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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

domingo, 7 de julio de 2013

Narrativa: Natividad Pérez Velarde, "Pardo y Otecano" & "Vivimos como fantasmas" (relatos)



Los primeros días de agosto leyendo un periódico capitalino, entre otras cosas, hubo algo que me llamó la atención: “Rendirán homenaje al burro”. Esto me llenó de gozo y algarabía, primero porque tal vez es algo que siempre hubiera querido hacer en memoria de mis dos grandes amigos, Pardo y Otecano, dos pollinos hermanos que me acompañaron durante mi estadía en la comunidad San Cristóbal de Rapaz, cuando trabajaba en el único Centro Educativo de dicha comunidad, que aparte de la bondad y laboriosidad de los comuneros conviví con una generosa familia en cuyo seno habitaban también Pardo y Otecano, junto a ellos “Ringo”, un perro alegre, cariñoso, vivaz, leal, el guardián de la casa, presto a atacar a quien osara transgredir los linderos de la casa y de las buenas costumbres.


   Pardo y Otecano eran hermanos inseparables, andaban juntos siempre donde se los necesitara (nadie podía utilizar a alguno de ellos sin que el otro lo acompañara, de lo contrario ponían resistencia). Pardo era, efectivamente, de pelaje pardo pero tirando a un casi blanco brilloso. Y Otecano de pelaje marrón oscuro que lindaba con la noche. Me fui haciendo amiga de ellos cuando todos los meses debíamos bajar a cobrar nuestros haberes al Núcleo Educativo Comunal del sector. No había ni pista ni transporte alguno que no fuera los “helicópteros con orejas” como bromistamente me dijeron los comuneros en el primer encuentro que tuve con ellos a la pregunta si tenían movilidad para subir hasta su pueblo. Ellos me contestaron, muy animosamente, que sí: tenían helicópteros con orejas. Y así nos fuimos conociendo con Pardo y Otecano, cuesta arriba y cuesta abajo, que me transportaban por los escabrosos caminos de Picoy a Rapaz pasando por Pañaytamá, Turimania, rodeado de pencas, gualancas, shucos, chuspis, shogunjas, guaguros y otros, hasta subir a la cima, donde sobrevuelan los cóndores, donde aparecen los quinuales, en la punta de la montaña, donde nace el firmamento. Los niños y jóvenes saludan sonriendo tiernamente, donde se abre la mano generosa y valerosa de los comuneros y se siente la omnipotente presencia de Pardo y Otecano, transportándome por el camino empolvado de la Plaza de Armas hasta el patio de la casa, llenándola de ternura, así como a mi corazón. Pollinos amigos, seguros, sin inmutarse por la peligrosidad de la noche, nobles, intrépidos, fieles, alegres en primavera, taciturnos en invierno, expresivos. Podíamos percibir sus alegrías, temores, regocijo o cansancio a través del movimiento de sus graciosas orejas, su delicada cola, de sus rebuznos de sabor a yerba fresca o sus ojos grandes de ensueño, ocurrentes algunas veces pues algunos domingos cuando dormíamos más allá del tiempo acostumbrado, ellos, Pardo y Otecano, empujaban la puerta y entraban uno por uno de pronto frente a nosotros en el cuarto de dormir, hocicando nuestros pies y cuando gritábamos de sorpresa pronunciando sus nombres, salían moviendo su cola y sus orejas y osaban rebuznar en el patio abierto hacia la calle como diciendo “ya es tarde, levántense”, pues era hora de darles su alfalfa y soltarlos en el campo.

   Por ello me aúno a la comunidad Santa Ana de Pampas de la provincia de Huánuco en la celebración de homenaje al burro, porque según dicen los organizadores, el burro es un animal inteligente, resistente, leal, gran amigo, gracioso y noble. Esta celebración no sólo tiene que ver con los festejos del día, donde gran número de burros participan de la celebración graciosamente vestidos según el sexo del animal, y el pueblo se viste de gala para recibirlos a todos. Este homenaje va más allá, porque se ha reglamentado que “cualquier propietario que maltrate o denigre a este animal domesticado de carga será sancionado con trabajos a favor de la comunidad, por tratarse de un animal indefenso”. Doy fe de esto porque, qué más que los hombres y mujeres de los caseríos y de las comunidades, los maestros y las maestras, que tuvimos la oportunidad de laborar en las entrañas profundas de nuestro país constatamos  esta reciprocidad  entre el hombre y la naturaleza, que como una fuerza telúrica subsiste a través de la historia. 


“VIVIMOS CON FANTASMAS”

   Paseando por los pasadizos de la escuela constatando el ingreso de los alumnos y docente a las aulas, encuentro a dos alumnas juntas, como contándose secretos, medio llorosas, ya terminado el recreo. Al día siguiente de nuevo las encuentro sentadas en las gradas de las escaleras que dan a las aulas del nivel inicial, pero las encuentro ahogándose y con lágrimas en los ojos. Me sobrecogí de inmediato, las cogí de los brazos y les dije que me acompañen a la Dirección. Rápidamente se pararon y pusieron su mano derecha hacia atrás, como si estuvieran en la posición de descanso y con la cabeza mirando a mis pies, las tuve que abrazar y convencer para conversar en ese espacio llamado dirección. Tuve que hablarles de cuán difícil es la adolescencia que también yo había pasado por esa etapa, les conté momentos difíciles que pasé viviendo en casa de unos tíos, sobreviviendo a insultos, a bromas pesadas de mis primos, que  por mi origen andino no entendía.  Y les dije, ¿a ustedes qué les falta?, viven con sus padres, el amor más grande en esta vida era el de nuestros padres y que en el colegio estábamos todos nosotros, los maestros, y yo quería ayudarlas, que confiaran en mí, que yo estaba para escucharlas. 

   Al ver que no se animaban a decirme nada tuve que separarlas, le dije a María, espérame en la Subdirección un momento. Es cuando a Zara le dije que me contara qué pasa con María y de inmediato me dijo que su prima tenía problemas en su casa, que su padre maltrataba a su madre delante de todos, todos los días la trataba de prostituta y también le decía lo mismo a su hija y ella ya se cansó y no tiene ganas de vivir y yo tampoco.  Le dije, ¿por qué tú?, si  vives bien, tu papá es una persona respetuosa. Sí, me dijo,  mis padres viven en la misma casa pero ambos tienen otro compromiso, nosotros estamos con mi mamá, pero ella viaja mucho y nosotros nos atendemos solos y mi papá ni nos dirige la palabra, nadie se interesa por nosotros,  nunca nos hemos sentado toda la familia a desayunar o almorzar, en mi casa cada uno de nosotros nos servimos lo que hay y si no hay compramos algo en el colegio.  A nadie le interesa nuestra vida, solo tenemos el colegio pero no todo es el colegio, para qué vivir, por eso queremos morir, para ya no sufrir, esta es la segunda vez  que intentamos, mi prima se ha cortado las venas ayer, tiene herida en el brazo. Mire, yo también.  La miré, serena, tratando de sobreponerme a tanto dolor escuchándola, de inmediato le dije, llama a tu prima. Y se abrazaron y le dijo, cuéntale a la Directora. 

   María dijo que lo que tenía es una herida profunda, que le dolía ver todos los días ver pelear a sus padres, ver que un día se impone uno de ellos, con violencia, con palabras que te rompen el alma, a tal punto que con mis hermanitos rezamos, pidiendo a Dios para que uno de ellos se muera y así acabar con los temores y los gritos, la bulla de palabras que duele el cuerpo, te pones tiesa y caminas zombi, no atiendes la clase, sólo escuchas la bulla de tu casa y piensas que alguien te persigue;  así ya no se puede vivir. 

   Entonces es cuando me puse de pie, las abracé y mentiría si digo que no se me escaparon las lágrimas.  Las abracé con un amor maternal, como si fueran mis hijas verdaderas y les dije que, de ahora en adelante, yo las iba a cuidar, que tenían que estudiar para salir adelante, que teníamos  que ser fuertes y valientes, “como el roble”, les dije, palabras que mi mamá me repetía con dulzura entre besos y abrazos cuando, de niña, lloraba cuando veía o escuchaba algo triste, aunque sólo fuera un cuento. Les conté la historia de Rolando de cómo había perdido a sus padres en época de la guerra sucia  y fue traído a Lima por unos tíos lejanos y entregado  a unos señores que tenían negocios Tienda-Hotel y Rolando trabajaba y estudiaba,  y pese a que trabajaba duro en la mañana hasta las 12.00 y de noche, se daba tiempo para estudiar, no se descuidaba y obtuvo los primeros puestos en la secundaria,  el 1er puesto en sus 5 años de secundaria.

   La alumna  me replicó y me dijo, pero a mí nadie me quiere, paso como si no existiera, ni me sonríen, como si viviera con fantasmas que aparecen su cuerpo y se pasan, para qué vivir así, sólo tengo el colegio, pero no es igual, porque eso no es todo, mi prima también tiene problemas, queremos ser como las demás, con padres que nos quieran, que nos digan, hija te quiero, vamos a comprar … vamos a salir, vamos a desayunar juntos,  no hay nada de eso, es un hueco vacío, frío, lleno de fantasmas,  que no hablan ni sonríen, por eso quiero morir he intentado varias veces y no puedo…  

                                                               (Fines de 2010)

Natividad Pérez Velarde.- Maestra y directora de escuela que desarrolló una  noble tarea pedagógica integral en pueblos de provincia y en la ciudad de Lima, entre los años 1980 y 2010.  Socióloga de formación, nacida en Umachiri, Puno.

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