Por Cecilia Blume
A días de las elecciones, las encuestas alegran a unos y preocupan a
otros. Todos, sin excepción, quieren matar al mensajero. Incluso los que
aparentemente van arriba, pues nunca estamos de acuerdo con el
resultado. La paradoja es que todos los candidatos salvo Humala
plantean lo mismo.
Por su parte, Humala, a pesar de estar en las antípodas del
pensamiento del resto, se ha dedicado a parecer mesurado y a ‘estar de
acuerdo’ con el modelo económico que ha hecho crecer el país, al menos
en su discurso: en CADE aseguró que el
crecimiento del país se continuaría sobre la base de la inversión
pública y privada, nacional y también extranjera, aunque con algunas
modificaciones en la tributación minera. Ello nos lleva a verificar que
(i) Humala solo sube si se parece al resto y que (ii) nadie lee los
planes de gobierno ni escucha a los candidatos al Congreso; de otra
forma, se darían cuenta de que Humala no puede ser lo que dice ser,
salvo que haya buscado opositores para integrar su lista congresal. Como
sabemos, eso no es verdad.
Como bien dice Fritz Du Bois, los peruanos, al igual que los
franceses, votamos en la primera vuelta con el corazón y en la segunda
con la razón. ¿Qué es lo que determina ese ‘voto de corazón’?
El modelo económico de los últimos 20 años ha logrado, a través de
mucho esfuerzo, reducir la pobreza significativamente a partir de un
país que crece sostenidamente. Aunque ha vuelto menos pobres a algunos,
también ha hecho más ricos a otros. No hay otra forma de hacerlo y la
desigualdad existe incluso en aquellos países que más tienen y más
crecen. Entonces, ¿qué nos falta para que más peruanos crean en el
modelo económico que nos está llevando, a la mayoría, a una vida mejor?
El problema es que, aun con los avances, existen grandes diferencias
que se hacen más visibles y perceptibles. Quienes menos tienen no
quieren esperar: las comunicaciones han hecho que la urgencia para
alcanzar las mejoras esperadas sea mayor.
Así, incluso quienes reconocemos que el modelo económico es el
correcto y el único camino para reducir la pobreza de forma sostenible
debemos aceptar que no basta con avanzar; hace falta acelerar el
proceso. Para eso, hay dos actores claves: el Estado y el empresariado. Y
dos actividades que ambos deben realizar: compartir y comunicar.
(*) CB Consulting S.A.C.
Fuente: Diario El Comercio Martes 29 de marzo 2011.
Fuente: Diario El Comercio Martes 29 de marzo 2011.
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