Por Tito Zegarra Marín.
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"Mi tierra" |
Desde hace
algunos años, con algunos amigos venimos conversando sobre eso que puede
ser una utopía, un querer momentáneo o tal vez una exigencia en el
último tiempo: volver a vivir en la tierra añorada. Y lo conversamos, no
sólo porque algunos sucrenses lo vienen haciendo, sino porque nos
convencemos cada vez más de la necesidad y factibilidad de esa opción,
capaz de hacer agradables los años finales de nuestra existencia.
Volver a la
tierra significaría reencontrarse de nuevo con el pequeño pueblo en que
nacimos, asentarse y vivir en otras condiciones en él y así disfrutar de
aquello que no conocimos o nos fue esquivo: su excelsa y bella
naturaleza, la limpidez y sosiego ambiental y las pocas pero valiosas
huellas de su historia. Revivir los gratos e imperecederos recuerdos de
la niñez y adolescencia, y sentir la satisfacción de realizar cosas que
ayer no pudimos, en la vieja casita, en el huerto, en el campo y en la
comunidad.
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Camino "La Quintilla" |
Al mismo tiempo
significaría decirle adiós a esas grandes urbes saturadas de gases
venenosos que se respira, al inaguantable caos del transporte irracional
y estresante, al acecho imparable de la delincuencia, a la inseguridad y
a vivir casi enclaustrados, porque sólo se sale para llevar los nietos a
la escuela, pagar recibos o comprar el pan; decirle adiós en fin, a
esas ciudades que si algún rato nos retuvieron por trabajo, estudio o
nexo familiar, hoy, en otras condiciones, no hay por qué seguir
soportándolas.
Es cierto, tomar
esa decisión o, lo que es lo mismo, desprenderse de esas redes que nos
atan a ellas y de tantos lazos familiares arraigados por años es
tremendamente difícil. Pero creo que sí es posible. Y ello solo se da,
cuando al bordear la adultez tomamos conciencia de que nuestra presencia
en esas asfixiantes urbes ya no tiene sentido, que hay algo más grande y
más hermoso que nos espera: la tierra querida, que nos induce al
retorno.
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"Campanorco" |
Cuando niños o
jóvenes no aquilatamos en su verdadera dimensión a ese mundo natural que
circunda a nuestro pequeño pueblo y a los colindantes: llenos de
encanto, transparencia, exquisitez y ternura. Su verde, fresca y
apacible campiña cubierta de pastizales, garzas y sauzales; sus
enhiestos cerros de caminitos angostos y tantos miradores espléndidos;
los bellos
paisajes casi escondidos o abiertos por todos los costados; la temida
pero deliciosa “poza brava” y La Quintilla reluciendo su camino
empedrado; la pequeña y atractiva catarata de Langascocha; los
miradores imponentes de Punta Grande, Campanorco y Cueñaspunta
avistando la inmensidad del Marañón; el abra Las Lajas sobre el caserío
de Macas y su mirada al oriente; las cuevas El Idulo con pintura
rupestre, bajando al valle cálido de Cantange; los valles Llanguat y sus
aguas termales, El Limón, Balsas y Púsac; los centros arqueológicos La
Lechuga, La Chocta y Cochabamba, y muy cerca, las tierras de los
chachapoya, llenas de historia y hermosos paisajes, etc.
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"LLanguat" |
Todo ello y
muchísimo más forman parte de su geografía, cultura e historia a la que
no tuvimos la suerte ni la oportunidad de conocer y vivir a plenitud,
pues desde muy temprano fuimos empujados irremisiblemente a ser parte
del montón de las grandes ciudades, y cuando ya mayores, formados a su
hechura y modelados por la “modernidad”, parece indiferente y extraño
todo ello. En algunos casos, a la tierra natal sencillamente se la borra
de la memoria, y en los más, felizmente, se opta por visitarla.
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"Langascocha" |
Pero, ¿por qué
llegar a esa particular situación de alejarse del pequeño pueblo, que no
solo pasa con el nuestro, sino con casi todos los del interior del
país? La respuesta tiene causas profundas, estructurales y sociales: es
la propia realidad del país marcada por privilegios para pocos,
desigualdades que aumentan, centralismo indetenible, pobreza y extrema
pobreza con énfasis en el área rural, nulas o mínimas oportunidades de
trabajo, lo que obliga a los hijos del interior del país, a emigrar a
las grandes ciudades, en especial a Lima, con más de 9 millones de
habitantes al 2012.
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"La Chocta" |
Con
el correr del tiempo, algunos de esos hijos, ya en otras condiciones
sobre todo de salud y económicas, vienen comprendiendo que sí vale la
pena pensar y mirar de nuevo a la tierra donde nacimos. Creo, que no tan
tarde, la opción del retorno será la tendencia natural y también
exigida para muchos de ellos. Las palabras del gran escritor
argentino Jorge Luis Borges, en su lecho de muerte, devienen en
premonitorias y alentadoras: “Si pudiera vivir nuevamente mi vida, haría
más viajes, contemplaría más atardeceres, subiría más montañas,
recorrería más ríos, iría a lugares donde nunca he ido”, agregando en
nuestro caso para, finalmente, volver a nuestra tierra amada.
Fuente: Blog Asociación Movimiento de Unidad Sucrense
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"Valle del Marañón" |
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"La Punta Grande, El Criollo" | | | | | |
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