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1. La esperanza que tenía en la izquierda una franja progresista de la población, importante también electoralmente, ha sido defraudada con el lamentable espectáculo de la división. La unidad no sólo significaba una concentración de bases sociales, un programa, una sola plancha electoral y, sobre todo, un gran aliento moral después de décadas de desesperanza, que la hubiera puesto en mejores condiciones para enfrentar a la derecha y resistir el corrosivo modelo económico y político que está destruyendo el país; sino que habría configurado también una izquierda con mayor control, por contrapeso, contra posibles traiciones o conciliaciones (situación muy probable, pues las izquierdas en los tiempos del neoliberalismo –aún más en nuestro país- han debilitado sus convicciones revolucionarias y, en varios casos notorios, son dependientes de oenegés).
1. La esperanza que tenía en la izquierda una franja progresista de la población, importante también electoralmente, ha sido defraudada con el lamentable espectáculo de la división. La unidad no sólo significaba una concentración de bases sociales, un programa, una sola plancha electoral y, sobre todo, un gran aliento moral después de décadas de desesperanza, que la hubiera puesto en mejores condiciones para enfrentar a la derecha y resistir el corrosivo modelo económico y político que está destruyendo el país; sino que habría configurado también una izquierda con mayor control, por contrapeso, contra posibles traiciones o conciliaciones (situación muy probable, pues las izquierdas en los tiempos del neoliberalismo –aún más en nuestro país- han debilitado sus convicciones revolucionarias y, en varios casos notorios, son dependientes de oenegés).
La izquierda ha vuelto a carecer de
grandeza. Pero ahora la mezquindad y las ambiciones personalistas, han sido más
escandalosas que antes por el pragmatismo dominante y el abandono de los
paradigmas.
Esta fragmentación deja en más libertad esas
debilidades ideológicas. El Frente Amplio, de Verónika Mendoza, plantea
reajustes puntuales sin un norte político
coherente de ruptura antineoliberal
(1) y, con respecto al tema regional, no tiene la visión histórica de
reconocer la trascendencia mundial de los procesos revolucionarios bolivarianos
e identificarse con ellos, insurgencias latinoamericanas que son referencia
incluso para las izquierdas europeas como Syriza y Podemos que los consideran
procesos reales de ruptura antineoliberal y autonomía política con respecto a
EUUU. O acaso el Frente Amplio está más cerca de la “defensa de la democracia”
que marca este último.
Se podría hasta decir que la piedra de toque
para distinguir una izquierda con proyección de cambio de otra alineada al
sistema es la postura ante el proceso bolivariano, de ahí que la derecha
conmina con afán a que sus líderes se pronuncien condenándolo, tomando el caso de la “dictadura de Maduro”
en Venezuela, cuando lo que vemos ahí es una encarnizada lucha de clases donde
el Imperio apoya con desenfado a la reacción oligárquica y burguesa.
2. De manera que la división ha sido un
suicidio para la izquierda, tanto en lo que respecta a sus posibilidades electorales (quizás sólo
Gregorio Santos pueda remontar, pues
simboliza la lucha campesina y popular contra la agresión de la gran
minería y el extractivismo), como en lo que respecta a sus posibilidades de
crecimiento ideológico, así como organizacional y político. El costo a
pagar será alto gracias a esta
atomización fruto de la pequeñez personal y la mediocridad política.
Esta cortedad de mira y esta mezquindad han
sido potenciados, no nos cansaremos de decir, por las debilidades ideológicas,
porque si algo traumático ha logrado el capitalismo lapidario de la época
actual ha sido arrancarnos el ideario por un mundo distinto, el ideario
socialista. El temor decisivo a este ideario hace que la derecha liberal abogue tan preocupadamente
por una izquierda que “supere” el “viejo
discurso anticapitalista y antiimperialista que no gana elecciones… ”, tal como
recomendaba el politólogo Steven Levitsky; cuando precisamente el discurso anticapitalista y
antiimperialista –el de Chávez, Correa, Evo, o hasta el de los Kirchner- fue el
que “ganó elecciones” y derrocó a los gobiernos neoliberales del momento.
3. Dadas así las cosas, con una izquierda
mediocre que ha contribuido a que la lucha electoral sea un terreno estéril
para su fortalecimiento, no por eso debe darse paso al derrotismo, pues el
conflicto social y las esperanzas en un cambio de formas de existencia, son de
carácter mundial. Debemos continuar aquí la lucha política e ideológica por la
construcción de una izquierda que responda a las necesidades de los tiempos.
Hacer un balance de por qué hemos llegado a estos extremos de debilidad; somos
hace décadas la izquierda más precaria de Latinoamérica. Esto tiene que ver con
la experiencia política vivida en los 80, el fundamentalismo -antípoda del
pensamiento de Mariátegui y del marxismo de los clásicos-, cuyos métodos
terroristas (violencia que se dirigió –como no había ocurrido con ninguna
insurgencia latinoamericana- contra sectores de la propia izquierda y hasta a
población civil y campesina) contribuyeron a crear anticuerpos contra el
pensamiento y las luchas revolucionarias, contra la ideología socialista, como
en ninguna otra parte de Sudamérica (2), y dio sostén a la derecha neoliberal
(al fujimorismo) para legitimarse políticamente, al extremo que el
neoliberalismo ha continuado aquí impasible, y el fujimorismo, expresión
política del neoliberalismo peruano, sigue teniendo un increíble respaldo
popular hasta hoy (3).
Todo esto nos lleva a la reflexión
definitiva y de fondo, ¿es equívoca o anacrónica en sus fundamentos la ideología revolucionaria del socialismo o el
marxismo, o no lo es sino que ha sufrido periodos de retroceso por
condicionamientos históricos y/o por desviaciones de conducción (en nuestro caso después de la
labor creadora y fundacional del Amauta José Carlos Mariátegui)?
Los que se han plegado al primer enunciado,
que el socialismo es un equívoco ideológico e histórico, que ya no debe servir
como referencia para las luchas sociales, han caído en la trampa del
capitalismo neoliberal y han debilitado la lucha de los pueblos. Los que
mantienen la convicción de que los fundamentos del socialismo histórico son
irrebatibles y cada día el capitalismo terminal le da la razón a Marx, abogan
por los principios y retoman, como determinante, el espíritu creador de los fundadores
del socialismo: éstos son los que han producido los verdaderos cambios, así ha
sido en Latinoamérica, como ya mencionamos, con los procesos revolucionarios
bolivarianos.
Arturo Bolívar Barreto, Febrero 2016
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NOTAS
(1) Con respecto al “antineoliberalismo”
del Frente Amplio, Hugo Blanco recordaba que en el Congreso de esta
organización, donde “Extrañamente sólo se votó el nombramiento de Marco Arana
como candidato a la primera vicepresidencia”,
“Dijeron que el Frente amplio se declara antineoliberal no
anticapitalista, no aclaran qué otra forma de capitalismo puede existir ahora.”
El
neoliberalismo o “capitalismo salvaje” es la forma que adopta el capitalismo
decadente de esta época, y por eso no se puede ser antineoliberal sin ser
anticapitalista, sin ser socialista. Pero el pragmatismo también ha infestado
las concepciones sociales, Marco Arana dice que “En mi opinión quienes
construyen los procesos de transformación profunda son las luchas de los
pueblos… ”. Una verdad que al excluir las ideologías, los idearios históricos,
es una verdad a medias, es sofisma. La lucha social lo decide todo en sí misma,
no hay disputa ideológica, no la guía
ninguna experiencia histórica o ninguna teoría de Estado. Respeto tu convicción
socialista, le dice Marco Arana a Hugo Blanco, “yo comparto ese sueño, esa
utopía… solo que comulgamos más cuando nos estamos encontrando sólo en
el campo del movimiento social”, porque
“más que por una ideología” las luchas sociales son guiados –da a entender ese
rasgo Marco Arana- por la “pasión”, por
el “amor”. (Ver la carta de respuesta de Marco Arana a Hugo Blanco, diciembre
2015). No comprende el aporte genial del marxismo que da unidad –gracias a las
condiciones actuales- a lo que antes estaba fracturado, alienado: pasión y
razón, utopía y realidad, sueños y
posibilidades concretas, amor y socialismo.
(2) Más allá de la dura represión al movimiento popular y a las guerrillas de los
años 60 y 70, y a su derrota, en varias partes de Sudamérica, la ideología
revolucionaria no quedó tan magullada, de manera que las luchas y el
pensamiento de rebelión resurgieron para tomar el poder ante la crisis de los
gobiernos neoliberales de fines de los 90; igualmente los guerrilleros fueron
vencidos y, más allá de limitaciones políticas que pueden discutirse, el
prestigio de combatientes por causas justas se mantuvo indemne ante los ojos
del pueblo, al tal punto que un ex guerrillero, José Mujica, fue elegido a la
presidencia en el Uruguay.
(3) Una de las causas de este respaldo
popular, alimentado por los medios de prensa, utilizado por la derecha, es
precisamente el temor al terrorismo, la gente dice “Fujimori derrotó el
terrorismo”, “nos libró del terrorismo”.
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