el proceso de mestizaje entre lo andino, costeño, criollo,
representado con el violín de don Máximo Damián y el zapateo chinchano, con don
Amador Ballumbrosio en el recuerdo de su vitalidad; el potencial creador de
nuestra gente a partir de la preservación de esa identidad, tanto en la música
andina como en la criolla; posibilidad abierta a su liberación en base a
todo ello. Y ese es el verdadero mérito del realizador de esta película. No un
mero presentador o acopiador de nuestra “riqueza” cultural sino un
revisor crítico de nuestro proceso cultural y musical: discriminador,
contestatario e impugnador de lo banal y de la mercadotecnia, la que ha
penetrado tan groseramente en vertientes de la música andina o criolla. Por eso
los representantes que allí se muestran, como la siempre Magaly Solier o
SilaIllanis, en lo andino, o Rosa Guzmán o Sara Van, en lo criollo,
entre otros tantos cultores auténticos que exponen su arte en la película –y
seguramente habría mucho más que mostrar-, no son precisamente los más
favorecidos por la pantalla, la prensa o el mercado. Y sí son con seguridad los
mejores exponentes.
Javier Corcuera con este documental hace un aporte decisivo a nuestra
historia cinematográfica e inaugura, en este periodo, el cine de autor de clara
filiación progresista –tan escaso en nuestro medio-, en una veta, el
documental, digna de continuar.
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