Este es el día en que los cristianos celebramos el amor de Jesús hasta el extremo.
El Señor se despide con una comida, una cena. En este contexto nace la Eucaristía. La Eucaristía es un banquete, una comida. No es el Dios del ayuno. Jesús aparece en los evangelios como el que come con los hombres y por eso tiene que defenderse "viene el Hijo del Hombre que come y bebe, y dicen: vaya un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores" Mt. 11,19.
El Jesuita, Manuel Díaz Mateos en su libro el Sacramento del Pan, argumenta: "en el comer se juega el problema de la solidaridad humana y Jesús vino para hablarnos de la solidaridad que Dios espera en su familia. No es el Dios del ayuno sino el de la comunidad porque no es el Dios de las divisiones sino el de la solidaridad y de la comunión".
Ahora miremos si son gente decente, idónea, los que rodean al Maestro en aquella última cena. Es cierto, son sus discípulos, pero son pecadores, ninguno sale bien parado, ejemplo: Judas es un traidor, su pecado es la traición. Pedro a la hora que las papas queman, lo niega. Los demás huyen cobardemente. Tomás es un incrédulo, no cree cuando sus compañeros le dicen hemos visto al Señor. Son gente con los que no vale la pena contar, pero esa es su comunidad, una comunidad de excluidos llamados a la salvación y a ser también ellos sacramento de salvación. En estos gestos el Maestro se sigue mostrando coherente con toda su enseñanza y con toda su vida. Recalca, señala que el verdadero amor no excluye a nadie, ni siquiera al enemigo que está tramando su muerte (Judas)
En esa última cena, hay pan y vino. El pan que es para la vida, debería recordarnos tanta muerte escandalosa por falta de pan. El hambre de pan de tantos hermanos es la negación de la solidaridad. Hay pan pero no se quiere compartirlo e incluso hay estrategias para utilizar el hambre y los alimentos como arma política, ya lo decía Reagan por los años de 1980.
El vino, es símbolo de fiesta. Jesús inaugura la fiesta del Reino de Dios donde todos tienen cabida, porque él ha venido para que tengamos vida y vida de calidad y vida en abundancia, que puede hacer dichosos hasta las lágrimas.
Sin embargo, esta tierra que es de todos y para todos, es un verdadero valle de lágrimas para miles de millones del planeta porque padecen el hambre, la injusticia. Jesús con el gesto de la última cena, el lavatorio de los pies nos enseñó lo contrario a lo que hace este mundo: Es selectivo, excluyente, no solidario, busca poder no para servir sino para aprovecharse del más débil, del más pobre. Que la celebración de este día Jueves Santo nos ayude en capacidades de servicio, de cariño, entrega y amor hasta dar la vida como el Maestro.
Escuche el poema de César Vallejo, La Cena Miserable:
Fuente: Facebook de Lázaro Jara Paredes
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