Por Enrique Chávez A.
La misma canción, el mismo baile. |
Si
Keiko Fujimori hubiera ganado la segunda vuelta electoral, estoy seguro de que
Ollanta Humala y el Partido Nacionalista Peruano hubieran respaldado el tajante
“Conga no va”
del pueblo cajamarquino. ¿Por qué? Muy simple: si Ollanta no fuera presidente,
no hubiera sufrido esa metamorfosis que sufren los políticos al llegar al
poder. Y es que, a estas alturas, no cabe duda de que la derecha gobierna
nuestro país a pesar de que hace tiempo no saborea una victoria electoral.
Veamos:
en las elecciones del noventa, ¿era acaso
Fujimori el representante de la
derecha? No. La derecha era representada por Vargas Llosa y perdió; pero, no
obstante, gobernó una década, con toda la retahíla de infamias harto
conocidas. ¿Y Toledo? ¿No era acaso el “cholo” que supo salir adelante,
pasando de lustrabotas a graduado en Harvard, pero de ningún modo candidato de
la derecha? Y qué decir de García, que le arrebató el pase a segunda
vuelta a Lourdes Flores, llamándola “candidata de los ricos”, y le ganó a
Ollanta oponiendo el Cambio
Responsable a La
Gran Transformación. En fin, la derecha no gana elecciones,
pero gobierna. Gobierna porque cuenta con el poder fáctico que le otorga el
dinero, y porque la izquierda peruana es huérfana en lo que a unidad se refiere
y aquello de “ni calco
ni copia”, en muchos casos, no es más que una frase para el
discurso, que en la práctica se traduce como abrir
el paraguas hoy, porque llovía en los tiempos de la URSS.
Pero
yendo al caso específico del Presidente Ollanta, es obvio que durante la
campaña electoral tuvo como principal enemiga a la derecha. Basta recordar –
aunque sea ingrato – a Jaime Bayly, asalariado justamente de las empresas
mineras que veían en un eventual triunfo de GANA Perú una fuerte amenaza. Casi
toda la prensa cerró filas con Fuerza 2011, porque claro, la prensa peruana –
con honrosas excepciones – es fiel servidora de la “verdad” que dicta el
capital. ¿Podía alguien imaginar a Aldo Mariátegui respaldando a Ollanta? Ni en
el más remoto escenario. Pero ahí tenemos las sorpresas de la política peruana,
superando cualquier límite que impongan la realidad y la imaginación. Y ahora
vemos que el gobierno de Ollanta resultó ser el gobierno de la que podríamos
llamar la transformación
trascendental, es decir, la “transformación
de la transformación”. Porque si algo ha mudado conceptualmente, es
el paradigma de gobierno que ofreció GANA Perú.
Pero
ojo: de lo manifestado no debe – en ningún modo – inferirse que se
esperaba que Ollanta tuviera un gobierno estatista y agnóstico en cuanto a la
necesidad de la inversión privada. No. Pero es claro que tampoco se esperaba
que se tomara el rumbo que Humala ha decidido seguir. Las preguntas,
entonces, caen por su propio peso: ¿en qué momento Ollanta abandonó la
idea de que eran necesarios ajustes estructurales en el sistema, y la reemplazó
por la banalidad y el engaño de los programas sociales? ¿Qué hizo que se dejara
de creer en la necesidad de crear un impuesto a las sobreganancias mineras?
¿Cómo es que de pronto se olvidó que debe priorizarse el fortalecimiento del
mercado interno? ¿En qué momento el nacionalismo se jodió? ¿Cómo es que “la
gran transformación” se transformó?
No
intentaré dar respuesta a estas interrogantes. Creo que no es difícil que cada
uno se las conteste. Lo que quisiera evidenciar, es que no todos ven con malos
ojos este viraje en Ollanta. Para algunos – los Romero, por ejemplo –, es lo
mejor que ha podido hacer el Presidente. “Porque
una cosa es con guitarra y otra con cajón”; porque la inercia
social sólo le perjudica a quienes en la vecindad de la vida, tienen por morada
un barril; en fin, porque es mejor joder al pobre, al campesino, al
provinciano, que no tiene medios de comunicación, ni cuenta con el patrocinio
de la CONFIEP ni el aval del FMI o el Banco Mundial; y que si decidiese
protestar, para eso el Doctor García criminalizó la protesta social, para eso
está la represión, la mano dura, el ejército.
Y
que se perdone mi pesimismo, pero lo ocurrido en torno al Proyecto Conga, nos
deja clarísimo cuál es el sendero que seguirá el gobierno. Es evidente que el
gravamen a las mineras se negoció teniendo como contrapartida el aseguramiento
de la explotación de Conga. Es decir, nada de cambios en la política de
explotación de recursos naturales, aunque sí obtención de fondos para sostener
los programas sociales ofrecidos en campaña. Pero, ¡habrá contaminación! No fue
lo que ofrecimos en campaña. Se trata de cambiar el modelo de minería en el
país. ¡Pamplinas! La Gran Transformación era puro fufurufu. Me temo que
Ollanta bailará “El Ritmo del Chino”, como dice un amigo.
1 comentarios:
Buena amigo lo único que nos queda aquí en Cajamarca a los cajachos es protestar por esta vía, porque tenemos el fusil apuntándonos en el pecho. Podrán matar todas las cosas materiales con su dinero pero no podrán jamas que pensemos y que este sentimiento del pueblo (Conga no va) sea cada vez más grande.
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