Existen opiniones diversas de los concursos de cuentos y otras manifestaciones del arte. Virgileo Leetrigal, narrador sucrense, nos envía su parecer acerca de estos eventos. Chungo y batán cree necesaria la publicación de este interesante artículo (NdlR)
Por. Virgileo Leetrigal
Por mi profesión y condiciones de mi desempeño laboral, en varias
ocasiones he sido informado de la organización y realización de concursos en
diferentes expresiones del arte. En más de una oportunidad fui invitado a
participar en concursos de narrativa, específicamente en el género cuento,
dentro del cual tengo ya una producción acumulada y publicada en blogs o sitios
del internet. Nunca acepté y creo no aceptaré, porque tengo un concepto, tal
vez muy particular, respecto a estos eventos. Con el respeto que merecen los
hasta hoy galardonados; creo que ni el concurso del “cuento de las 1000 palabras”, que
impulsa la revista “caretas” del
Perú
ni otros convocados desde otros países, tienen justificación valedera;
porque las buenas historias, determinan por sí solas su cantidad de palabras y
no aceptan, ni siquiera de su autor, una previa asignación de la misma.
De otro lado, en el caso específico de la literatura, es
iluso esperar que de una colectividad de malos lectores surjan buenos
narradores. En este sentido, sí es prioritario intensificar la estrategia
pedagógica del plan lector en los centros educativos, para fomentar e
incentivar la comprensión lectora de los estudiantes. Y además, no creo que un
narrador, consagrado o no, pueda escribir a pedido, una historia memorable; y
menos, previamente advertido, de que un jurado va a determinar su calidad con
puntajes y/o calificativos de buena, regular o mala. Las buenas y mejores
historias siempre se escriben con el valor de la libertad absoluta para su
autor, sin limitaciones ni presiones a su creatividad. Pensando que tiene que agradar
a un público no a un jurado, a veces descolocado. En definitiva, nunca habrá
mejor jurado que el variado público lector; y éste determina la calidad de una
narración a través de un tiempo indeterminado, no en la cantidad de días que
dura un concurso.
También es cierto que desde tiempos remotos, existen artistas
que han utilizado concursos, premios y otros eventos, relacionados con el arte
o en torno a éste, como medios de promoción de sus nombres y obras. Otros más
audaces, hasta han constituido cofradías para construir imágenes, labrar prestigios
o erigir famas. En la actualidad, incluso en asociación con ciertas entidades, usan
el marketing y otros medios con objetivos similares. Están en su derecho y
tienen la libertad para hacerlo; pero tal vez nunca falten quienes los pongan
en evidencia.
Las buenas personas, profesionales desprendidos y artistas
comprometidos, existen, y se requiere de su participación y contribución. Si
estas voluntades se asocian a decisiones acertadas de las autoridades locales y
APAFAS, pueden surgir convenios que faciliten la aplicación de políticas
públicas para incentivar el arte y la cultura. Así se deberá promover y
financiar, en los centros educativos, talleres de: narrativa, música,
escultura, danza, pintura, teatro, etc. En este tipo de eventos, se podría
incentivar y desarrollar las aptitudes artísticas de las colectividades de
nuestros niños y jóvenes. Aprender, con ellos, a ser perseverantes en el
descubrimiento y construcción de técnicas para narrar buenas historias y
cultivar otras facetas del arte. Descubrir, también con ellos, peldaño a
peldaño, la escalinata escabrosa hacia el éxito sociocultural. Y cuando no se
sigue la dirección correcta, el resultado podría ser negativo y hasta frustrante.
Chota,
22 de septiembre del 2014
(*) Publicado el 22/09/14, en el periódico mural de la IEP “San
José” de CUYUMALCA – CHOTA.
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