Por Rodrigo Montoya Rojas
Con la suspensión de garantías en cuatro provincias de Cajamarca, y el paso de los dirigentes que llegaron a Lima durante seis horas por la Dirección contra el terrorismo, DIRCOTE, con el absurdo pretexto de que no querían identificarse, el gobierno optó por la razón de la fuerza como último y contundente argumento. Tratarlos como terroristas es un aviso de lo que vendrá si los dirigentes cajamarquinos se mantienen firmes en su oposición al proyecto Conga, en defensa de la vida y de las fuentes de aguas en las cuencas, y si no aceptan el diálogo impuesto con fusiles y bombas lacrimógenas.
Todos los clanes de la derecha y sus firmes aliados en los medios de comunicación celebran ¨la mano dura¨ como en todas las dictaduras que conocemos. Al fin pueden respirar porque eso de tener multitudes en las calles paralizando ciudades por unos días les parece un crimen y despierta en ellos y ellas el miedo heredado desde tiempos de Francisco Pizarro. Lo normal y natural para esa derecha es que el pueblo vote y punto, que no proteste, que no reclame por las promesas incumplidas de los candidatos convertidos en presidentes. Están a punto de declararse humalistas porque ¨felizmente¨ el presidente ¨ha cambiado para bien¨, como dicen sus amigos de RPP. Sólo falta que el gobierno repita Conga va de todos modos. Ollanta Humala no da ese paso, preferiría esperar a que -tal vez- una consultoría internacional le dé nuevos argumentos porque los de las Minera Yanacocha no convencen y porque la aprobación del estudio de Impacto Ambiental del gobierno anterior es todo menos una ¨cosa juzgada¨. Por el momento, un fruto mínimo de la gran protesta de Cajamarca, es que la minera Yanacocha tiene que aceptar algunos cambios.
La palabra diálogo merece una atención particular. Está cargada de un signo positivo porque se supone que quienes se sientan a conversar se tienen un mínimo de respeto y estarían dispuestos a ceder parte de sus pretensiones para llegar a un acuerdo satisfactorio. El diálogo entre el gobierno y la empresa minera Yanacocha en la misma orilla, y los pueblos de Cajamarca, en la otra, tenía y tiene escaso sentido porque desde el comienzo la posición cajamarquina fue la misma: No al proyecto Conga, y porque la minera Yanacocha estaba convencida de que Conga va de todos modos pues su Estudio de Impacto Ambiental ya había sido oficialmente aprobado y era ¨cosa juzgada¨. Es muy fácil decir que los cajamarquinos patearon el tablero si se negaron a aceptar un diálogo impuesto con Policías y soldados. Un decreto de emergencia es un modo de eficaz de patear el tablero para reunirse después con otros interlocutores que acepten lo que la empresa minera y el gobierno quieren.
No se trata de un diálogo en igualdad de condiciones. Ocurre lo mismo con la llamada interculturalidad, entendida como sinónimo de diversidad cultural, con unos versos delicadísimos sobre la igualdad, diálogo, respeto y tolerancia entre culturas, sueños que existen sólo en la imaginación de los funcionarios del Banco mundial y de los gobiernos nacionales, porque en la realidad lo que vemos todos los días es que gentes como Kuzsinsky y Flores Araos, que defienden el diálogo sobre Conga están convencidos de que quienes nacimos por encima de tres mil metros de altura no tenemos derecho de opinión sobre el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos o que tampoco tiene sentido preguntarles sobre lo mismo a los auquénidos. Esta es también una convicción de otros millones de personas que como el famoso chistoso Armas cree que las salas de televisión se llenan de auquénidos cuando aparecen reunidos los cantantes folclóricos. No hablo del siglo XVI sino del presente, del día a día del país. Mientras el racismo sea tan brutal, las posibilidades de diálogo son casi nulas. Haber pasado a la orilla contraria tendrá un costo político para Ollanta Humala probablemente más grave de lo que se supone.
Fuente: Diario La Primera, sábado 10 de diciembre 2011.
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