Por Mario Peláez
Hace casi una docena de años dirigí una investigación sobre los lenguajes de la comunicación para la Universidad Jaime Bausate y Meza, antes Escuela de Periodismo. Libro que a la fecha va por la cuarte edición, con el título “Comunicación Total: rescate de la peruanidad”. El ámbito de la investigación es el distrito limeño San Juan de Lurigancho, el más receptivo de la migración serrana y amazónica, entonces el más representativo de la pluriculturalidad.
La investigación partía de la certeza de que los peruanos apenas nos entendemos con los lenguajes convencionales, (oral, escrito y la imagen) y que era imprescindible articular y potenciar los otros lenguajes en pos de consolidar una comunicación total, plena. Entonces se estudió las zonas estratégicas del distrito: mercados, paraditas, canchitas de futbol, prostíbulos, fiestas patronales, centros de asistencia médica, sinnúmero de emisoras radiales, fiestas de corte de pelo, apadrinamiento de ropas que se donan a las vírgenes y santos, etcétera.
Y bien, ¿ Cuáles son los lenguajes que sustentan la esencia de nuestras identidades culturales, que mejora el entendimiento de la subjetividad y preserva el espíritu solidario y comunal, incluyendo su fusión con las vivencias criollas y callejeras ?. Son nueve los lenguajes más representativos, y en cada uno de ellos se estudió un promedio de 22 exponentes culturales, y todos ajenos a chauvinismos y fermentos parroquianos. Aquí están:
• El lenguaje de los sabores (comidas saladas y postres, como la pachamanca, la sopa verde, juanes, puca picante, cuy, higos, buñuelos…)
• El lenguaje de los sonidos (entre otros la antara, quijada, charango, zampoña, pututo…).
• El lenguaje de los juegos (como proceso de integración: la rayuela, boliches, las pescadas, voladera… ).
• El lenguaje de las plantas medicinales (historia y convicción: savia, llantén, cola de caballo, pie de perro, paico…).
• El lenguaje de los apellidos de origen andino (Implicancia social: Huaroc, Mamani, Mallqui, Vilca…).
• El lenguaje del arte (se estudió el mensaje de las pinturas de la Amazonía y la Sierra Sur).
• El lenguaje callejero y furtivo (arrecho, cachudo, cachuelo, yara, ojito ojito…).
• El lenguaje de las fiestas patronales (sincretismo y convicción. El señor de la Soledad, Cruz de Motupe, El Señor de Burgos, La Virgen de la Concepción…).
• El lenguaje del graffito (contracultura, mensaje y dibujo con predominio de vivencias costeñas: “Los pobres cagan pobreza, los ricos mierda”, “Tres al hilo sin sacarlo, más dos de yapa”, “La prostituta es la mejor encarnación de la democracia”…).
Efectivamente, son lenguajes que definen y potencian las identidades de la peruanidad; que siempre erizan los lenguajes convencionales y son compatibles con otras manifestaciones culturales democráticas.
Han pasado doce años de la investigación. Hoy 2017, convivimos con una vertiginosa globalización de hacedores tóxicos. ¿Qué ha quedado entonces de aquellas identidades estudiadas en San Juan de Lurigancho, y por ende en todo el Perú?
Tengo fundadas sospechas de que la globalización viene también socavando, debilitando la peruanidad cultural, convirtiéndola en meras curiosidades turísticas. Depredación con una proporcionalidad geométrica, por ejemplo, del show de Justin Bieber, versus la velada del charanguista Jaime Guardia).
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