Reflexión liminar
“La poesía es un trabajo difícil”. Lo escribió un poeta grande. Javier
Heraud. Y es más difícil si se trata de conciliarse con temas también grandes
como son el amor o la política. Hazaña que sólo los grandes saben concertar muy
bien. No sin razón Rainer María Rilke recomendaba a su Joven Poeta (el
interlocutor de sus cartas) que evitase escribir poesías de amor; “sobre todo
evite las formas demasiado corrientes y socorridas. Son las más difíciles, pues
es necesario una fuerza grande y madura para dar algo propio donde se presentan
en cantidad buenas y, en parte, brillantes tradiciones”.
Pero la poesía, como la vida, es contradictoria. Otro poeta, también
inmenso, Pablo Neruda, al ser preguntado sobre lo que recomendaría a un poeta
joven, respondió sin pensarlo dos veces: “Que escriba poesía de amor”. Ergo: La
dificultad de la poesía la resuelve el mismo poeta. Para ella no hay recetas.
Requiere, sí, necesidad y fuerza. Para decir lo propio (aunque sea rodeado de
miles de poemas sobre el mismo tema). Y lo propio nace de la sinceridad,
previas enlazan a la perfección para preceder a los trabajos poéticos que me ha
alcanzado Ernesto Montero, bajo el título de Todo depende del humor de tus ojos.
Desde el título se aprecia la intención de hacer poesía amorosa. Y “El amor
es lo primero que enseña al hombre a creer en el mundo objetivo fuera de él”
(escribe ese otro poeta visionario que fue Carlos Marx, en La Sagrada Familia).
Y “el humor de tus ojos” es la consideración que se reserva para el ser amado.
No es la imposición del que ama. Es otorgarle a aquel la libertad de hacer con
el mundo –incluido el que ama- lo que su humor decida, lo que su vitalidad
aguarde.
Pero Ernesto sabe que esos ojos no son ajenos a lo que aguarda el gran
hacedor de todo: el pueblo trabajador, que es el máximo creador. Y es en él que
se realizan la poesía y el amor y la lucha social. Por eso nuestro poeta
escribe: “protesta social sin acción/ sin sangre ni heridos/ es así este amor”:
el amor es así, protesta sin acción, sin sangre, sin heridos, pero protesta, en
definitiva: y protesta social. No puede ser de otra manera. Porque se ama con
la vida íntegra o no se ama. Es amor a todo lo que hace digno al ser humano, o
no es amor.
El autor participando en una mesa de lectura en el XII Encuentro de Escritores del Perù "Manuel Baquerizo" / Tarma 2013 |
Y a partir de ahí el amor pasa a asumir su carácter de “protesta social”. Y
nuestro poeta no regatea su filiación poético-política (con riesgosa –pero bien
librada- honestidad), y asume como epígrafe un mensaje político-poético: “El
revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor” ernesto
Che Guevara. Y esta frase-verso corona
el primer poema expresamente político del poemario, con un título por demás
apodíctico: “Terrorismo”. Para decirnos que en estos tiempos de terrorismo
global, todos somos terroristas. Y el poeta nos dice, a través de la amada, que
está abiertamente decidido a: “Que nuestro amor/ desde ahora y adelante/ les
provoque miedo”.
Porque el amor a alguien tiene –dialécticamente- su contrapartida en el
odio al enemigo común. Es una situación límite, que lleva incluso a hacer creer
que en tiempos de horror la felicidad amatoria es una utopía. Pero nuestro
poeta también sabe que las utopías se han hecho para ser conquistadas. Y como
toda lucha social es solidaria, la lucha del amor es siempre de a dos: “Es tan
fácil amarte a estas alturas/ que ya sé que no soy solamente yo/ ahora/ somos
enteramente dos” (“Terrorismo”. Segunda parte). Y si dos son los actores del
amor –desde una visión dialéctica- ellos hacen una unidad contradictoria. Su
relación no es de sometimiento, de ninguna de las partes. De ahí que el poeta,
consciente de esa realidad, asume con naturalidad las desiciones autónomas del
ser amado y exclama: “pero/ si decides alejarte/ as{i sea a la vuelta de la
esquina/ tiéndeme aunque sea un dedo/ y haz del destino/ algo diferente” (“Si
decidieras alejarte”). El amor exaltado en este libro –sin dejar de ser humano
o, digamos mejor, por ello mismo, por ser humano- es aquel que no se cree
eterno, pero se sabe creador no s{olo de s{i mismo sino también de mundos
nuevos. Se trata, pues, de un amor revolucionario: “Cuando un revolucionario se
enamora/ la ternura queda pequeña/ y se enciende algo más” (“Cuando un
revolucionario se enamora”).
Al comienzo de estas reflexiones mencioné a Carlos Marx. Y ahora digo: qué
acertada elección la de nuestro poeta, poner como modelo de ese amor
revolucionario a la pareja de “Marx y Jenny” (que es el tema –y título- del
último poema). Se sabe de la gran calidad humana de Marx (de su solidaridad con
las clases trabajadoras, especialmente obreros, y de su ejemplar amistad con
Federico Engels), pero poco se releva el amor por su compañera de toda la vida,
Jenny Westphalen. Un amor que bien puede ser graficado con este verso de
Ernesto: “El bello cuento de los amores marxistas” (“Marx y Jenny”), porque son
amores que tienen la cualidad de las grandes obras de creación: la perennidad.
Y quien ha leído la biografía de Marx (como es mi caso) bien puede atribuirle
este verso que Ernesto asume para sí, como si Marx se lo hubiera dicho a Jenny:
“Y si/ te amo/ como para pedirte permiso/ para todo” (“Reafirmo”). Porque es de
él la consideración de que “el grado en que la mujer aparezca como simple
objeto de placer y no como sujeto humano permite juzgar del grado de
humanización de una sociedad” (“Manuscritos: economía y filosofía)
Ernesto Montero (primero de la izquierda) junto a escritores de otros lugares del país, en el complejo deportivo donde se hospedaron - Tarma 2013 |
La poesía de Todo depende del humor
de tus ojos no está hecha con ideas; está hecha con palabras (como le reconvino
Paul Valéry al pintor Degas). Pero son palabras cargadas de pasión, de emoción,
de humanidad –para decirlo en una sola expresión. ¿Hay riesgo en ello para
pensar que lo puramente artístico se esté adelgazando? Yo lo dudo. Y hasta lo
niego. Porque yo me identifico con este tipo de poesía tendenciosa. Una poesía
que no está hecha para figurar, por puro formalismo. Una poesía que asume el
riesgo del ninguneo oficial o académico. Pero poesía, al fin y al cabo, que
incluso en la posibilidad –negada- de que se demuestre su insuficiencia (y no
es el caso, insisto), seguirá buscando su superación, siguiendo esta prescripción
brechtiana: “…de las derrotas que se tengan que comprobar no se puede sacar la
conclusión de que no deben librarsebatallas.” La libertad de hacerlo siempre
será una batalla por librar. Poeta Ernesto Montero: mi respaldo incondicional.
Luis Prado Flores (centro) y Ernesto Montero (derecha) |
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